En el camino

Crítica de Patricia Relats - El Espectador Avezado

En el camino es una novela icónica. Claro que lo es: es la pieza cumbre de la cultura beat y de todas esa búsqueda que hasta el día de hoy nos llama tanto la atención que queremos contagiarnos. Pero nuestra generación nada tiene que ver con ese hambre de identidad propia y es por eso que a la mitad, nos distanciamos de nuevo.
Jack Keroac es el verdadero Sal, que recorrió todas esas rutas de Estados Unidos manifestando que en realidad él no tiene nada que destaque, más allá de que le atrae esta gente loca, con hambre de vivir. Ama con hambre, baila con hambre, habla con hambre. Es una existencia que lo devora todo para no quedarse fuera de nada. Frente a este panorama, que Walter Salles se haga cargo de este proyecto parecía lo ideal.
Ya ha sido él quien nos llevó por los Diarios de Motocicletas y su maravillosa fotografía y la pérdida de la inocencia de Estación Central y toda su magia. Para esta película era necesario un casting joven por lo que se pedía de los papeles pero me hubiera gustado que fueran nombres que sonaran menos para que no estuviéramos marcados por “el chico de Tron”, “la de Crepúsculo”, “La de Spiderman”. Aún así ha tenido algunos aciertos.
Kristen Dunst como Camille le da ese aura de clase y distancia que tiene que tener el papel que nunca termina de encajar del todo con la historia. La excesiva Marylou está tal vez un poco encorsetada en Stewart, pero por momentos logra ser ese ser pasional (tal vez la mejor escena sea cuando baila con Dean) pero mi favorito ha sido Garreth como Dean. Ha logrado tener ese carisma y esa desesperación en comerse el mundo.
Puede ser quien se roba la pantalla por momentos y por otros puede parecer un chico desesperado por amor, por atención, por sentir que no pasa desapercibido por esta vida. Pero a estos jóvenes se unen los actores consagrados que no pueden quedarse afuera de esta historia. Memorable Viggo Mortensen como el viejo Lee, Amy Adams como siempre impecable en breve papel, Terrence Howard hace vibrar al jazz por unos minutos, Steve Buscemi impacta por sus segundos y parece eso: que todos estuvimos esperando tanto tiempo por esta adaptación que no pudimos elegir una sola parte. Lo queremos todo porque también tenemos hambre de esta historia.
Si bien creo que es una adaptación ambiciosa, donde los capítulos de gente que conocen terminan superponiéndose a otros y uno llega un punto en el que les pierde el rastro, creo que más allá de definir al gran Dean intenta ser el testimonio de una era. Tengo que hacer una mención aparte de la maravillosa fotografía porque la película es bella a más no poder. Creo que fue un proyecto con buenas intenciones, pero que no llega a ser lo que la historia pedía.
Creo que hace concesiones donde no debe hacerlas y que suma personajes sólo porque José se encariñó con los personajes. Me parece que una adaptación es más que la ilustración del libro pero también es complejo meterse en una adaptación semejante. Los que salimos satisfechos con esta película no es porque la adaptación sea buena o porque el verdadero espíritu de la historia esté presente.
Los que salimos satisfechos es porque nos damos cuenta de la valentía que requirió hacer esto en su momento (no tenemos que olvidarnos que somos una generación que se quiere parecer a nuestros padres. No estamos haciendo nada por cambiar el mundo. Ni cerca) y que nosotros estamos más cerca de no arrancar nunca que de haber conocido la ruta. Nunca seremos Dean, pero por dos horas podemos jugar a sentirnos como él. Se termina la proyección y volvemos a pagar las cuentas y a trabajar de 10 a 18