Entre dos mundos

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La ópera prima de Miya Hatav, Entre dos mundos, presenta un drama hondo e intimista con un espíritu optimista que puede emocionar. Aunque el tratamiento estándar de un tema ya conocido no permite un desarrollo mayor.
El conflicto entre árabes e israelíes fue tratado por la ficción de todos los modos posibles, y otorgando los resultados más diversos. Cine, teatro, literatura, televisión, documentales o ficcionales, ningún formato quedó afuera de esta temática actual y preocupante.
Especialmente el cine israelí lo ha abordado infinidad de veces, aun variando de géneros, demostrando ser un tema inabarcable y en el que siempre se puede encontrar una arista nueva. Entre dos mundos vuelve a revisitarlo, y lo hace apostando al drama intimista de tono familiar emotivo.
Un joven de 25 años, Oliel es una de las víctimas de un atentado terrorista, lo que lo lleva a quedar internado en grave peligro. Ahí, en ese hospital de Jerusalén, se hace presente Bina (Maya Gasner), la madre de Oliel, hace años distanciados por las decisiones de aquel de no continuar con las tradiciones.
Ahí se encontrará con Amal (María Zreik), una mujer que supuestamente cuida de otro hombre. Entre ambas nacerá una unión de apoyo mutuo. Pero hay algo de Bina no sabe, Amal no cuida de otro enfermo, es la novia de Oliel, que debe ocultarse por su condición de árabe.
armó una suerte de micromundo alrededor de estas dos mujeres, a tal punto que Entre dos mundos funciona, aun aireada, casi como una obra teatral entre estos dos personajes. Los escenarios varían, y aparecen más personajes, pero siempre se converge en ese hospital suerte de punto de encuentro y conflicto, y en la visión de estas dos mujeres sobre algo que las excede, pero las incluye.
El guion apunta a una emoción directa, abordando la veta familiar, el amor entre la pareja y el maternal, y pone a las tradiciones como unión, centro, pero también punto de desapego, desunión, y distancia.
Si bien nunca cae en un golpe bajo de remarcar sus posturas y no se inclina marcadamente por ninguno de los “sectores”, permanente se busca la emoción del espectador, y hay una bajada de línea disimulada entre el llanto. Gasner y Zreik se complementan muy bien y logran interpretaciones destacadas, valiéndose de esa puesta sin grandes artilugios, pero cuidada.
Habrá mucha angustia frente a las imposibilidades impuestas, y determinados puntos de quiebre para que el conflicto estalle; aunque en su totalidad el conjunto apunte a un mensaje con algo de optimismo. Así, Enttre dos mundos, es un drama interesante, con un enfoque comprador también para un público que mira desde afuera, pero nunca llega a ser un tratamiento novedoso.
Basta con haber ahondado un poco en los filmes que se adentran en las diferencias entre estas dos culturas para toparse con gran cantidad de dramas, de tono intimista, centrados en familias, y con la madre como figura central.
Lo más que se puede decir desde su aporte de originalidad es que intenta alejar las cuestiones de la guerra, lo lleva a un plano ciudadano, rutinario. Entre dos mundos es un drama correcto, destacado en las actuaciones y en su puesta sencilla.
Puede no aportar nada demasiado nuevo a algo que ya se vio y en productos de mayor calidad, pero sirve para mantener una idea activa de lo que pueden hacer las diferencias impuestas por el propio hombre.