En el corazón del mar

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

La ambición en tamaño XXL

Ron Howard no logra explotar la temática y el concepto sobre la lucha del hombre con la ballena blanca, en su mirada sobre Moby Dick. El traspié puede dividirse en dos aspectos: el poco peso de la figura del escritor Herman Melville -Ben Wishaw-, autor de la novela Moby Dick, y por otra parte la mala idea del recuento a partir del testimonio de uno de los sobrevivientes –Brendan Gleeson-, el grumete Tom Nickerson.

Los efectos digitales son funcionales a la historia y en ese sentido su utilización no sobra, porque lo mejor de la película, sin lugar a dudas es lo que ocurre durante la travesía marina protagonizada, claro está, por Chris Hemsworth –Thor-, en este caso un ambicioso buscador del aceite y la grasa de los cetáceos, quien además de rivalizar con el Capitán Pollard -Benajmin Walker- descree las leyendas marinas sobre la ballena blanca y sus dimensiones y voracidad a la hora de atacar o, mejor dicho, defenderse.

A la idea de ambición sin proporciones se le superpone la propia de la ballena en una lucha por sobrevivir tanto de un lado como del otro. El derrotero de la tripulación del Essex encuentra en su camino, además de la ballena, el hambre, las tormentas, las gigantes corrientes y toda calamidad antes de avizorar tierra o sucumbir en altamar.

Sin embargo, en lo que hace a la propuesta integral, todas estas peripecias no tienen la duración merecida, tal vez el defecto de arrastre se lo lleva la idea de introducir como subtrama la figura de Melville, receptor de la aventura en consonancia con el espectador, quien también vive en carne propia la tragedia y la redención.

No es creíble en ningún momento el personaje y tampoco pasa desapercibido el escueto papel reservado al grumete, que para la etapa de enfrentamiento en el mar queda a cargo del ascendente Tom Holland (futuro Spider-Man), personaje que sin lugar a dudas daba para mucha más tela y queda opacado por la presencia de Thor, ahora en plan caza-ballena.

Un punto a favor de este opus del director de Apollo 13 -1995- sin lugar a dudas lo constituye la ambientación de época con una Nantucket de 1820 al detalle y el contexto ideal para desarrollar la dialéctica entre el capitalismo, el individualismo, el progreso industrial, tres ballenas gigantes e invisibles que nadie se atrevió a cazar aún.