En el barrio

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

En 2018 el realizador asiático americano Jon M. Chu dio el batacazo con Locamente millonarios, una comedia romántica que se transformó en un inesperado éxito comercial y cuya característica más sobresaliente y promocionada era la de contar con un elenco íntegramente compuesto por actores y actrices de origen asiático, sea de Estados Unidos o de los países de Oriente. Aquel film, gracias a su carácter inclusivo, consiguió un sello de progresismo para lo que no era sino una clásica historia de Cenicienta accediendo al privilegio de pertenecer.

Tal fue el éxito que a Chu le encomendaron repetir la operación con otra comunidad, aunque esta vez no sea la suya. Así es como fue elegido para llevar al cine el musical In the Heights de Lin-Manuel Miranda, quien a su vez quedó a cargo de la dirección musical del film y se reservó un breve papel de vendedor de piraguas. La comunidad en cuestión ahora es la comunidad latina de Nueva York, más precisamente la que está asentada en el barrio de Washington Heights, en el extremo norte de Manhattan. Y si Locamente millonarios estaba protagonizado por chinos, filipinos, singapurenses y coreanos, aquí nos encontramos con dominicanos (mayoría en el barrio), puertorriqueños, cubanos y mexicanos. Al igual que en el anterior film las palabras clave son inclusión y representación.

El protagonismo está repartido en un puñado de personajes del barrio y el denominador común son los sueños, o más bien las dificultades para alcanzarlos. Los principales son Usnavi, el dueño de una bodega (para nosotros un minimercado) que sueña con reabrir el chiringuito en la playa de República Dominicana que fue de sus padres y se lo llevó un huracán, Vanessa, una manicura que sueña con establecerse como diseñadora de modas en una zona más elegante de la ciudad, y Nina, la hija de un comerciante próspero del barrio, que fue la primera de la familia en ir a la universidad, la dejó por no sentirse integrada y busca su lugar en el mundo de regreso en su barrio. Los rodean un elenco numeroso de secundarios con problemáticas diversas pero que tienen que ver en general con la falta de oportunidades.

Hay un antecedente célebre de musical con protagonistas de la comunidad latina: Amor sin barreras (1961), de la cual nada menos que Steven Spielberg está por estrenar su remake. En aquel clásico, que llevaba el concepto de Romeo y Julieta al mundo de las pandillas, se lidiaba con temas como las dificultades para integrarse de los inmigrantes pero también con la marginalidad, la pobreza y la violencia. En el barrio intenta una crítica de las injusticias y una reivindicación de la comunidad pero de una manera mucho más liviana. Claro que Nueva York ya no es la de los 60 y aún menos la violenta y quebrada de los 70, sino la gentrificada del nuevo milenio. Aquí el tema principal es la falta de oportunidades para los latinos pero ni por asomo se arriesga a ítems que impliquen sordidez o violencia. Esto en parte quizás para no estigmatizar a la comunidad, algo muy loable seguramente, pero las buenas intenciones por lo general llevan a abordajes inofensivos y raramente a relatos interesantes y a buenas películas.

La del film es una comunidad integrada y solidaria, risueña y cantarina. Abundan los momentos de fiesta, sonrisas y baile. Por contrapartida, los momentos dramáticos carecen de fuerza. En el barrio se esfuerza por dar una imagen y un mensaje positivo de integración, reivindicación y orgullo que de tanta insistencia resulta sobreactuado. Así tenemos escenas como la enumeración de las grandes mujeres latinas, un discurso callejero de la periodista latina María Hinojosa o al personaje de Nina más de una vez pidiendo silencio para escuchar amorosamente el ruido de su cuadra. Todos momentos cuya función es subrayar la idea de orgullo de la comunidad. Esta carrera por cumplir con todas las agendas no le impidió sin embargo que lluevan las críticas por la falta de afrolatinos entre los personajes principales.

Estamos ante la versión fílmica de un musical que debutó en 2005 y en 2008 ya estaba en Broadway. Por ende la música es la principal protagonista y, dada la temática, incluye desde ritmos latinos a pop, baladas románticas y hip hop. Los abundantes números musicales y las coreografías multitudinarias se suceden una tras otra en una seguidilla que en algún punto parece interminable. Hay ideas visuales interesantes como una bella escena de baile en las paredes de un edificio, pero todo es tan repetitivo y recargado que termina saturando, desde el despliegue de masas a los mensajes positivos acerca de seguir el camino de los sueños, el amor a la tierra y otros lugares comunes que, reconozcámoslo, pueden repeler a los más escépticos, pero también tienen un público entusiasta y ávido de mensajes de autoafirmación.

En Locamente millonarios Chu nos vendió como progre y moderna una historia de ascenso social donde la protagonista terminaba integrando el mundo de millonarios que al principio rechazaba. Ahora hace una jugada similar (que ya estaba en la obra de Miranda) y nos presenta, tras una fachada de representación y orgullo latino, un elogio del emprendedurismo y una crítica al sistema lo suficientemente flexible como para que al mismo tiempo sea posible triunfar dentro de éste siguiendo sus mismas reglas.

EN EL BARRIO
In the Heights. Estados Unidos, 2021.
Dirección: Jon M. Chu. Intérpretes: Anthony Ramos, Corey Hawkins, Daphne Rubin-Vega, Dascha Polanco, Jimmy Smits, Melissa Barrera, Leslie Grace, Olga Merediz, Gregory Diaz IV. Guión: Quiara Alegria Hudes, sobre el musical de Lin-Manuel Miranda. Fotografía: Alice Brooks. Música: Alex Lacamoire, Lin-Manuel Miranda, Bill Sherman. Montaje: Myron Kerstein. Diseño de Producción: Nelson Coates. Dirección de Arte: Brian Goodwin. Chris Shriver. Duración: 143 minutos.