Entre dos mundos

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Un atentado terrorista en Jerusalén deja a Oliel internado y con su vida en riesgo. La sala del sanatorio será un espacio común en donde se conocerán Bina, la madre del joven israelí, y Sarah, una muchacha estudiante de música, que supuestamente está cuidando a su padre enfermo. Las diferencias religiosas entre árabes e israelíes marcan el pulso de esta historia, desde el derrotero del joven que hace dos años se distanció de su familia por no comulgar con la fe ortodoxa hasta la distancia de sensibilidades entre los padres del accidentado en cuestión. La trama tomará una tensión especial cuando se conozca la historia de amor entre Sarah, que en realidad es Amal y es árabe en vez de judía, y Oliel, a quien ella llama cariñosamente Oli. El vínculo entre suegra y nuera, sobre el que ya se han escrito cientos de historias costumbristas, aquí tendrá su costado más cruel. Porque la solidaridad y la mirada humana hacia el prójimo abrirá una puerta que inmediatamente se cerrará al descubrirse algo desconocido de esa persona. La directora Miya Hatav escribió y dirigió esta historia inspirada en un hecho autobiográfico y puso el foco en las mezquindades afectivas de una pareja (la de los padres del accidentado) y el amor poderoso de otra (la de Oli y Amal), a la que no le importó ninguna creencia religiosa porque sólo confiaron en lo que les dictó el corazón. Muy romántico sí, pero real.