En la Puna

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Propuesta de juego dual entre la maravilla de la imagen y la inmutabilidad del paisaje

Lucas Riselli, recuerde este nombre. Será difícil encontrar directores de documental con tanta sensibilidad y conexión por el lugar que retrata (en éste caso la puna norteña), su gente, su entorno pero, sobre todas las cosas, porque toda esa percepción antropológico-geográfica es entregada sin concesiones al instinto del artista detrás de la cámara.
En los primeros seis minutos de “En la puna” (hasta que con fondo negro aparece el título) el realizador propone un juego dual entre la maravilla de la imagen y la inmutabilidad del paisaje. Hay un secreto para esa dualidad presente en el imaginario del espectador: la duración de cada toma. La gran decisión de la compaginación pone al espectador en estado contemplativo con la dosis justa para la observación hasta que se produce un “click”, un disparador que hace abandonar la admiración por las tomas panorámicas para entrar directamente en un estado de minimalismo puro al entender que toda esta geografía está tan quieta como activa desde hace miles de años, inerme al hombre o sus problemas para llegar a fin de mes, salvo, claro, que éste forme parte de esa eternidad.
El ser humano, chiquito e insignificante ante semejante muestra de poder de perdurabilidad, es mostrado con la simpleza de otra toma panorámica en la cual, casi sentado sobre un horizonte imaginario, el hombre se rinde. Se adapta. Acaso canturrea un poco para no sentirse solo, conformando otro de los grandes aciertos de la obra. La banda de sonido es el viento, la lluvia, la fauna (gallo ronco incluido), y finalmente alguna fiesta entre los lugareños con bombos o cantos.
Luego del título, el paisaje se irá achicando con el nuevo amanecer. El gran angular le da paso a un teleobjetivo para poder observar más de cerca. Los habitantes de Pozuelos, provincia de Jujuy (a 4000 metros sobre el nivel del mar) pueden o no entrar en cuadro. Parece desprolijo, pero después de ver tanta minuciosidad para ubicar la cámara es imposible no pensar eso como una decisión. Los habitantes no están fuera de cuadro, simplemente eligen o no entrar en éste recorte. En este registro momentáneo de la realidad.
Así irán creciendo los planos detalle (que tampoco son aleatorios), junto con la capacidad del espectador de adaptarse fácilmente a la propuesta. ¿Para qué hablar? Para qué desconectar el realismo esta obra con una banda de sonido, si el silencio funciona también como una elegía. En todo caso, hasta el humor aparece naturalmente cuando, pasados los treinta y pico de minutos, la radio local le pone horóscopos exultantes y prometedores de riqueza mientras los habitantes en sus casas de adobe enfrentan su cotidianeidad.
“En la puna” transmite la amable sensación de pertenencia. El retrato de dos o tres hombres y mujeres (o todos juntos, en fiesta, en misa, etc.) como muestra del despojo de bienes materiales en consecuente mancomuno con el entorno, da cuenta de una certeza ineludible al tratar de interpretar la intención del guión: los ácronos habitantes de Pozuelos con sus usos y costumbres han estado así durante siglos, excepto por alguna tenue influencia occidental. Religión, idioma, la forma de vestirse en contraste con el pasado… la química de la imagen cinematográfica con la obra en sí hace que una bicicleta resulte un objeto extraño.
Este documental ofrece la posibilidad de conocer la historia de un lugar con su gente mediante el sano ejercicio de tomarse el tiempo para observar. Algo así sucede con el cine de Terrence Malick que logra esos estados cuando cuenta con la calma y la predisposición del espectador al cual no le queda otra que emocionarse y reflexionar, o levantarse e irse. Esa elección marca la diferencia.
Más allá del guión, dirección e incuestionable pericia con la cámara y la fotografía de Lucas Riselli, hay dos menciones insoslayables que también resaltan la capacidad de sensibilizarse: el sonido directo de Daniela Bonamino y la compaginación de Mario Bocchicchio Ravetti. Como ellos, aquel que se tome el tiempo y ponga algo de sí mismo para ver esta realización se llevará la mejor parte.