En trance

Crítica de Jonathan Santucho - Loco x el Cine

Cabeza borradora.

No sorprende que, en su momento, Danny Boyle haya saltado en la escena cinematográfica con un film sobre la vida de un grupo de drogadictos; después de todo, su estilo es como una dosis inadulterada de adrenalina, que supo perdurar durante toda su carrera. El tiempo supo recompensarlo con los premios por las tan populares como discutibles Slumdog Millionaire - ¿Quién quiere ser millonario? y 127 horas, y el interrogante era obvio: ¿Y ahora qué sigue?. Para el director británico, la respuesta fue un regreso a su tierra natal con una historia al estilo de sus primeros films, Tumba al ras de la tierra y Trainspotting, relatos plagados de intriga, traiciones, peligro y sexo. Por eso, en su tiempo libre del maquinado de la ceremonia de apertura de Londres 2012, Boyle preparó En trance (Trance, 2013), un thriller que con gusto da vueltas alrededor de la mente humana, pero que no entrega razones claras para viajar en primer lugar.

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La película arranca con Simon (James McAvoy) recitando a la cámara las reglas en su lugar de trabajo, una casa de subastas de arte. Pero este no es un candidato a empleado del mes, ya que él planea robar una pintura valuada en millones, con la ayuda de un grupo de matones liderado por Franck (Vincent Cassel). Todo sale a la perfección, excepto por un pequeño detalle: debido a un golpe en la cabeza hecho en el medio de la acción, Simon no recuerda dónde dejó la obra. Cuando la tortura no da resultados, la única opción disponible es la hipnosis, por lo cual llaman a Elizabeth (Rosario Dawson), una doctora con intenciones ocultas que iniciará una riesgosa lucha por el control, un viaje que tomará lugar tanto dentro como fuera de la realidad.

Es en este trayecto en el cual Boyle deleita a la audiencia con un vibrante misterio, un enigma surreal con ritmo de videoclip claramente influenciado por David Lynch y Brian de Palma, aunque muchos también sabrán compararla con otro film que hacía dudar lo que pasa dentro de la mente, El origen. Gracias al cinematógrafo Anthony Dod Mantle y al compositor Rick Smith, el relato sabe entretener y, estilísticamente, se vuelve una suerte de rave, en la cual las identidades, los reflejos y las dobles caras de nuestros protagonistas (McAvoy, Cassel y Dawson, haciendo un muy buen trabajo al turnarse como víctimas y victimarios) hacen un interesante juego de gato y ratón (o ratones).

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Pero es cuando el viaje empieza a llegar a su fin, y lo que antes parecían giros inesperados se vuelven insensateces que no encajan, que uno se da cuenta que la experiencia es hueca, porque el cuento no tiene más razón que la de acumular vueltas de tuerca. En la última media hora, el guionista John Hodge pierde la ambigüedad y entrega una serie final de roscas (que, para evitar contar demasiado, no se explicarán en este texto) que casi arruinan totalmente las intenciones de Boyle y compañía, tornando el argumento en una ridiculez al estilo de lo último de M. Night Shyamalan.

Pero a pesar de la manía por la sorpresa que vuelve amargo el resultado final, En trance es un entretenido, sexy y violento thriller que gracias al liderazgo de su realizador, a la fuerza de sus actores y al talento en lo visual y sonoro, continúa el éxtasis de la marca Boyle.

@JoniSantucho