En un mundo mejor

Crítica de Emiliano Román - A Sala Llena

El Amor en Tiempos Violentos

La sucesora en los Oscar de El Secreto de sus Ojos es, sin dudas, unos de los estrenos más prestigiosos del año, no sólo por los pergaminos que trae (además del premio de la Academia, se llevó también el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa), o por la impecable trayectoria fílmica de su directora (Después de la Boda; Hermanos; Corazones Abiertos), sino porque también se trata de una obra cinematográfica con alto nivel narrativo y visual, que se sumerge en la problemática de la violencia desde un lugar original, abordándola como algo casi innato en la cultura humana.

Estamos ante un film que, en sus casi dos horas de duración, transmite una infinidad de temas que afectan las relaciones humanas hoy en día. Cada espectador se quedará con lo que más ruido le haga de eso, pero la película permite desprender varias interpretaciones psicológicas y sociológicas de los conflictos que relata.

Las relaciones humanas son difíciles, sobre todo en tiempos globalizados como estos, donde la supervivencia del más fuerte está al pie del cañón. Por más que algunos padres intenten transmitir con las mejores intenciones valores éticos, morales y pacifistas a sus hijos, muchas veces pueden dejarlos expuestos a ser presas de un mundo depredador, o a que generen defensas tan rígidas que la única salida sea responder con más violencia al ataque externo.

Estas son las personalidades que desarrollan los niños protagonistas del film. Por un lado tenemos a Elías (Markus Rygaard), hijo de padres médicos en pleno divorcio, que termina identificado a lo que él llama cobardía del padre. Antón (Mikael Persbrandt), es un buen hombre, inmigrante sueco, que trabaja en un campo de refugiados en África, donde la ley está ausente y da lugar a los más aberrantes hechos y crímenes violentos. En su afán de generar ejemplos de conductas que harían un mundo mejor, descuida un poco la comunicación familiar, el matrimonio está en riesgo y no puede leer que su hijo se somete a ser tan cacheteado como él por sus pares.

Por el otro lado, está Christian (William JØhnk Nielsen), otro niño preadolescente, que ha quedado recientemente huérfano de madre, no tolera el tremendo dolor que le ocasiona tal pérdida y necesita encontrar un culpable de semejante injusticia. El primer acusado es su padre; luego esto lo desplaza hacia el afuera y se encarna él mismo como la justicia que quiere aleccionar al mundo que lo rodea. Nuevamente hay un Padre que ama a su hijo pero no puede ponerse los pantalones cuando las situaciones lo requieren.

Los púberes arman una alianza de amistad típica de esas edades pero se van metiendo en un lío tras otro. Un personaje muy interesante es la madre de Elías (Trine Dyrholm), una mujer afectada por el dolor que le causa la inminente separación de su marido, pero que sí salta como una fiera cuando tiene que proteger a su cría. En la escena en la que ambos padres son citados por las autoridades del colegio, que niegan los acosos a los cuales está siendo sometido el niño, se observa muy claramente las distintas posiciones que ocupan ambos padres frente al sufrimiento de su hijo.

La habilidad narrativa de Susanne Bier permite ir desarrollando, en un intenso clima, las distintas personalidades y conflictos de los protagonistas, las diferencias y analogías de un mundo desarrollado como Dinamarca y una tierra tan desamparada como lo es gran parte del continente africano, las relaciones de los niños con sus padres y con los distintos actores de la sociedad, llevándonos paulatinamente a un relato con un gran monto de ímpetu dramático.

Lo único que se le puede reprochar a Bier es que, en algún momento, la trama se torna bastante previsible, pero esta debilidad no afecta el resultado final de la obra. El trabajo de fotografía es excepcional, abundan hermosos planos de geografías naturales; la iluminación es bien soleada en casi todo el metraje; la dirección de actores es magnífica, en especial la tarea que se desarrolla con los niños protagonistas, quienes brindan una notable labor interpretativa.

En un Mundo Mejor es una bella obra reflexiva e intensa sobre la condición humana, no nos da ningún tipo de respuesta clara, sólo nos plantea la inquietud de lo difícil que es la reacción frente a la agresión ajena, donde ideal y realidad suelen entrar en conflicto muy a menudo. Seguramente aquellos que son padres podrán verse reflejados en lo paradójico y contradictorio que puede ser a veces transmitir valores a sus hijos para que estos puedan vivir y crecer en un mundo mucho mejor que el nuestro.