Ennio, el maestro

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Morricone, una marca de música de películas

Para comprender la grandeza de un compositor como Ennio Morricone basta este dato. Generalmente, los directores hacen una película y, en ese proceso, le acercan al compositor unas imágenes para que el músico tome las ideas suficientes para idear la banda sonora. Eso, en la generalidad. Con Ennio Morricone llegó a pasar todo lo contrario. Y lo cuenta la hija de Sergio Leone, el gran creador del género spaghetti con “Lo bueno, lo malo y lo feo” a la cabeza (otra composición magistral de Ennio), en este excelente documental titulado “Ennio, el maestro”. Leone llegó a pedirle a Morricone que hiciera una música para que a él le dé una idea para hacer su película. Le contó algo, una aproximación sobre de qué se trataba el guión, pero no le mostró ninguna imagen, simplemente porque no la tenía. Y la película se hizo, pero fue la música la que inspiró al director. Así, de esa manera trabajaba Ennio Morricone (Roma,1928-2020), considerado por cineastas, actores, músicos y compositores como una celebridad. O más, alguno lo consideró una deidad. Y estamos hablando de artistas de la talla de Quincy Jones, Oliver Stone, Quentin Tarantino, Bruce Springsteen y Giuseppe Tornatore, quien también participa con sus testimonios en un documental imperdible. Es que el realizador de “Cinema Paradiso”, también musicalizada por Tornatore, hizo un retrato minucioso de uno de los músicos más populares y prolíficos del siglo XX, considerado el más querido por el público internacional, dos veces ganador del Premio de la Academia -aunque el Oscar a su trabajo de “Los ocho más odiados” de Tarantino le llegó en la sexta nominación-, y autor de más de 500 bandas sonoras inolvidables. No sólo contó el vínculo de Morricone con su padre, la admiración por su maestro de música y sus inicios con la trompeta sino que también expuso su perfil creativo y su vocación por la búsqueda, por correrse de los cánones naturales y hasta cómo se las ingenió para adaptar la música experimental en sus composiciones. Todo esto contado desde el lugar que mejor juega y que más le gusta, como cantaría Serrat, que es desde las películas. Y ahí se toma la verdadera dimensión del trabajo de Morricone. Al ver escenas seleccionadas por Tornatore, donde la música es determinante para la tensión dramática o para los giros emocionales de la historia. Basta ver momentos de un western de Leone como “Por un puñado de dólares”; “Novecento”, de Bertolucci; o a Joan Báez cantando “Sacco y Vanzetti”; o cómo lo amaron voces populares de la canción italiana como Mina o Gianni Morandi. O también su trabajo en “La misión”, “Los intocables”, “Erase una vez en América”, y la lista sería interminable. La dinámica que le imprime Tornatore hace que los 156 minutos que dura esta película se disfruten tanto que no da ganas de que termine. Sobre todo en los momentos en que se ve el Ennio Morricone creando, íntimo, escribiendo, pensando, tarareando una melodía. Porque todo, absolutamente todo lo que compuso lo hizo desde la pasión. Y es desde ese lugar que lo toma la cámara sensible de un director que conoce de sensibilidades como Giuseppe Tornatore. Así, en esa multiplicación de emociones, “Ennio, el maestro” se ve, se oye, pero sobre todo, se siente.