Enseñanza de vida

Crítica de Fernando G. Varea - Espacio Cine

Crecer de golpe

Enseñanza de vida es del tipo de películas que no interesa por ser audaz o renovadora, sino por desarrollar apropiadamente un personaje con el que los espectadores simpatizamos inmediatamente y por introducir un tema para la discusión.
El personaje es Jenny, una chica de 16 años linda y perspicaz, hija única y buena estudiante (la excelente Carey Mulligan), cuyos planes de ingresar a la Universidad –en la Londres de 1961– tambalean cuando conoce a David, un joven bastante mayor que ella, seductor y convincente (Peter Sarsgaard), que le permite compartir una continuidad de viajes, conciertos, subastas y cenas en sitios donde se fuma y se canta jazz, experimentando, en definitiva, cierto espíritu de aventura y de disfrute de las cosas mundanas. Allí aparece, precisamente, la cuestión que el film invita a debatir: ¿son suficientes los estudios sistemáticos que brindan un colegio o una universidad en la formación de una persona? ¿o el aprendizaje que brinda la “universidad de la calle” (como dice en una oportunidad David) es superior a los esfuerzos que pueden llevar a la obtención de un título? Preguntas que comienzan a rondar, antes que a nadie, a la propia Jenny, impulsándola a pensar en voz alta: “Si nunca hiciéramos nada no seríamos nadie”.
Lo destacable de Enseñanza de vida es que evita los previsibles lugares comunes: no estereotipa a sus personajes (los padres y el pretendiente adolescente de Jenny, por ejemplo, hubieran sido motivo de escarnio en otras manos), resuelve sin solemnidad algunos acontecimientos de la vida de la protagonista (sus primeros encuentros con David, las discusiones con sus padres, su iniciación sexual) y no limita su contenido a la confrontación entre dos opuestos (intelecto vs. experiencia, deber vs. placer). Incluso, si bien hay cierto regodeo con el look de época (ropa, peinados, muebles, automóviles, canciones), no pierde de vista la historia a contar: los breves travellings del comienzo, por ejemplo, mientras transcurren los títulos, describen ámbito, tiempo y circunstancia de manera clara sin agregados innecesarios.
En algún momento, el film parece inclinarse hacia una defensa de la frivolidad y del dinero como medio que justifica cualquier fin, pero ciertas vueltas de tuerca finales le devuelven sus matices para la discusión y salvan a la querible protagonista de resoluciones sórdidas o altisonantes.
Enseñanza de vida exhibe una honestidad y una modestia con las que no cuentan otras candidatas a mediáticos premios (como el Oscar o el Bafta) este año. No obstante, es una lástima que la directora Lone Scherfig (1959, Copenhage, Dinamarca) haya plasmado esta historia con un estilo tan cauto y anticuado, como si se hubiera contagiado un poco del carácter rígido de la rectora del colegio inglés (interpretada por Emma Thompson) al que Jenny asiste como si se tratara de un mal necesario.