Crítica publicada en YouTube
En el barrio es un insufrible musical de dos horas y veintidós minutos que combina todos los lugares comunes de la cultura latina con un nivel de exceso y subrayado que se ve como una de las películas más racistas de la historia del cine. Pero no, no es racista, es una reivindicación de la cultura latina en Nueva York, un saludo, un festejo, una fiesta. Claro, es una adaptación del musical de Broadway y uno se pregunta, con razón, porque no lo dejaron ahí. La respuesta es obvia, por dinero. Y porque cualquier reivindicación de lo que no sea cultura blanca anglosajona hoy está muy bien visto. Lo que no está bien visto es hacer buenas películas, eso queda claro. El director de la película, Jon M. Chu, es responsable de otro bodrio grotesco llamado Locamente enamorados (Crazy Rich Asians, 2018) y parece que lo han declarado vocero oficial de estereotipos raciales. La película sigue a un grupo de vecinos del barrio Washington Heights en Nueva York. Todos cantan como si fuera un comercial televisivo de un canal de habla hispana festejando la cultura latina en Estados Unidos para fin de año. Igual la película es en inglés. El primer número musical es horrible, como lo es la letra de la canción, pero las que siguen son peores. Cada canción gira en torno a lo mismo: reivindicación del esfuerzo latino en Estados Unidos. Una idea que se entiende en un minuto, pero se va a repetir doscientas veintiún veces más. Insoportable por donde se la mire. Sin una buena puesta en escena para filmar los números, con una clara intención de ser diversa en el sentido más demagógico de la palabra, incluso tiene una canción contra el machismo latino, para que no haya riesgo de no encajar en la cultura dominante. Los blancos, claro, son malos, eso también queda claro. El resto de las tonalidades están aprobadas. La bajada de línea solemne aumenta en la segunda parte de la película. Al revés de los musicales clásicos, que ponían más canciones a medida que avanzaba la trama, acá ponen más frases serias con cara de compromiso social. Todo es un discurso, todo, con actuaciones exageradas de personajes de por sí sobreactuados. Carente de esfuerzo alguno para no parecer un musical de Broadway convertido en negocio cinematográfico. En algún sentido es triste ver el éxito de artefactos de esta clase.
En el barrio (In The Heights) está interpretada por un elenco joven, latino, de ritmo en la sangre y sangre caliente; sin embargo, el primer beso que se ve en pantalla ocurre a los 114 minutos, y ni siquiera es el de la pareja protagónica: para que Vanessa y Usnavi se atrevan a dar ese paso (en realidad es ella quien lo hace, y gracias al champagne) habrá que esperar otros seis minutos, es decir, a las dos horas de película sobre un total de 2 horas y 23 minutos. Para los tiempos previos a la pandemia, cuando fue su rodaje, resulta demasiado; ni siquiera Lolita Torres, quien exigía por contrato que no hubiera besos en sus films, llegaría hoy a tanto (como tampoco a superar los 90 minutos perfectos que duraban los suyos). Y algo más: en ambos casos son besos pudorosos, breves, como para salir del paso; hasta los flemáticos ingleses de Downton Abbey besaban mejor que estos latinos de fuego en la sangre. No es sencillo diagnosticar la sequedad de sentimientos en In The Heights. Tal vez haya que recordar la frase de Robert Benchley, uno de los más lúcidos cofrades de los parroquianos del Algonquin: “La ópera es ese género en el que cuando un personaje es apuñalado por la espalda, en lugar de sangrar canta”. En Broadway, origen de esta obra de Lin-Manuel Miranda, el artificio es similar ya que sus personajes, como en todo musical, no sólo reaccionan cantando a todo lo que les ocurre sino también bailando. Y es aquí donde vuelve a darse el eterno conflicto de los musicales llevados al cine cuyas puestas dramatizan, de manera realista, lo que les ocurre a los personajes en los momentos no cantados. Es un híbrido que nunca se llevó bien ni con la verosimilitud ni con los gustos de cada espectador (salvo que se sea Stanley Donen o Bob Fosse, por supuesto, que no es el caso de Jon Chu, director de esta película): aquellos que gozan con los musicales (o con las óperas) sólo quieren canto y baile; aquellos que prefieren lo dramático siguen la historia con el miedo de que cualquiera se ponga a cantar en el momento más tenso, como quien teme un ataque de epilepsia. In The Heights, como se dijo, es un exitoso musical cuya versión para el cine, al menos en su primera semana de exhibición en salas y HBO Max en los EE.UU., estuvo lejos de alcanzar el mismo fervor (sólo 11 millones de dólares de recaudación en boletería). Su historia cuenta las esperanzas, sueños, frustraciones y logros de la comunidad latina en Washington Heights, distrito de Nueva York con amplia población de ese origen. El barrio se encuentra en el extremo norte de Manhattan, más allá de Harlem; una zona a la que llegan muchos turistas (o que llegaban, cuando se podía viajar) porque allí está The Cloisters, el más importante museo de historia medieval de los Estados Unidos. Protagonista y relator es Usnavi (Anthony Ramos), el buen muchacho que vive alimentado por sueños de progreso que, en realidad, son herencia de los de su padre dominicano, quien bautizó de tal forma a su hijo porque al llegar al puerto de Nueva York la primera nave que vio decía US Navy. En el barrio, o más específicamente en la cuadra (“the block”, tal como la llaman), se concentran soñadores provenientes de toda la cintura cósmica del sur, quienes sueñan mejor allí que en sus respectivas patrias. Hay dominicanos, puertorriqueños, salvadoreños, venezolanos, chilenos; inclusive representantes de quienes descendieron de los barcos, aunque no los veamos (pero está la bandera y son mencionados). La muchacha que le gusta es una empleada de peluquería especializada en pintar uñas de manera creativa, Vanessa, a quien interpreta la actriz Melissa Barrera. Podría uno ceder al chiste fácil y decir que, al principio, el amor no correspondido de Usnavi es un amor sin Barrera, pero el famoso musical de Robert Wise y Jerome Robbins de 1963, también ambientado en la comunidad latina de Nueva York (aunque en una zona más paqueta como el Upper West Side), tiene más de una diferencia con In The Heights, más allá de la maravillosa partitura de Leonard Bernstein. Pocas adaptaciones de “Romeo y Julieta” para el cine tuvieron la gracia y el vigor de West Side Story/Amor sin barreras: el conflicto planteado por Shakespeare, ese contemporáneo nuestro como nos recuerdan Harold Bloom y algunos noticieros de TV, no sólo es vigente sino también universal. En cambio, a los conflictos regionales de los musicales de Lin-Manuel Miranda, tal como les ocurre a sus personajes, se les hace difícil abandonar los Estados Unidos: es improbable que el anterior e igual de exitoso Hamilton se represente en muchos otros escenarios fuera de Broadway. Los conflictos de In The Heights son parroquiales, cuando no un poco mezquinos, y ni siquiera están planteados con la fuerza necesaria. No es fácil sentir demasiada empatía por los destinos de esos vecinos, ni por sus sueños en Manhattan, cuando se tiene en cuenta cómo se vive hoy en el resto de la Patria Grande. Hasta el desenlace del film es un tanto miserable y si no fuera por aquel asunto del spoiler hasta lo contaríamos. Algunas coreografías, algunos números musicales colectivos filmados a lo Busby Berkeley por el señor Chu son irreprochables, y deleitarán a quienes gustan de este “candy para la vista”. Hay inclusive un homenaje a Boda real, la película en la que Fred Astaire desafía la gravedad y baila sobre las paredes y el techo de su habitación; aquí lo hace una pareja sobre el exterior de un edificio de departamentos, y es justamente cuando se produce el primer beso de la película. Eso recuerda aquella definición del baile que dice que es la práctica vertical de un deseo horizontal, aunque en este caso la horizontalidad sólo inspire un pudoroso roce de labios.
Mucho antes de alcanzar el estrellato en Broadway con «Hamilton», Lin-Manuel Miranda fue el encargado de realizar las letras y las canciones de «In The Heights», un musical escrito por Quiara Alegría Hudes, que fue todo un suceso en el mundo teatral norteamericano, comenzando con un recorrido en el off-Boradway hasta llegar a la escena principal y alzarse con varios premios Tony. 14 años después de su estreno en las tablas llega una adaptación cinematográfica que vuelve a profundizar en la comunidad latina, principalmente en las personas oriundas de República Dominicana, Puerto Rico y Cuba que residen en la parte norte de Manhattan, conocida como Washington Heights. Aquel barrio es un reflejo de lo importante que es la comunidad latinoamericana en EEUU y principalmente en la ciudad de New York. El largometraje dirigido por Jon M. Chu, director de «Crazy Rich Asians» (2018) y algunas secuelas de la saga de «Step Up» (2006), parece ser una elección acertada para ponerse al frente de esta historia, ya que además de tener algo de experiencia en el género también supo representar y hacer gala de un discurso diverso (aunque algo polémico para cierto sector del público) en su film de 2018 que representaba a la comunidad oriental en EEUU. Obviamente que no todas las comunidades tienen los mismos orígenes o conflictos para retratar en pantalla y algunos pueden considerar que la producción podría haber ido tras un director latino para la ocasión, no obstante, el film presenta la supervisión de la creadora de la obra (Hudes) que además de producirlo fue la encargada de reescribir y actualizar el guion, así como cuenta, además, con la supervisión de Lin-Manuel que también oficia de productor. «In the Hights» cuenta prácticamente la misma historia que la obra original (con ligeros ajustes motivados por el cambio del contexto sociocultural) donde un grupo de inmigrantes busca abrirse camino en la convulsionada ciudad de New York. Usnavi (Anthony Ramos) es el narrador de la película que le cuenta a sus hijos la historia de su juventud. Una historia que cruzará caminos con la de varios vecinos y colegas del barrio, cuando él atendía un mercado en Washington Heights. La historia se desarrolla durante un caluroso verano, donde ocurrió un apagón en toda la ciudad, y donde el deseo de volver a la patria de sus ancestros (República Dominicana) era más fuerte que nunca. Sin embargo, su sueño de cambiar de panorama en búsqueda de algo mejor no es el único. Nina (Leslie Grace) había transitado ese camino previamente y ahora regresa a su casa después de dejar su carrera en la universidad de Standford y teniendo que afrontar esa imagen de «chica que lo logró» para asumir la frustración de haberlo intentado y fallado. Vanessa (Melissa Barrera), el interés romántico de Usnavi, busca salir del barrio y perseguir una carrera en la industria de la moda. Benny (Corey Hawkins) sueña con tener su propio negocio y Daniela (Daphne Rubin-Vega) decide mudar su peluquería al Bronx luego de que le cancelen su contrato de alquiler. Estas son algunas de las historias que reúnen a este grupo de conocidos que son descendientes de las primeras generaciones de inmigrantes latinos, y que notan que su barrio ya no es lo que era y como todo tiende a una especie de gentrificación de la zona. También en el lugar aparece la figura de la Abuela Claudia (Olga Merediz), una matriarca del barrio que siempre se preocupó por amadrinar a los chicos huérfanos del barrio y ayudar a los más necesitados. Obviamente entrarán en juego y se irán yuxtaponiendo las diferentes subtramas con la historia de Usnavi, en un ejercicio narrativo que tiene algunos toques novelescos pero que son acompañados de atractivos y optimistas números musicales que irán con un nivel de euforia y un enorme despliegue visual a los que Jon M. Chu ya había demostrado en algunos de sus relatos anteriores. Por otro lado, la mezcla de ritmos latinos que consigue Miranda por medio del merengue, la salsa y el hip hop (el sello distintivo del artista) hacen que además de lograr melodías pegadizas y seductoras, el musical tenga una personalidad inusitada. Probablemente, lo que hace que el film se destaque es cómo su tratamiento nos recuerda a los musicales del viejo Hollywood (principalmente a «West Side Story» con los que tiene algunos puntos en común) pero con una temática y una aproximación musical tan ecléctica como moderna. Una película como «In The Heights» resulta tan necesaria en estos momentos para poder darle voz a cierto sector de la sociedad, compuesto por personas marginadas que solo quieren ser escuchadas y/o incluidas. Si bien hay cierta manipulación narrativa y emocional (especialmente en el final del largometraje), la obra compone una de esas experiencias cinematográficas alegres y contagiosas que tanto bien nos puede hacer en esta época pandémica. Un film que se nutre del talento involucrado detrás de las cámaras para poder hacer una más que correcta trasposición al medio audiovisual y un enorme compromiso de parte del elenco, entre los que destaca la mayoría, pero especialmente Anthony Ramos en el rol principal. «In The Heights» es un musical vibrante y sumamente disfrutable que funciona más en sus aspectos musicales y visuales que en lo estrictamente narrativo. Aun así, es una obra completa que tiene su costado reflexivo a nivel social y el sello característico de Lin-Manuel Miranda que quedará resonando en la mente del espectador durante un largo tiempo.
La verdad, me tomó por sorpresa. Con toda esta cuestión de no ir al cine por las restricciones, ver «In the heights» en pantalla grande, es movilizante. No sólo por la felicidad que emana de poder recuperar esa posibilidad, sino de ver cómo el cine, mantiene intacto su poder para conmover y canalizar emociones. A lo largo de sus 143 minutos, no podés (literalmente) despegar los ojos de la pantalla. No es que «En el barrio» sea una obra maestra,… No, no lo creo. Sí me parece que es una explosión de baile, color, gracia y encanto como pocas veces hemos visto en musicales cinematográficos. Seguramente es una percepción agigantada por la falta de exponentes fuertes desde 2020 para acá. Lo se. Pero eso no niega lo que este trabajo del laborioso Jon M. Chu («Crazy Rich Asians») provoca en la audiencia. Claro, todo está fundado en la experiencia previa generada por «Hamilton», de Lin Manuel Mirada, hacedor de éxitos en el género quien aquí oficia de escritor y hasta incluso, se permite una pequeña participación para dejar contentos a sus fans. Les contamos que «In the heights» es una adaptación de la obra de dicho autor junto a Quiara Alegría Hudes que desde 2008 se exhibe con gran éxito en Broadway. Fue multi-nominada a los Tony y hasta compitió por el Pulitzer en la categoría drama en 2009. Su adaptación, sin dudas, era un gran desafío dado que el público del cine no siempre apoya estas versiones («Cats», «Annie», «Rent», etc), amén de su calidad (las nombradas comparten ser de lo más flojo en este rubro). Sin embargo, Chu es un hombre que entiende bastante del tema y quizás era de los más competentes directores para tal desafío. Su experiencia en manejo de grandes elencos y jóvenes actores y su potente lenguaje visual, serían a priori el mejor escenario para una realización de este calibre. La apuesta, era arriesgada. Y a juzgar por los resultados obtenidos, tuvo resultado satisfactorio Esta es la historia de un grupo de jóvenes (y algún adulto por ahí), latinos y de clase media-baja (o un poquito menos) que tienen aspiraciones de progreso y se enfrentan a una problemática común para los extranjeros: la discriminación, la precarización laboral y la falta de horizontes de crecimiento financieros para su raza. Pero tienen ansias de pelearle a la vida y tratar de crecer, a todo nivel. La trama central, por así decirlo (porque hay muchos coprotagonistas), hace eje en Usnavi (Anthony Ramos), quien es un pibe que atiende una tienda común y que está enamoradísimo de Vanessa (Melisa Barrera). Los dos tienen la intención de cumplir sueños muy preciados (uno, volver a Dominicana a abrir un bar en la playa; ella, tener su local como diseñadora de moda y accesorios) y junto a ellos encontramos una tropa de chicos y chicas buenos, sanos y con hambre de progreso. Viven un suburbio y sus días pasan entre bailes, canciones, proyectos y problemas, como todos. Eso sí, las escenas se suceden con cuadros musicales sin pausa, veloces, energéticos y excelentemente coreografiados. «En el barrio» además abre una línea de discusión acerca de cómo los inmigrantes latinos vienen reclamando derechos como ciudadanos norteamericanos sin éxito hace tiempo. Se nota una preocupación no sólo en poner en relieve el calor de la herencia de América Central (especialmente Dominicana y Puerto Rico, aunque al final aparezcan muchas más banderas) sino también la preocupación por la plena integración racial. Hay un grupo de secundarios interesante (Jimmy Smits y Olga Merediz), un relato movido y amistoso que invita a la audiencia a disfrutar cada minuto en sala. Los rubros técnicos son sólidos y la calidad de los bailarines e intérpretes, destacada. Muchas veces hablamos del poder reparador del cine y creo que «In the heights» es una excelente alternativa para «desconectar» con lo difícil del escenario que transitamos y relajarnos disfrutando una gran película. Quizás no sea del paladar de todos y todas, pero hay que reconocerle que ofrece buen entretenimiento, un bálsamo en estos días. La mejor alternativa para este frío finde, seguro.
Desde los suburbios de Nueva York llega, "IN THE HEIGHTS" (En el Barrio), una historia con sangre latina y llena de música que nos enseña que para alcanzar nuestros sueños se requiere de mucha paciencia y fe. El género musical, les guste o no, tiene un gran poder extra a la hora de contar las historias. Hay algo en cantar los diálogos, la música y los bailes que transforman la experiencia haciéndola más grandiosa; y cuando detrás de un proyecto así hay alguien conocedor del género como lo es Lin-Manuel Miranda, el éxito es casi asegurado. Lin-Manuel Miranda ya es palabra mayor dentro del mundo Broadway gracias a su obra maestra (y créanme no le queda chico el término), "Hamilton". Allí supo reinventar el género, combinando la historia de uno de los padres fundadores de EE.UU con la fuerza, poética e ironía que propone el rap (Está disponible en Disney +). Lo que pocos saben es que esa no fue la primer obra del artista, sino que allá por 2008 ya había sido ampliamente reconocido (cuatro Premios Tony incluido Mejor Musical y una nominación al Premio Pulitzer de Drama) por un musical del Off Broadway llamado "In The Heights", el cual realizó junto con Quiara Alegría Hudes. La obra revolucionó la escena y ahora se traslada a la pantalla grande con la dirección de Jon M. Chu (Crazy Rich Asians, Step Up 2 y 3) para regalarnos 143 minutos llenos de emociones y fiesta. Se encienden las luces en Washington Heights… El aroma a “cafecito caliente” ondea en el aire justo fuera de la estación de subte 181st Street; allí, un caleidoscopio de sueños congrega a esta comunidad animada y unida. En la intersección de todo está Usnavi (Anthony Ramos), el simpático y magnético dueño de una bodega, que ahorra cada centavo de su rutina y anhela, imagina y canta una mejor vida. Con los primeros 8 minutos del film ya nos sentimos un vecino más de este barrio neoyorkino. Un gran cuadro musical nos sitúa en la acción, nos presenta a los personajes y condensa perfectamente lo que será la historia. Es difícil no sentirse identificado habiendo personajes tan diversos y temas muy presentes en nuestra vida. Es una historia sobre nuestros orígenes, la familia, la memoria, los choques generacionales, los sueños, la lucha contra el racismo y la marginalidad (y podría seguir la lista). "Repítelo para que no desaparezca" dice Usnavy en una de las primeras escenas y es exactamente de eso que sirve la película. Es una oda a la comunidad latina de Nueva York en un momento donde los inmigrantes, los llamados "Dreamers", vienen de estar muy amenazados tras el gobierno de Trump. No creo que sea una casualidad que hayan elegido este momento para adaptar esta pieza y celebro que sirva para abrir el diálogo y representar en la pantalla grande a estos sectores de los que lamentablemente no se cuentan muchas historias. Poniendo un ojo crítico sobre el guion, le podríamos encontrar puntos en común con otras obras musicales o películas predecesoras, algunas líneas argumentales quedan algo difusas y la trama por momentos se siente un poco 'naive' o falta de profundidad, pero, la forma en la que decidieron plasmar la historia en cuanto a recursos visuales y sonoros, nos hace olvidar de eso (Aquí no importa el qué, sino el cómo). Durante varios cuadros resulta sorprendente el nivel de despliegue y la dirección, no solo actoral sino coreográfica, merece su reconocimiento. Un recurso que me pareció un tanto sobreexplotado fue el uso del "Spanglish" (Español e inglés), que con el pasar de los minutos se siente forzado y repetitivo en las palabras que eligieron para incorporarlo. Anthony Ramos y Melissa Barrera demuestran un gran abanico interpretativo y nos sorprenden en los roles protagónicos. Ambos parecen entender perfectamente el código de la cinta y fluyen en ella. El resto del elenco también brilla por igual, ya que el relato nos da tiempo para descubrir las historias de todos. Vemos caras conocidas, nuevas y por sobre todo, muy diversas. "IN THE HEIGHTS" nos hace vibrar gracias a su conexión con la actualidad. En estos tiempos donde transitamos una lenta vuelta a la "normalidad", nos hace pensar en el reencuentro con amigos, la familia, las actividades en comunidad y eso nos llena de optimismo. No es solo una celebración a la comunidad y cultura latina, sino a la vida. Y recuerden: ante todo, paciencia y fe... Por Matías Villanueva
Reseña emitida al aire en la radio
"El Latino Dream" Después de su reciente estreno el pasado 11 de junio en Estados Unidos, y en sintonía con la reapertura de varios cines de Argentina, se estrena aquí la versión cinematográfica del musical "En el Barrio" Por Denise Pieniazek En el Barrio (In the Heights, 2021) resulta ser la transposición del musical creado por Lin-Manuel Miranda (compositor de la música y letra del mismo) en conjunto con la dramaturga Quiara Alegría Hudes, ambos descendientes de latinoamericanos, especialmente de Puerto Rico. La obra de teatro comenzó a realizarse en 1999 y fue estrenada comercialmente en el 2005, y en el 2008 pasó del circuito Off-Broadway a Broadway, ganando exitosamente cuatro premios Tony. Su creador, Miranda, estaba pensando en realizar la versión cinematográfica de In the Heights desde el 2008, por eso estuvo involucrado durante todo el proyecto de este largometraje, incluso representa un personaje (Piragüero). Asimismo, Hudes, que además de producir el filme, escribió el guión cinematográfico, quien mejor que la propia dramaturga para realizar la adaptación del teatro a la pantalla grande. Tanto el director de En el Barrio (In the Heights, 2021), Jon M. Chu, como Miranda son estadounidenses de primera generación, por lo tanto, tenían varios puntos en común para pensar juntos en la transposición, a través del desarraigo y la otredad que son dos de los temas principales del musical. En el Barrio (In the Heights, 2021) narra principalmente la historia de cuatro jóvenes y su entorno, en el barrio latino (mayormente dominicano) de Washington Heights en Manhattan, Nueva York. Un dato interesante es que lo que aporta la versión cinematográfica, es la posibilidad de filmar en la locación real de Washington Heights. Miranda creció en este barrio e incluso continúa viviendo allí actualmente, por eso para las partituras utilizó diversos estilos, como Hip-hop, salsa, R&B y pop, para representar la diversidad de música que se oye cuando se transita por dicho vecindario. La historia de En el Barrio (2021) es narrada a través del punto de vista de Usnavi (interpretado carismáticamente por Anthony Ramos, quien ya había trabajado con Miranda en su otro musical teatral Hamilton, y además tiene ascendencia puertorriqueña), un joven descendiente de dominicanos, por eso sueña con dejar su bodega del barrio y volver a República Dominicana. Usnavi es quien hace avanzar la acción conectando narrativamente a todos los personajes del barrio, unidos por distintos orígenes latinos buscando un sentido de pertenencia. Así conoceremos también la historia de Nina (Leslie Grace, quien es descendiente de dominicanos), Benny (Corey Hawkins) y Vanessa (interpretada por la mexicana Melissa Barrera). Resulta pertinente destacar el origen latino del elenco, para interpretar una historia sobre la inmigración, el desarraigo, el sentirse constantemente un extranjero, es decir un relato sobre la otredad y las minorías sociales. En esta especie de “cuento” -ya que posee estructuralmente con un prólogo y epílogo- contado por Usnavi hacia unos niños, les pide a los mismos que “griten Washington Heights para que no desaparezca”. Lo que parece un gesto menor, tiene un valor simbólico enorme, y es metaforizado en la película en el apagón que sufre el barrio durante tres días consecutivos. Pues sin electricidad, en medio de un calor agobiante, los habitantes de dicho barrio se vuelven “los olvidados” de Manhattan, invisibles en la oscuridad, son como la letra de la canción indica “powerless” (sin poder). El largometraje posee varias modificaciones en detalles del argumento en sintonía con el contexto actual, pero manteniendo las críticas al American Dream. Miranda creció viendo musicales y películas debido a que su abuelo tenía un video club, quizás por ello en la obra de teatro podían observarse varias cuestiones que vinculaban a In the Heights con West Side Story (1957), y más precisamente en este año donde el género musical vuelve al cine, ya que próximamente se estrenará la segunda transposición de West Side Story dirigida por Steven Spielberg. La obra de teatro West Side Story -y su brillante versión cinematográfica de 1961- también estaban ambientadas en la parte superior de Manhattan, y narraban los problemas de integración en Norteamérica de los inmigrantes puertorriqueños, mediante una dramática y profunda crítica al American Dream de los ´50. Además, mediante una relación intertextual directa con Romeo y Julieta de Shakespeare, la acción giraba en torno al amor interracial prohibido, lo cual en cierta medida también estaba presente en la obra musical In the Heights a través de la pareja sentimental de Nina (latina) y Benny (ajeno a la comunidad latina). En la versión cinematografía de En el Barrio, este es uno de los elementos del argumento que han sido modificados, parece que en el presente actual un amor interracial ya no es un conflicto, incluso aquí la pareja es representada por la doble minoría social, una latina y un afroamericano. Otra modificación a nivel argumental, que posiblemente tiene como objetivo destacar una problemática actual, es el motivo por el cual Nina ha dejado la universidad -y aquí “alerta spoiler” mediante-, es porque se sentía constantemente discriminada e incluso fue tratada como una delincuente (en la versión teatral era porque a Nina no le alcanzaba el dinero por trabajar tanto para pagar la universidad y, en consecuencia, al no tener tiempo para estudiar obtenía malas notas y perdía su beca). Por otro lado, de forma significativa se incluye la cuestión de la inmigración ilegal y la falta de documentación, y, en consecuencia, como esto repercute en el futuro de los jóvenes. Como resultado de dichas cuestiones, la mayoría de los jóvenes de la película están desmotivados, al mismo tiempo que fantasean con poder alcanzar sus objetivos, sus “sueñitos” y un futuro mejor que el de sus padres. Por último, En el Barrio representa varias nacionalidades latinas, ya no se habla sólo de dominicanos y puertorriqueños, sino que también se incluyen a mexicanos, cubanos, chilenos y muchos más a través de la diversidad cultural de la secuencia musical “Carnaval Del Barrio” en donde se observan banderas de varias nacionalidades latinas. En dicho sentido hay que destacar el ritmo y gran trabajo coreográfico que poseen los cuadros musicales, ya sean íntimos o corales. La película alterna entre cuadros terrenales y otros grandilocuentes bien propios del género y de sus reminiscencias clásicas, como el del tema musical “96.000” filmado en la pileta de Highbridge Park, que remite a los apoteóticos cuadros cinematográficos de Esther Williams. Para concluir, En el Barrio es un entretenido y emotivo esbozo de la clase trabajadora inmigrante latina y su esfuerzo por prosperar e integrarse en otra cultura totalmente distinta como es la norteamericana, ideal para los amantes de los musicales. Aunque si bien hay una crítica al American Dream, también está al servicio del mismo, incluyendo por ejemplo el happy-end, y dejando en duda si ¿los latinos se están haciendo espacio en Hollywood o si es una forma de la hegemonía de absorberlos?
CORRECCIÓN CANTADA Y BAILADA Las adaptaciones de musicales de Broadway son ya un subgénero molesto dentro del cine, que gozó de cierta consideración en la primera parte de este siglo (Chicago o Los miserables, por poner dos ejemplos de películas malas celebradas), pero que de un tiempo a esta parte ya ha terminado de mostrar su vertiente más ridícula, con esa cima de lo kitsch que fue Cats. En el barrio llega un poco tarde a la moda, pero también es cierto que tiene elementos con los cuales justificar su traspaso a la pantalla grande en este momento: su historia de inmigrantes, de diversidades étnicas, de representación cultural de lo latino, sin dudas que impacta fuertemente en este presente de Hollywood, donde la construcción de una Babel en la que estemos todos integrados, sin que nadie se moleste o se pueda sentir dañado por algo que lo haga sentir marginado (pero siempre con Hollywood a la cabeza y en inglés), parecer ser el objetivo final. En ese contexto importan más los discursos que las formas, y la película de Jon M. Chu, en sus machacones 143 minutos, repite una misma nota hasta el infinito y siguiendo el manual de instrucciones de la corrección política y del discurso demócrata bienpensante (no es muy difícil intuir que En el barrio se pensó para la era Trump, pero se terminó demorando por la pandemia). En el barrio está basada en un musical de Lin-Manuel Miranda y Quiara Alegria Hudes. La historia está ambientada en Washington Heights, un barrio de Nueva York integrado por una amplia comunidad latina de mexicanos, dominicanos, puertorriqueños entre otros, donde se vive con lo justo y con esfuerzo, pero con el fin de cumplir el sueño de “hacer la américa”. El relato es coral y se abre hacia un grupo de personajes que atraviesan diversas penurias, pero con un sentido de la comunidad y lo grupal que la película refuerza con el registro de encuentros sociales hogareños en los que todos se comportan como una familia. Si hasta incluso tenemos a “abuelita”, una mujer que funciona como protectora de los habitantes del barrio, y que es el clásico personaje secundario en el que se depositan las buenas intenciones de los autores. Hay algo molesto en la película y tiene que ver, precisamente, con la representación: si la película pretende derribar estereotipos, lo hace por medio de la construcción de otros estereotipos, de la exacerbación de lugares comunes y de personajes demasiado unidimensionales, carentes de conflictos. Y nos referimos a conflictos reales, cinematográficos. Todo es tan amable, tan pulcro, tan buena onda en la película, que uno se pregunta por qué los personajes sufren como en una mala telenovela. Pero En el barrio es un musical y, seguramente, haya que definirlo por esas reglas. Jon M. Chu es un director con experiencia en el género, especialmente con un par de películas de la saga Step-up que, como esta, tienen un contacto con lo urbano que le saca un poco el exceso de brillo a lo Broadway pero no puede dejar de ser todo lo reluciente que puede ser un videoclip de la era post-MTV. Hay aquí una secuencia de apertura que funciona perfectamente, gracias a la enjundia y el vigor de una gran cantidad de bailarines zarandeándose por las calles (hay otra secuencia en una discoteca que también es muy buena), con un espíritu y una energía que, no era muy difícil imaginar, resulta imposible de sostener a lo largo de las dos horas y veintitrés minutos que dura esto. La síntesis, que es uno de los grandes problemas de este tipo de adaptaciones, faltó a la cita, y así En el barrio acumula conflictos, personajes y canciones de manera reiterativa. Es verdad que Lin-Manuel Miranda parece un tipo bastante honesto y su obra no luce como propia de un oportunista, pero es cierto que por momentos este cuentito de inmigrantes que sueñan con regresar a su tierra suena un poquito hipócrita. Porque en el fondo no es tanto la corrección lo que molesta, sino la coherencia con la que se la ponga en escena.
El esperado musical de Broadway con guión de Lin Manuel Miranda y Quiara Alegria Hudes llegó al cine, dirigido por Jon M. Chu. y producido por M. L. Miranda, (quien también tiene un pequeño rol y es el responsable de la multipremiada y espectacular "Hamilton", por si no lo sabían, disponible en Disney+) La historia que le proporcionó un Tony a Miranda en 2008 es simple pero contundente, habla de identidad, sueños, amor, y lazos entre padres, hijos y amigos en un Barrio de Nueva York llamado Washington Heights. También de Paciencia y Fe. Todos los temas se transforman en música, principalmente salsa y rap que hacen que la película sea una fiesta...hay varias escenas que amé, la de los balcones y el número de apertura en la calle, sólo para nombrar dos, porque son todos increíbles. Las canciones, para el que no las conoce son hermosas, alegres, pegadizas y sus coreografías, perfectas. Lo mejor del guion es su forma de retratar la cultura popular latina, la de los barrios, que emigró a Estados Unidos, allí se muestra la realidad cotidiana. La unión entre ellos es primordial, cada uno lucha por mejorar y lograr su propósito. También se deja entrever la discriminación y la falta de oportunidades que sufren los inmigrantes en el país de los grandes sueños. El Arte y Diseño de Producción destacan culturas principalmente de República Dominicana, Puerto Rico, México y Cuba, pero en el cuadro de Latinoamérica todos los países están representados. Un acierto. Y durante todo el recorrido, la búsqueda del amor es representada por una amplia gama de personajes, donde se destaca Usnavi (Anthony Ramos, muy buen trabajo, también de "Hamilton") quien es el encargado de la narración y la historia de amor con Vanessa (Melissa Barrera, maravillosa). La pareja secundaria es la de Benny (Corey Hawkins) y Nina (Leslie Grace), tan buenos como todo el elenco. "En el Barrio" habla de sueños, los de nuestros padres, abuelos y los propios y de la lucha por alcanzarlos. A veces se logra, otras no, también de orígenes, valores e identidad y de mantener eso vivo. Vale la pena el viaje.
En 2018 el realizador asiático americano Jon M. Chu dio el batacazo con Locamente millonarios, una comedia romántica que se transformó en un inesperado éxito comercial y cuya característica más sobresaliente y promocionada era la de contar con un elenco íntegramente compuesto por actores y actrices de origen asiático, sea de Estados Unidos o de los países de Oriente. Aquel film, gracias a su carácter inclusivo, consiguió un sello de progresismo para lo que no era sino una clásica historia de Cenicienta accediendo al privilegio de pertenecer. Tal fue el éxito que a Chu le encomendaron repetir la operación con otra comunidad, aunque esta vez no sea la suya. Así es como fue elegido para llevar al cine el musical In the Heights de Lin-Manuel Miranda, quien a su vez quedó a cargo de la dirección musical del film y se reservó un breve papel de vendedor de piraguas. La comunidad en cuestión ahora es la comunidad latina de Nueva York, más precisamente la que está asentada en el barrio de Washington Heights, en el extremo norte de Manhattan. Y si Locamente millonarios estaba protagonizado por chinos, filipinos, singapurenses y coreanos, aquí nos encontramos con dominicanos (mayoría en el barrio), puertorriqueños, cubanos y mexicanos. Al igual que en el anterior film las palabras clave son inclusión y representación. El protagonismo está repartido en un puñado de personajes del barrio y el denominador común son los sueños, o más bien las dificultades para alcanzarlos. Los principales son Usnavi, el dueño de una bodega (para nosotros un minimercado) que sueña con reabrir el chiringuito en la playa de República Dominicana que fue de sus padres y se lo llevó un huracán, Vanessa, una manicura que sueña con establecerse como diseñadora de modas en una zona más elegante de la ciudad, y Nina, la hija de un comerciante próspero del barrio, que fue la primera de la familia en ir a la universidad, la dejó por no sentirse integrada y busca su lugar en el mundo de regreso en su barrio. Los rodean un elenco numeroso de secundarios con problemáticas diversas pero que tienen que ver en general con la falta de oportunidades. Hay un antecedente célebre de musical con protagonistas de la comunidad latina: Amor sin barreras (1961), de la cual nada menos que Steven Spielberg está por estrenar su remake. En aquel clásico, que llevaba el concepto de Romeo y Julieta al mundo de las pandillas, se lidiaba con temas como las dificultades para integrarse de los inmigrantes pero también con la marginalidad, la pobreza y la violencia. En el barrio intenta una crítica de las injusticias y una reivindicación de la comunidad pero de una manera mucho más liviana. Claro que Nueva York ya no es la de los 60 y aún menos la violenta y quebrada de los 70, sino la gentrificada del nuevo milenio. Aquí el tema principal es la falta de oportunidades para los latinos pero ni por asomo se arriesga a ítems que impliquen sordidez o violencia. Esto en parte quizás para no estigmatizar a la comunidad, algo muy loable seguramente, pero las buenas intenciones por lo general llevan a abordajes inofensivos y raramente a relatos interesantes y a buenas películas. La del film es una comunidad integrada y solidaria, risueña y cantarina. Abundan los momentos de fiesta, sonrisas y baile. Por contrapartida, los momentos dramáticos carecen de fuerza. En el barrio se esfuerza por dar una imagen y un mensaje positivo de integración, reivindicación y orgullo que de tanta insistencia resulta sobreactuado. Así tenemos escenas como la enumeración de las grandes mujeres latinas, un discurso callejero de la periodista latina María Hinojosa o al personaje de Nina más de una vez pidiendo silencio para escuchar amorosamente el ruido de su cuadra. Todos momentos cuya función es subrayar la idea de orgullo de la comunidad. Esta carrera por cumplir con todas las agendas no le impidió sin embargo que lluevan las críticas por la falta de afrolatinos entre los personajes principales. Estamos ante la versión fílmica de un musical que debutó en 2005 y en 2008 ya estaba en Broadway. Por ende la música es la principal protagonista y, dada la temática, incluye desde ritmos latinos a pop, baladas románticas y hip hop. Los abundantes números musicales y las coreografías multitudinarias se suceden una tras otra en una seguidilla que en algún punto parece interminable. Hay ideas visuales interesantes como una bella escena de baile en las paredes de un edificio, pero todo es tan repetitivo y recargado que termina saturando, desde el despliegue de masas a los mensajes positivos acerca de seguir el camino de los sueños, el amor a la tierra y otros lugares comunes que, reconozcámoslo, pueden repeler a los más escépticos, pero también tienen un público entusiasta y ávido de mensajes de autoafirmación. En Locamente millonarios Chu nos vendió como progre y moderna una historia de ascenso social donde la protagonista terminaba integrando el mundo de millonarios que al principio rechazaba. Ahora hace una jugada similar (que ya estaba en la obra de Miranda) y nos presenta, tras una fachada de representación y orgullo latino, un elogio del emprendedurismo y una crítica al sistema lo suficientemente flexible como para que al mismo tiempo sea posible triunfar dentro de éste siguiendo sus mismas reglas. EN EL BARRIO In the Heights. Estados Unidos, 2021. Dirección: Jon M. Chu. Intérpretes: Anthony Ramos, Corey Hawkins, Daphne Rubin-Vega, Dascha Polanco, Jimmy Smits, Melissa Barrera, Leslie Grace, Olga Merediz, Gregory Diaz IV. Guión: Quiara Alegria Hudes, sobre el musical de Lin-Manuel Miranda. Fotografía: Alice Brooks. Música: Alex Lacamoire, Lin-Manuel Miranda, Bill Sherman. Montaje: Myron Kerstein. Diseño de Producción: Nelson Coates. Dirección de Arte: Brian Goodwin. Chris Shriver. Duración: 143 minutos.
Washington Heights. La nación Riverito de Nueva York donde todos los problemas de la vida se resuelven con un billete de lotería. En esa locación poblada de bailarines felices se desarrolla este cuento de hadas musical que probablemente tendrá una recepción más calurosa en los fanáticos acérrimos del género. Quienes tengan ganas de sacudir sus nalgas en la butaca luego de la cuarentena, al ritmo del reggaeton y hip hop, encontrarán en este estreno el pasatiempo perfecto. No obstante, para el resto del público podría resultar una experiencia diferente, debido a la innecesaria duración de 143 minutos que hacen de esta producción una pesadilla. En el barrio es la adaptación del musical de Broadway, In the Heights, producido por Lin-Manuel Miranda (El regreso de Mary Poppins), que en la versión para cines contó con la dirección de John M. Chu. Un muchacho en cuyo prontuario figuran títulos como Step Up 2 y 3, el bodrio de Crazy Rich Asians y la infame Jem and the Holograms. Su nueva película tiene la intención noble de celebrar la cultura de los inmigrantes latinos en los Estados Unidos. El problema es que lo hace a través de un espectáculo artificial donde los personajes parecen caricaturas estereotipadas de una publicidad de Coca-Cola. Todo se siente falso y aséptico como si se tratara de la mirada de unos publicistas norteamericanos acerca de lo que ellos creen entender es la cultura latina. La dirección de Chu ofrece un compilado de video clips con coreografías de baile genéricas y canciones olvidables, más aptas para un concurso de Show Match que una producción hollywoodense. Su narración nunca llega a tener un foco definido y sigue las tramas de varios personajes que protagonizan diversas tribulaciones mientras intentan conquistar el sueño americano. Si a esto se le suma que la principal historia romántica parece salida de un film de Palito Ortega de los años ´60, el espectáculo que se extiende durante más de dos horas termina siendo tedioso. Sobre todo por el modo en que Chu encara las secuencias musicales. A lo largo del film no hay espacio para desarrollar las subtramas que se presentan o los momentos íntimos entre los personajes porque todo se enfoca en la explosión de colores y sonidos con la energía de los actores al palo. En consecuencia, lejos de poder disfrutar la "celebración del espíritu latino" después de dos horas llegás al final con la cabeza saturada por los excesos del director. Tras la cuarta canción consecutiva con el mensaje de “no dejes de luchar por tu sueños” surge la misteriosa tentación de buscar algún objeto para tirarle a la pantalla. Más allá que En el barrio no tiene nada interesante para expresar sobre la experiencia de los inmigrantes, como propuesta musical está destinada a quedar en el olvido. En un par de meses Steven Spielberg debutará en este género con la remake del clásico West Side Story donde tal vez encontremos un espectáculo más ameno.
En el barrio es meterse un poco en el mundo de Lin Manuel Miranda. Aquel mundo que muchos descubrimos mediante Hamilton (se puede ver en Disney Plus) pero que tantos otros vienen celebrando hace ya casi una veintena. Si te gustan los musicales es todo disfrute en esta película. Y si no te gustan… bueno, ya podés dejar de leer y -definitivamente- no veas este film. El carisma de todo el elenco (mayormente desconocido salvo por un par de caras) es brillante. Las coreografías y los bailes son sensacionales y la música es muy poderosa. Te envuelve y te transporta. El director Jon M. Chu hace un gran laburo. La puesta es increíble y tiene todos los elementos que se le puede pedir a un musical grandilocuente. La historia es simple, las resoluciones obvias y queda más que claro el por qué adaptar esta obra justo ahora. Es muy coyuntural en lo que respecta a la representación de las minorías latinas (y afrolatinas) en Hollywood. Pero bueno, más allá de entrar en esos debates -y amén de la simpleza de su relato- En el barrio es un musical que se disfruta bastante por los amantes del género y que seguramente volveré a ver.
Del teatro al cine con fuerza y talento latino La adaptación de la obra homónima de Lin-Manuel Miranda y Quiara Alegria Hudes despliega en la pantalla un universo colorido de estereotipos y canciones que refuerzan mensajes necesarios para la ampliación del espectro de representación de la industria audiovisual norteamericana. La historia de En el barrio (In The Heights, 2021) es sencilla, a partir de la narración que hace Usnavy (Anthony Ramos) acerca de su pasado y el de aquellos que convivían en los suburbios de Nueva York, particularmente en Washington Heights, se entreteje un relato sobre la búsqueda de sueños de un grupo de sujetos en una tierra que muchas veces intenta expulsar a aquellos que sólo intentan conseguir su parte. Desde “El Sueñito”, una paradisíaca Isla, el protagonista comienza a presentar a cada uno de los personajes que, sin llegar a renovar por completo la representación de la cultura latina en el cine, permite indagar aún más sobre determinados aspectos de un pueblo que en la actualidad representa a un gran porcentaje de los habitantes del país del norte. Así como la población afroamericana se ha ido abriendo camino en una industria que sólo a partir de la mirada blanca desarrollaba sus historias, Jon M. Chu, sobre la pieza teatral de Miranda y Hudes, se encarga de poner en imágenes cinematográficas una obra que hasta el día de hoy se ha convertido en sinónimo de la latinidad en cada escenario donde se la representa. “Paciencia y fe” dice la abuela Claudia, una mujer que siempre luchó para que sus descendientes no tuvieran que pasar por los apremios económicos y las injusticias sociales que determinaron su presente plagado de enfermedades y el miedo a salir a la calle y no saber si volverá con vida. Pero el guion, de los propios Miranda y Hudes, prefiere no profundizar en aquello que siempre han padecido los latinos, por inmigrantes, por ser hijos de, por luchar hasta el hartazgo por aquello que desean, sino que busca en la exploración del género su verdadera posibilidad de convertirse en el puntapié de un fenómeno que ha trascendido las barreras idiomáticas. Con el spanglish como estandarte y la recreación de los impactantes números musicales de la pieza musical, En el barrio reafirma su espíritu latino con cada escena, con cada baile, con cada melodía que impulsa su mensaje de unión, lucha y pasión por los sueños. Si bien, aun en su intento de reforzar la representación, cae en un espiral de reiteración de lugares comunes, se celebra esta fiesta cinematográfica, colorida, musical que invita a empoderarse a cada uno de aquellos que se acerquen a las salas, los que, inevitablemente, saldrán tarareando las pegadizas melodías.
Critica emitida en radio. Escuchar en link
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El multipremiado Lin-Manuel Miranda (Hamilton) lleva al cine lo que fue su primer gran éxito en Broadway, una obra inspirada en la vida del barrio latino de Nueva York, Washington Heights. Dirigida por Jon M. Chu (Locamente millonarios), En el barrio define su espíritu al apropiarse de la historia del musical sin reinventar demasiado, sino dispuesta a asentar aquella tradición en una nueva era y un nuevo humor social. La historia nace del recuerdo de Usnavi (Anthony Ramos), un joven de raíces dominicanas que despliega ante la mirada de un grupo de niños la materia de los sueños convertida en baile y música, en coreografías que recogen la inspiración de Busby Berkeley, los desafíos a la gravedad de Fred Astaire, el regreso al hogar de El mago de Oz, y sobre todo el concepto de ópera urbana de Amor sin barreras. Lo que había de avant garde en aquellos hitos del género, Miranda lo establece como arena firme de su historia: anécdotas de inmigrantes, crónicas de sueños y aspiraciones, canciones sobre arraigo y pertenencia. En el barrio piensa su mundo adherido a los contornos de la fábula, a las historias contadas de memoria, idealizadas por la distancia y el peso del recuerdo. En ese gesto, que refuerza el homenaje, sus personajes se convierten en mera encarnación de un puñado de ideas: los que sueñan con volver a los días de la infancia, los que ambicionan un futuro prometedor, los que lidian con la frustración de las falsas oportunidades. Todos los actores son excelentes intérpretes, pero sus personajes persisten como abstracciones antes que como criaturas con carne e historia. Con ecos de la tradición operística, como los musicales de Nelson Eddy y Jeanette MacDonald en la MGM, las escenas con diálogos cantados priorizan el desplazamientos de la cámara y los parlamentos de los personajes antes que el concepto de la coreografía. En esa decisión, nunca alcanzan el pretendido peso dramático, quitan humor y soltura a la película y atenazan la fluidez de la puesta en escena a lo que el discurso debe dejarnos en claro. En cambio, los musicales de conjunto son los grandes hitos de espectacularidad de la película: la escena de la calle del comienzo, la del natatorio, la de la disco. Los encuadres en función de la danza, el despliegue del baile de Melissa Barrera –que resulta una de las mejores del elenco- y el uso festivo de la tradición consiguen que esta oda sentimental al barrio latino encuentre su mejor época en el presente, en esas calles que viste de reivindicaciones y de fiesta.
Un gran musical creado por Lin-Manuel Miranda, dirigido por John M. Chu (Locamente enamorados), en un sociedad creativa que da como resultado una versión colorida, inteligente y emotiva del famoso lugar latino, las cuadras del conocido “Washington Heights” donde se crio y vive Miranda, en una obra que comenzó a escribirla a sus 19 años y que como dato curioso se representó en Buenos Aires con varios premios Hugo en su haber. Este creador de la historia y de la música del film, es el mimo que realizo “Hamilton” la comedia musical de Broadway, una de las más exitosas de su historia y una de las más premiadas. En este musical de enorme despliegue, que se filmó en el lugar de los hechos, se tratan temas de la inmigración, la dificultad de conseguir la “green card” para trabajar legalmente, los sueños que incluyen salir de ese lugar de pertenencia, los “sueñitos” de la comunidad latina por triunfar lejos de sus calles, o la vuelta a la tierra de origen, la discriminación que padecen, formulados con profundidad y emotividad. Hay historias de amor, padres que sueñan por sus hijos, recuerdos dolorosos y gratificantes, y todo hecho a la perfección por un elenco impresionante. Hay escenas en que el director debió dirigir a más de quinientas sesenta personas entre bailarines y equipos. El mismo Lin-Manuel Miranda se reservó un papel y actúa con ex compañeros de Hamilton como Anthony Ramos (Usnavi) y Chris Jackson (conductor de camión de helados Mister Softee). De la puesta en Broadway de la obra solo repitió papel es Olga Merediz, la abuela Claudia, que se ganó un Tony por su trabajo. Todo el elenco es brillante y la fusión de ritmos latinos hará que sea difícil quedarse quieto en la butaca. e Curiosidades de una obra que será un verdadero deleite para los amantes del género o para aquellos que quieran iniciarse en las delicias y el talento de esta comedia musical.
Casi 15 años después de su estreno en el off-Broadway, llega a los cines de todo el mundo y a la plataforma de streaming HBO Max este musical de Lin-Manuel Miranda que narra las historias de amor, los sueños, los dilemas y los sacrificios de varios jóvenes de origen dominicano y puertorriqueño que viven en Washington Heights, el barrio de Manhattan con mayoría de habitantes latinoamericanos. Indudablemente atractiva en su factura, pierde parte de su encanto frescura por una excesiva idealización. En el noroeste de Manhattan hay un barrio llamado Washington Heights con una inmensa mayoría de población latina y, sobre todo, dominicana (de hecho a una zona se la conoce como Little Dominican Republic). De allí es Lin-Manuel Miranda (aunque su familia es de origen puertorriqueño), quien en 2007 estrenó en el off-Broadway (y al año siguiente en pleno Broadway) el musical In the Heights. El resto -incluido el fenómeno de Hamilton- ya es bastante conocido y hoy Miranda es una eminencia en el show-business de los Estados Unidos. A partir de las canciones, la música y las ideas de Miranda es que Jon M. Chu (curiosa la elección de un director de familia... ¡china!) rodó En el barrio, saludado -para mi gusto con no poca exageración- como una obra maestra por la inmensa mayoría de la crítica estadounidense. No es que este nuevo trabajo del realizador de Locamente millonarios (Crazy Rich Asians) carezca de profesionalismo, hallazgos e inspiración, pero creo que en estos tiempos de corrección política y búsqueda de mayor diversidad en la representación del cine de Hollywood su elogio (desmedido) calza a la perfección. En el barrio tiene la estructura clásica del musical (largas coreografías de canto y baile conectadas por unos breves nexos de parlamentos “normales”) con un espíritu propio del cuento de hadas. Hay en la inocencia y las buenas intenciones de los protagonistas (todos jóvenes, bellos y esbeltos) algo de exaltación forzada. Es cierto que todo exudan simpatía, cantan y bailan muy bien, pero en este recorte hay -más allá de la celebración de la cultura latina en general y nuyoricua en particular- algo del orden de lo publicitario. Con un relato enmarcado (el protagonista aparecerá al comienzo, en varios pasajes inermedios y al final contándole su historia a unos atentos niños), En el barrio se concentra en las desventuras de Usnavi (Anthony Ramos en el papel que el propio Miranda hiciera sobre los escenarios), un muchacho de casi 30 años que sueña con reabrir el bar El sueñito en la República Dominicana de su familia, un proyecto que funciona a la vez como algo aspiracional y como posible fuga de su rutinario trabajo de sostener un almacén y café en una esquina de Washington Heights. Tímido e inseguro, Usnavi empieza a balbucear y a actuar con supina torpreza cada vez que por el negocio aparece la despampanante Vanessa (Melissa Barrera), una joven que trabaja en un salón de belleza de la zona pero sueña con mudarse al centro y triunfar en el mundo de la moda. La otra subtrama importante tiene como protagonista a Nina (Leslie Grace), una chica puertorriqueña que está decidida a abandonar sus estudios en Stanford para desesperación de su padre (Jimmy Smits), el dueño de una compañía de taxis que se ha gastado lo que no tiene para financiar su carrera universitaria, y que se reencuentra con Benny (Corey Hawkins), su ex novio. Hay, más allá del inevitable artificio de todo musical, algo por momentos genuino y loable en la reivindicación y empoderamiento no solo de dominicanos y puertorriqueños sino también de otras comunidades como la cubana o la mexicana, con personajes nobles, puros y dulces, pero así como el cine de Hollywood nos ha agotado con personajes latinos estereotipados (en especial con los narcos) aquí lo inspiracional corre el riesgo opuesto: caer en la idealización absoluta (veremos, en ese sentido, cuál será el enfoque de Steven Spielberg en la inminente West Side Story). ¿Debo irme o debo quedarme?, se preguntaba en 1982 The Clash y esa es la principal contradicción (además de la generacional entre abuelos/padres e hijos) que atormenta a los personajes de En el barrio. Irse a cumplir ciertos sueños en el mundo (muchas veces hostil) o quedarse dentro de la comunidad y tratar de crecer en ese ámbito (muchas veces limitante). Hay creativas y siempre lúdicas coreografías que remiten al clasicismo de Busby Berkeley e ideas (como un largo apagón en pleno verano) que funcionan muy bien. De hecho, las casi dos horas y media de relato nunca abruman, pero En el barrio, con sus excesos edulcorados y sentimentales, encuentra las que para mi gusto son sus limitaciones en la propia concepción “ideológica” más que en su atractiva y muy cuidada factura.
Estoy seguro de que no soy el mejor latino. No me malinterpreten, amo la comida pero soy muy mal bailarín. Creo en el trabajo duro pero no soy muy familiero. Le abro la puerta de mi casa a quien sea pero no soy muy religioso. Adoro la playa pero no escucho salsa, ni la se diferencia con el merengue, lo cual entiendo es prácticamente un pecado. Definitivamente en mi vida siempre he sentido que estoy al punto del nocaut, pero sigo aquí, con mucha paciencia y fe. Además, hoy soy un inmigrante. Claramente soy latino; caribeño; venezolano. Practique o no mis tradiciones, son exactamente eso, mis tracciones, mi cultura. Tras cuatro largos años lejos de mi tierra me he sentido un poco desconectado hacia la cotidianidad latina. Sin embargo, viendo In The Heights, recibí un cálido abrazo. Durante dos horas revisité mi infancia. Recordé la carne mechada de mi abuela, los viajes exprés hacia la playa y el afán de mis tías a sacarme a bailar. Como lo extraño. Seguramente por eso he visto ya dos veces esta película basada en el musical de Lin-Manuel Miranda, y probablemente la vea varias veces más. Cuando decimos que el cine es increíble es porque es realmente increíble. A pesar de que “En el barrio” está lejos de ser un film perfecto, en un año tan raro y amargo, me encontré con una película que me recuerda de donde vengo y quién soy. In The Heights va sobre un pequeño barrio al norte de Manhattan llamado Washington Heights, un lugar que concentra a muchos latinos, pero en especial a puertorriqueños y dominicanos. En él conseguiremos distintas visiones y personajes represententativos de la vivencia del inmigrante. Tenemos a la Abuela Claudia (Olga Merediz) madre del barrio y cara del masivo arribo de los latinos a Estados Unidos. A Kevin Rosario (Jimmy Smits) como la imagen del trabajador que con su arduo trabajo pudo hacer su propio negocio. Su hija, Nina (Leslie Grace) quién carga con el peso de ser, sin querer, señalada como la elegida a triunfar fuera del barrio, entre otros personaje. Incluso el personaje de Marc Anthony tiene una muy pequeña pero importantísima presencia. Pero la película especialmente cuenta la historia de Usnavi interpretado por Anthony Ramos. Es él, el que simboliza la meta de cualquiera de sus vecinos. El sueñito. El deseo de tener una casa digna, disfrutar de la familia, tener los mismos derechos del prójimo, de hacer lo que realmente ama, etc. En definitiva de cumplir sus metas. En así como durante el film veremos diferentes situaciones y dilemas que cualquier inmigrante se ha hecho. Por ejemplo, el preguntarse realmente si vale la pena tanto esfuerzo solo para sobrevivir. Por más que trabajes duro para otro, o incluso apuestes por ti mismo, la sociedad, el gobierno o lo que fuere, siempre estará ahí para dejarte al borde del jaque. Quizás seas muy inteligente, pero no basta con eso, debes pagar la universidad. O puedes tener las mejores clientas pero el alquiler te va a subir. O peor, puedes ser una gran persona pero no tienes lo papeles pertinentes. Siempre habrá una piedra. Sin embargo, como culturalmente se conoce, a pesar de tener todas en contra el latino responderá con una gran sonrisa. No por algo Venezuela en su momento fue reconocido como el país más feliz del mundo. Todas estas historias hacen a la película bastante disfrutable para un sector que se ve en la pantalla. Momentos entrelazados y embellecidos con gigantescas coreografías y canciones a las cuales no podrás quedarte quieto. Sin embargo, In The Heights comete el error que se le atribuye a los musicales. Es un perfecto ejemplo para las personas que dicen odiar a este género. La gente no odia a las películas donde un tipo canta de la nada porque sea algo raro e irreal. Lo que no gusta es el exceso de idealización, y eso es esta película. Es como comer tu helado favorito junto a tu gaseosa favorita, más una dona y un churro. Es demasiado. Es todo felicidad y buenos escenarios, cuando ni en la misma comunidad es algo real. Por eso el personaje de Marc Anthony es tan importante, comparado a los soñadores parece ser la única persona que ve la otra cara de la moneda. La película podría haber tenido un desarrollo más interesante si hubiera tocado esos temas también. Por momentos, para el gran público, termina siendo un filme que busca una perfección y empatía que roza con convertirse en una propaganda de corrección política tan querida hoy en día. Debemos reconocer que la película sí viene de un lugar muy sincero. Luego de ver tantas historias creadas por algoritmos y a la medida del consumo masivo, es fácil ver cuando un filme está hecho con cariño y con un objetivo noble. Lin-Manuel Miranda, creador de este musical, es la viva representación del latino exitoso (él mismo vivió en Washington Heights) y Jon M. Chu (Crazy Rich Asians) con aciertos y errores han logrado un metraje 100% dedicado a la comunidad latina que se puede ver en todo el mundo. Eso más que agradecerse, se valora.
Esta adaptación al cine del musical de Lin-Manuel Miranda y Quiara Alegría Hudes de 2005 cuenta una serie de historias de luchas, sacrificios, romances y alegrías en la comunidad latina de Washington Heights, en Nueva York. Se ha dicho acá más de una vez: las películas no suelen ser responsables del momento en el que les tocan ser estrenadas. Para algunas, el contexto es un problema y sus estrenos deben postergarse, suspenderse o hasta cancelarse porque sus temas no son «compatibles» con alguna situación determinada que se vive. En el caso de EN EL BARRIO (traducción del original IN THE HEIGHTS, título que hace referencia a Washington Heights, enclave dominicano en Nueva York) pasa exactamente lo contrario. Adaptada de un musical de Broadway co-creado por Lin-Manuel Miranda antes de su más conocida HAMILTON, es una película a la que su propuesta calza a la perfección con estos tiempos. Es una celebración de la comunidad, del espacio público, del lugar de pertenencia, de la vitalidad y del poder de la música y la danza. Y en un mundo que –al menos en el hemisferio norte– está empezando a recuperar la posibilidad de volver a las calles, se siente casi como una fiesta de 140 minutos de duración. EN EL BARRIO es una película viva, activa, que transmite energía en cada fotograma. Es una fábula, claro, bastante inocente acerca de un grupo de inmigrantes de distintos países latinoamericanos que viven en ese multicultural –aunque predominantemente latino, m’hijo– Washington Heights en algo que parece ser el tiempo presente. Utilizando los recursos narrativos y fílmicos del musical clásico pero actualizándolos, tan solo un poco, a los códigos y costumbres actuales, la película de Cho funciona muy bien cuando se presenta como una suerte de fiesta popular, de celebración de ese «barrio» al que da su título. El todo, en ese sentido, es mejor que la suma de las partes. Y el tema se vuelve más interesante que los personajes. El problema mayor de IN THE HEIGHTS es que, en sus escenas dramáticas, en su trama que trae y lleva de acá para allá a media docena o más de personajes, raramente está a la altura de sus destrezas coreográficas y su vitalidad callejera. Si uno saca algunas cuestiones políticas al uso, la película de Cho es sorprendentemente tradicional, tanto desde la estructura casi de telenovela que tiene en sus dos historias de amor principales, como en sus parámetros de familia convencional. Dicho de otro modo: quizás a simple vista parezca muy distinta y mucho más «moderna» que AMOR SIN BARRERAS, pero en lo profundo no lo es tanto. Y quizás esa sea su búsqueda, lo cual no es un problema. El problema es que no funciona del todo bien. EN EL BARRIO cuenta la historia de Usnavi (Anthony Ramos), uno de esos nombres «a la uruguaya» tipo «Trademar». Es un dominicano que vive en Washington Heights, atiende un mercado de esquina (lo que allí se llama «bodega», no confundir con lo que es eso acá) y sueña con volver a la playa de su país de nacimiento y vivir allá. Está enamorado de Vanessa (Melissa Barrera), una chica que trabaja en la peluquería del barrio y sueña con poner una tienda con sus diseños de moda en pleno centro de Manhattan. Por allí también anda Nina (Leslie Grace), la hija de Kevin (Jimmy Smits), el dueño de la compañía de taxis de la zona. Ella ha vuelto frustrada de Stanford, donde había ido a estudiar, considerándose un fracaso por todas las expectativas puestas por ella en eso. Para el joven que despacha taxis, Benny (Corey Hawkins), mejor amigo de Usnavi, no es una mala noticia… se imaginarán porqué. Además de estas dos historias de amor en paralelo, la película del director de CRAZY RICH ASIANS se ocupará de varios personajes más del barrio: Daniela, la excéntrica dueña de la peluquería, Sonny –primo de Usnavi– que trabaja con él y está más cerca de la militancia por los derechos de los inmigrantes y la mítica «abuelita», una cubana que llegó a Nueva York décadas atrás y es algo así como la matrona de la comunidad. Las subtramas en general hablan de dinero: del que le falta a Vanessa para alquilar un piso, a Usnavi para mudarse a Santo Domingo, a Kevin y a Nina para pagar la universidad, a Daniela para sostener la peluquería, a Sammy para iniciar su proceso de legalización y así. Es una comunidad amable, amigable y solidaria, y necesitará de esas tres cosas para salir de esas complicadas situaciones. O de algún golpe de suerte. IN THE HEIGHTS es un musical hecho y derecho. En ese sentido, casi todas las acciones –y algunos diálogos– se presentan mediante canciones y, en algunos casos, bailes. Y los números que incluyen algún tipo de danza o ejecuciones musicales en vivo son los que mejor transmiten el espíritu de la película, más aún que las escenas en las que sus temas principales se dramatizan. El inicial en las calles, otro que tiene lugar en un edificio en el que casi todos los personajes parecen vivir, otro en una piscina comunitaria y uno más en una discoteca son, sin dudas, las grandes cartas de disfrute que tiene la película. Ahí no hace falta explicar mucho: el sentido de comunidad, de alegría y vitalidad se expresan en la propia forma, exuberante, que la película propone. La cosa se complica un poco cuando esas escenas desaparecen por un rato. Si bien hay un tono naive, simpático y casi de cuento de hadas que atraviesa todo el relato –la estructura narrativa está armada en ese sentido, ya que todo se cuenta a modo de flashback de Usnavi a un grupo de niños–, los conflictos entre los personajes recaen demasiado en el estereotipo y en modelos un tanto prefabricados. De vuelta: es un tipo de relato que suele aceptar ese tipo de convenciones, pero aquí no siempre funcionan del todo bien. Si a eso se le suma una mezcla rara de corrección y confusión política, EN EL BARRIO por momentos no parece saber muy bien qué película quiere ser más allá de una general celebración del espíritu, el sacrificio y la lucha de la comunidad latina. Y el baile y la música, es cierto. Es ahí donde la película tiene que lidiar con un costado un tanto curioso. Su celebración latina, hecha desde adentro de la comunidad (escrita, actuada, musicalizada y bailada por latinos; salvo el director asiático todos lo son aquí) por momentos recae demasiado en estereotipos armados para el público anglo. Si bien se usa bastante el castellano, la repetición agotadora de las mismo cuatro o cinco palabras («abuelita», «sueñito», «Dios mío», «m’hija» y así) termina siendo un tanto complaciente y obvia. Y lo mismo pasa con algunas caracterizaciones, que no escapan a cierto folclorismo latino, especialmente visible en las escenas de la peluquería o la discoteca. No son dañinas ni mucho menos –ese no es el problema– sino que apelan al más craso y convencional estereotipo. Y por más que el género musical se sostenga muchas veces en base a modelos así, Lin-Manuel Miranda había demostrado en HAMILTON ser capaz de complicar bastante más las cosas en el territorio de lo racial, lo étnico y hasta lo sexual. Acá todo es estrictamente straight. Pero la fábula, aunque larga, funciona bastante bien. Decir que una película sobre latinos de la zona del Caribe (son fundamentalmente dominicanos, cubanos y portorriqueños) es vital puede sonar a cliché, pero es innegable que esa fisicalidad se transmite, atraviesa la pantalla desde la primera a la última escena. Y creo que ahí juega un rol importante la conexión que EN EL BARRIO tiene con la actualidad, con el deseo de muchos de reencontrarse con amigos y seres queridos, de recuperar las calles, los bares, los boliches, las plazas, los espacios de conversación, de actividad, de baile. A la vuelta de mi casa suelen juntarse los fines de semana los miembros de una murga a tocar y bailar. Antes de la pandemia, le escapaba como si fueran villanos de película de terror. En el verano pasado, en cambio, me empezó a parecer simpático, tierno, hasta conmovedor verlos juntarse a cantar y bailar con barbijos puestos en medio de la pandemia. La película tiene ese espíritu y, en estas circunstancias, emociona seguramente más que en otras.