En otro país

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Escenas frente al mar

Delicado filme del coreano Hong Sang-soo, con Isabelle Huppert en tres papeles.

Un acto de justicia cinematográfica: hoy se estrena, por primera vez, una película de Hong Sang-soo en la cartelera comercial argentina. Un acto de justicia que demuestra el triste estado de la exhibición en el país: Hong es un autor imprescindible, y su ya larga filmografía dignificó, dignifica, los más prestigiosos festivales internacionales. El BAFICI, felizmente, siguió toda su carrera desde el comienzo y este año le dedicó una retrospectiva. Llegó la hora de que algunas pocas salas nacionales le den su espacio. No es casual -aunque no se trate de una concesión del realizador coreano- que En otro país (2012) sea su primera película en inglés ni que la protagonice Isabelle Huppert.

El cine de Hong, que dialoga con el de Rohmer, Bresson y Ozu, entre otros exquisitos maestros orientales y occidentales, es casi siempre amable y tiene una apariencia sencilla, aunque abunde en rupturas lineales y repeticiones, que jamás entorpecen el devenir narrativo. En el comienzo de En otro país, una mujer y su hija se refugian en Mohang, ciudad costera coreana, escapando de una deuda. La hija, aburrida, comienza a escribir historias: van a ser tres, con la misma protagonista o, mejor dicho, con tres mujeres que parecen variaciones de una. En todo caso, las tres se llaman Anne y son interpretadas por la versátil y misteriosa y seductora Huppert: este filme fue pensado a su medida.

El escenario es el mismo, la costa de Mohang, y el resto de los personajes varía levemente. Como en casi todas las películas de Hong, hay mucho diálogo, directores/as de cine, triángulos sentimentales, alcohol. Las charlas son triviales, como la vida, pero debajo de las palabras se agazapan pulsiones complejas, oscuras: las de todos nosotros. El tono, leve e intenso a la vez, nos deja el sabor ambiguo de las comedias tristes o de los dramas asordinados, aunque esta película se resista a las definiciones.

Hong trabaja en los territorios de la incomprensión: en los cruces de culturas y de pasiones no siempre concretadas ni correspondidas. Combina elementos realistas y abstractos -como su admirado Paul Cézanne-; prefiere la ambigüedad al estereotipo; lo espontáneo a lo solemne. Suele escribir los diálogos durante las madrugadas previas a cada día de rodaje; suele filmar en orden cronológico; suele usar el zoom para no cortar sus planos secuencia. A simple vista, sus filmes parecen suaves, tersos, casi inofensivos; en el fondo, tienen la potencia y la belleza del mar de Mohang o de cualquier otro.