En la mira

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Sentir el peligro cercano

Brian y Mike (Jake Gyllenhaal y Michael Peña) son dos policías en acción en los barrios menos glamorosos y más peligrosos de Los Angeles. Dos policías activos, dedicados, honestos, valientes, con sentido del humor, el honor y el arrojo, y amigos entre ellos, casi hermanos. Esta película de David Ayer (sus mejores antecedentes son los guiones de Día de entrenamiento , Dark Blue y U-571 ) no es una crítica a la institución policial sino todo lo contrario, es un homenaje, y hasta está dedicada en la placa final en especial a los caídos en cumplimiento del deber. Desde el comienzo, con una subjetiva del patrullero y la voz en off de Brian, se nos ubica en el punto de vista de la policía, la de Los Angeles, la "LAPD", iniciales que se dicen con el mismo aplomo orgulloso de Al Pacino en Fuego contra fuego de Michael Mann. Punto de vista hasta moral y deontológico. Hay malas películas que defienden a la policía, como por ejemplo Brigada en acción (Palito Ortega, 1977). Y hay otras muy buenas, como En la mira .

Ya ese comienzo -tenso, seco, impactante- marca el tono: movimiento en la imagen, acción veloz, inmersión visual y sonora del espectador. En la mira quiere ubicarnos en medio de la acción, que sintamos el peligro, que hasta el físico se vea afectado. Para eso apela al registro cercano, con cámaras que manejan los protagonistas (con la excusa de un trabajo que debe hacer Brian para un estudio). Pero también hay cámaras de seguridad y cámaras que manejan los delincuentes. Y cámaras que se multiplican y que no corresponden, si se toma con rigor la propuesta del punto de vista. Pero a fuerza de un relato seco, crudo, chocante, En la mira diluye esas objeciones: su cámara en movimiento, pegada a la acción, entrometida, es mucho más una estética bien manejada que un punto de vista o de mira. Hecha de secuencias que demandan atención casi muscular y que rara vez se relajan, En la mira compensa la tensión que genera en nuestros globos oculares con una puesta en escena y un montaje comprensibles, que apuntan a la claridad de la narración y a lograr el interés mediante el compromiso con los personajes y su tarea diaria, que los va guiando hacia una trama -macabra- de tráfico de drogas y personas.

ECONOMÍA

Parte fundamental de los logros del film descansa en el dúo Gyllenhaal y Peña, dos actores que saben economizar gestos para transmitir su compañerismo diario, de larga data. Los diálogos los ayudan al no caer en explicaciones absurdas, de esas que son solamente para el espectador, pero que jamás se dirían dos amigos con confianza.

En la mira también tiene como temas la inmigración mexicana y las disputas del poder entre pandillas (negros-latinos), y hasta hay chistes acelerados sobre las costumbres y los consumos del blanco (Gyllenhaal) y el mexicano (Peña). Pero los ejes centrales de la película son la experiencia del peligro, la vida de estos policías heroicos en primer plano, la adrenalina a la que se llega con crudeza en aspectos varios: la brutalidad de los crímenes, la acción urgente, la conversación sexual, el cansancio diario, el deterioro urbano, la locura repetitiva del "fuck" y el "shit" en el lenguaje.

Tres o cuatro clisés y alguna falla menor en la verosimilitud en los últimos minutos impiden que En la mira se convierta en una película mayor, y uno hasta puede darse cuenta de en dónde estaba el final grande y seco. Pero así como está no sólo es una de las más singulares y destacadas películas de acción policial de los últimos años, además abre un crédito para un director que maneja con conciencia y efectividad una estética de la que el cine contemporáneo suele abusar con resultados frecuentemente irrelevantes.