En nombre del amor

Crítica de Ezequiel Obregon - EscribiendoCine

Para las delicias de Virginia Lago

En nombre del amor (The choice, 2015) amplía el universo del escritor de best sellers Nicholas Sparks (aquí también productor). Una variable más en la larga lista de dramas del tipo “chico conoce chica”.

El responsable de la también transpuesta al cine Diarios de una pasión es uno de esos autores que están siempre en la lista de los más leídos. Sus libros se venden hasta en los supermercados, y es muy frecuente toparse con lectores (lectoras, por lo general) sumergidos en sus relatos almibarados. En En nombre del amor (título elegido para estas latitudes; no muy inspirado, por cierto) la fórmula del amor fast food consiste en un veterinario carilindo, Travis, que tiene amigos, un yate, una casa hermosa con vista al río, una hermana compinche, una amiga algo más que amiga pero… pero le falta novia. A cumplir ese rol viene la bonita médica Gabby, la vecina recién llegada.

Un día, el perro de Travis preña a la perra de Gabby (la perra propiedad de Gabby, claro), y ella, enfurecida, le echa la culpa por dejar que el perro vaya por ahí, como si nada. Ella misma no tardará en celebrar la llegada de los cachorros, como tampoco tardará en caer rendida a sus pies aunque tenga novio (para más datos: un médico con cara de bonachón y deseoso por casarse). En esta película todo va por el camino de la previsibilidad, y un brusco punto de giro resultará apenas una excusa para elevar la endeble tensión dramática.

El director es el ignoto Ross Katz, quien apenas logra plasmar con corrección aquello que ya estaba en el papel. Algunas escenas (esa fascinación por filmar la luna…) dan un poco de pena, como también el ralenti con los que apunta a impactarnos. Las escenas de sexo, imaginarán, son menos inspiradas que las que alguna vez filmó Nicolás Del Boca para las novelas de su hija.

El film reclama a gritos la reposición de Tardes con Virginia Lago, en donde seguramente será programada una y otra vez.