Entre tragos y amigos

Crítica de Fernando López - La Nación

Entretenimiento sin pretensión

Entretenimiento sin pretensión. Celebración de la amistad en clave de comedia, sin excesivo gasto de ingenio, pero con el suficiente dinamismo en diálogos bien escritos y mejor expresados por un grupo de actores tan fogueados como amables, Entre tragos y amigos es un relato que, a contramano de la agresividad y la negatividad que suelen prevalecer en los retratos que el cine actual -en cuanto reflejo de la realidad-, dedica a las relaciones humanas, prefiere prestar atención a las pequeñas felicidades cotidianas y apostar por los valores que las sustentan, de la comprensión, el altruismo y la generosidad hasta la aceptación de las diferencias y la indulgencia ante los defectos o las pequeñeces ajenas. La intención no es otra que pasar un buen rato sin preocuparse demasiado por la verosimilitud.

Quien pone en marcha la sencilla historia es Antoine (Lambert Wilson), un flamante cincuentón padre de familia, que hasta este último cumpleaños ha cumplido con todos los requisitos de una vida sana: frecuente actividad física, controlada mesura en el consumo de alcohol, de grasas, de azúcares, además, claro, de prestar la debida atención a su trabajo y a los suyos, amigos incluidos. Así y todo, no ha podido evitar un infarto que le hace recibir los 50 depositado en una cama de sanatorio.

Como respuesta, se promete un cambio radical. Ahora pensará menos en cuidarse y más en disfrutar de las buenas cosas de la vida, entre ellas, claro, del grupo de amigos aparentemente todos hinchas del Lyon, a los que convocará no sólo para el asado del título original, sino para pasar una temporada de vacaciones en la montaña, más precisamente en una mansión de las Cevenas, en el centro-sur de Francia.

Habrá diversión, discusiones, fiesta, malentendidos, alguna peleíta, las clásicas situaciones que se producen en estos casos y que Eric Lavaine sabe distribuir equitativamente entre tantos personajes, todos bastante arquetípicos, pero también todos suficientemente simpáticos como para que resulte grato compartir con ellos una hora y media de película.

Cine pasatista, por cierto, pero agradable, con un muy desenvuelto Wilson (frecuente intérprete de Resnais), al frente de un elenco impecable.