Ensayo de una nación

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

POTENCIAS VOCALES

Palmas, movimiento de brazos, zapateos, todas formas de reforzar el repiqueteo de un tambor. En el piso, carteles, donde los alumnos pintan la bandera argentina, dibujan el contorno de sus manos o escriben deseos. Estas imágenes pertenecen a diferentes instituciones y, sin embargo, están montadas de tal forma que simulan un todo, donde no puedan distinguirse ni nombres ni condiciones económicas. Allí radica la fortaleza, en la unión como vehículo de creación de algo mayor.

El documental Ensayo de una nación, dirigido por Alexis Roitman, expone las diversas instancias de un proyecto realizado para la celebración del bicentenario argentino: conformar seis coros de alrededor de 300 chicos para brindar seis funciones con el propósito de reflejar la fraternidad y la unión en esa multiplicidad de instituciones, nacionalidades, religiones y recursos.

Una vez formalizada la propuesta, los colegios comienzan a realizar prácticas y el director enfatiza exhibir la diversidad de metodologías. “¿Saben cuál es la vocal que nos ayuda a encontrar los sonidos acá arriba?- indica una maestra y se señala la cabeza-. La ‘u’, para empezar bien abajo y después subir”. Otro de los profesores privilegia el uso de gestos asociados a las vocales. Y una docente trabaja desde la comprensión de la letra de una canción asociada con los valores, los timbres de voz a partir de las acciones que acompañan a la música.

De la misma manera que se muestran los ejercicios y los métodos de las escuelas, el documental busca exponer lo que ocurre del otro lado, aquello que tiene que ver con el equipo que coordina el evento junto con el comité del bicentenario. Para ello, no sólo incorpora las reuniones generales donde se debaten los logros, compromisos o las debilidades de las instituciones sino también las modificaciones que surgen en eventos de tal magnitud y cómo manejarlas.

El trabajo de Roitman sobre la idea de “ensayo” está planteado, por un lado, dentro del marco burocrático y, por otro, desde la integración de los chicos. En el primer caso, una de las dudas iniciales tiene que ver con qué tipo de espectáculo se va a brindar y cómo enmarcarlo pero también con los trámites y trabas a partir de las constantes modificaciones de fechas, lugares y horarios, que implican una serie de acciones para mantener el número de escuelas, la realización de ensayos, las visitas por parte de los coordinadores, su interacción con los chicos, el traslado hacia el lugar designado, entre otros.

En el segundo caso, la búsqueda de un todo indiscernible, una única voz a través de la confluencia de alumnos de diversas nacionalidades, recursos y creencias. Es asombroso ver una escena donde hay cuatro chicos que hablan sobre el muro de los lamentos según su religión y origen, como si se tratara de adultos, o cuando una niña señala: “en vez de estar escuchando a los grandes cantando, los grandes nos van a escuchar a nosotros”. La unión coral contrapone características de adultos (como el compromiso) frente a rasgos de niños (la ingenuidad).

De esta manera, la voz se elabora y reconstruye de forma permanente durante todo el documental, una voz que, en principio, se presenta fragmentada y que más tarde adquiere una unidad difícil de quebrar. Un coro que retumba con las manos agarradas y que pretende, a partir de estas nuevas generaciones, hacerse de herramientas para exaltar la historia.

Por Brenda Caletti
redacción@cineramaplus.com.ar