En llamas

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Revolución o muerte

Todo parece como siempre, pero todo ha cambiado para siempre. Katniss Everdeen sobrevivió a los 74º Juegos del Hambre, pero sabe que el presidente Snow se la tiene jurada por la estratagema de las bayas venenosas gracias a la cual salvó su vida y la de su compañero Peeta Mellark, y va tomando conciencia de que se ha metido en una trampa para siempre: justo cuando comienza a afirmarse en sus sentimientos por su amigo de siempre, Gale Hawthorne, comprende que deberá mantener viva la ficción del amor incondicional por Peeta.

El problema es que mientras entre los lujos del Capitolio su gesto se vio como un arrebato de enamorada, en los empobrecidos y sometidos distritos se lo leyó como un símbolo de rebelión y de desafío al Capitolio y su eterno castigo por una antigua guerra civil, y como un espacio para la esperanza.

Así estamos en el comienzo de “Los Juegos del Hambre: en llamas”, y así de directo se lo dice Snow a Katniss: la represión de una sublevación será terrible. Y eso se empieza a ver en la Gira de la Victoria, el tour de los Vencedores por los distritos, donde recrudecen los ánimos de revueltas embanderados con el emblema del sinsajo (el pajarito que reproduce las melodías, que Katniss lleva en su broche). De todos modos, la indignación ante la injusticia va ganando en el alma de la chica a las ganas de evitar la confrontación.

Snow discute una solución con Plutarch Heavensbee, el nuevo coordinador de los Juegos (su antecesor, Seneca Crane, pagó con su vida el resultado). La solución está de cara a la 75ª edición, es decir, el tercer Vasallaje de los Veinticinco (Third Cuarter Quell, en referencia al cuarto de siglo). De una manera más explícita que en el libro de Suzanne Collins (donde los sobres parecen todos viejos, y son decenas, teniendo en cuenta que son cuatro por siglo), la gracia especial incluye que los Tributos de cada distrito sean elegidos entre los Vencedores vivos.

Katniss es obviamente la única mujer del Distrito 12, y el puesto masculino se repartirá entre Peeta y Haymitch Abernathy, quien fuera su mentor. De resultas que los “tortolitos” tendrán que volver a la arena de la muerte televisada, en un juego de alianzas y rivalidades con campeones del pasado. Hasta ahí todo más o menos como siempre... sin embargo, muchas sorpresas aguardarán a Katniss, dentro y fuera del selvático campo de batalla.

Narrativa visual

Francis Lawrence tomó la posta de Gary Ross tras las cámaras, aunque la estética general es similar, con esa combinación de planos grandilocuentes (en la naturaleza, o en el Capitolio), narrativa visual cercana en la acción y movedizos primeros planos que sacan provecho de los rostros, especialmente el de Jennifer Lawrence: con sus expresiones duras (a pesar de su rostro redondeado), sus lunares y su verde y afiladísima mirada.

Una cosa que se echa en falta es la ausencia en la banda sonora de las canciones folk desarrolladas para el filme por artistas reconocidos, como en la primera parte. Como compensación, el score compuesto por James Newton Howard vuelve a dar marco al relato, y se vuelve enorme por momentos, como el ingreso de los carruajes a la plaza, por el camino flanqueado de timbales.

La adaptación es bastante lograda, teniendo en cuenta que las temporalidades que abarca el segundo libro son un poco más extensas: los saltos narrativos están bien contados (el deshielo, la primavera) hasta llegar al momento crucial, que se llevará la parte central de la película. También hay una apuesta a contar visualmente lo que fue pensado como un monólogo interior de Katniss, mezcla de emociones, sucesos y sensaciones: la sangre en la copa de champagne y la ostensible rosa blanca en la solapa de Snow traducen la mezcla de aromas que aterroriza a la sufrida muchachita.

La Chica en Llamas

Otras cosas han cambiado desde el estreno de “Los Juegos del Hambre”: Jennifer Lawrence viene de ganar un Oscar por su actuación en “El lado luminoso de la vida” y ya no tiene que demostrar que es algo más que una cara bonita. Ahora volverá a poner en juego sus dotes dramáticas, para interpretar a una Katniss alejada de la inocencia (si es que alguna vez la pudo tener en el Distrito 12) y movida por el miedo y la rabia. El filme está hecho para su lucimiento, y no decepciona.

En torno a ella habrá espacio para que se luzcan otros: Liam Hemsworth como el cada vez más rebelde Gale, Josh Hutcherson como el buenazo de Peeta y Woody Harrelson como el inefable y borrachín Haymitch. De los aliados que harán en la arena se destacan: Sam Claflin como el aparentemente soberbio Finnick Odair, lleno de sentimientos; Lynn Cohen como la anciana Mags, a quien Finnick le debe todo: con poco convierte a su personaje en entrañable; Jeffrey Wright como el intelectual Beetee y una imperdible Jena Malone en la piel de la adorablemente insoportable Johanna Mason (Hollywood aún le debe a Malone un filme consagratorio).

Del lado del Capitolio, repite Donald Sutherland como el presidente Snow (un personaje a su medida); Stanley Tucci en su fantástico rol del conductor Caesar Flickerman (falta que diga “que no decaiga” y podría ser un animador argentino); Elizabeth Banks elegantemente recargada en los gestos de Effie Trinket, protectora y cosechadora de los tributos, a medio camino entre la banalidad capitolina y el cariño por los que deben ir a morir; y Lenny Kravitz como el diseñador Cinna, alguien que arriesgará todo por Katniss y revolucionario a su manera. A ellos se les suma el siempre correcto Philip Seymour Hoffman como Plutarch, guardián de uno o dos secretos que llevarán a un final inesperado (al menos para los que no hayan leído la novela).

Así que todo está dispuesto para el gran final, que ya se anunció será dividido en dos partes: la arquera postapocalíptica todavía tiene mucho para sufrir, padecer... y luchar.