Encanto

Crítica de Carolina Sanguineri - Sin Intervalos

Se estrenó en cines “ENCANTO”, la nueva película familiar de Disney, llena de colores latinoamericanos, y música compuesta por Lin-Manuel Miranda.

El film trata sobre Mirabel (Stephanie Beatriz) y su familia, conocidos como Los Madrigal, y liderados por una matriarca (María Cecilia Botero), la abuela de la protagonista. A cada descendiente, cuando cumple 5 años, se le manifiesta un don mágico, que, a medida que crecen, lo usan para ayudar a la familia o al pueblo. Este don es brindado por la magia de “la Casita”, que tiene vida y les otorga un refugio cálido desde la juventud de la Abuela. Sin embargo, Mirabel es la única de todos los nietos que no ha recibido un don sobrenatural. Durante la cinta, ella deberá descifrar por qué, y qué es lo que debilita la magia de la Casita.

“Encanto” transpira creatividad y es una pieza absolutamente pintoresca. Aunque tenemos claro que los guiones de este tipo de películas suelen tener similitudes entre sí, se encuentran abundantes características distintivas, predominando las referencias a la cultura colombiana, dadas a partir de una poderosa investigación e inmersión en la región por parte de los productores y el compositor de las canciones, Miranda.

Lo primero que se puede destacar es el uso de un lenguaje mezclado entre castellano e inglés, dando como resultado un spanglish auténtico. Los actores de voz correspondientes a los personajes tienen ascendencia latina, todos, sin excepción. Esto les brinda un acento auténtico, que impacta de una manera especial en el espectador hispanohablante. Además, un dato interesante es que la protagonista, Stephanie Beatriz, es nacida en Neuquén, Argentina, hija de un colombiano y una boliviana.

Tenemos que sentarnos a hablar de la estética, un gran punto a favor: es cierto que presenta algunas similitudes con la de “Coco”, pero las separa la iluminación, las paletas de colores, los efectos tipo “bokeh”, la animación más estilizada, menos rústica; de hecho, en esto último, se asemeja a “Moana” y “Soul”, llevando la belleza a un nivel trascendental, invocada para contar una historia, justamente, trascendental.

Otro punto muy a favor de este film es la música de Lin-Manuel Miranda, que es auténtica, elegante, y referencia bastante fielmente a la cultura que intenta replicar, aunque, sin perder el característico tono Disney pop, que la aclimata al género fílmico.

Sin embargo, lo más bello que tiene esta película es que realmente pueden disfrutar tanto niños como adultos. El simbolismo que se maneja tiene una profundidad difícilmente alcanzable por las mentes infantiles, quienes, al ver la película, simplemente disfrutan de un cuento lleno de colores, encanto y canciones. Pero para nosotros, los que somos más grandes, es clara la presencia de tópicos delicados, como la salud mental, nuestro rol en la sociedad o en la familia, la presión por alcanzar ciertos estándares, la autoexigencia, la perseverancia, la colaboración de las comunidades y, lo más importante, la puesta de límites ante cosas de cualquier índole que nos hagan daño. Poder contar ambos planos de profundidad, y a la vez, conmovernos, hacernos reír, querer bailar, emocionar; esa es la magia del cine. Uno puede encontrarse a sí mismo en cualquiera de los personajes, que son absolutamente entrañables, y todos tienen una historia diferente.

Hace años que Disney viene rompiéndola con las películas de animación, y no queda más que recomendar con carácter de urgencia que vayan a verla, ¡sin importar qué edad tengan!

Por Carole Sang