EMOJI: la película‏

Crítica de María Paula Rios - Fandango

Dentro de tu celular existe un entramado de aplicaciones que plantean una nueva forma de comunicación virtual. Entre ellas se encuentra Textopolis, la tierra en donde habitan tus emoticones favoritos: Sonrisa, LLanto, Popó, Hi-5 y nuestro protagonista Gene, quien a pesar de ser hijo de una pareja de “Meh”, y ese parece ser su legado, se distingue porque nació sin filtro y su rostro puede adoptar múltiples formas.

En este universo colorido y amigable, cada personaje es unidimensional, o sea tiene una sola expresión facial. Cada quien cumple su función en el móvil, y no hay lugar para alguien distinto y desestabilizante como Gene. Por lo que cuando este falle en su rol, la exitista Sonrisa (coordinadora del lugar) ordenará que lo eliminen a los antivirus. Es así que Gen escapará a hacia otras aplicaciones junto a un poco utilizado Hi-5, e irán en busca de la emoji hacker Jailbreak, para que lo reprograme y así pueda definir su gesto.

La idea y los personajes de Emoji: La Película son atractivos, pero no conceden nada nuevo al mundo de la animación, por el contrario en cada escena hay una especie de deja vú de otras historias que ya vimos, como puede ser La Gran Aventura LEGO, Intensa-Mente o la propia Toy Story, donde la trama argumental giraba en torno a la vida privada de los juguetes, en este caso emojis.

Perdiendo calidad y gracia ante las referencias citadas, esta cinta no provoca muy poco. La dupla principal, Gene y Hi-5, nunca logra el contrapunto cómico, más bien Hi-5 se torna pesado e inoportuno, y la química con la bella Jailbreak, oscila entre un casi pedido de convivencia y el tedioso sentimiento de culpa de Gene, por considerarse en la obligación de cumplir con el legado social impuesto.

Como en una buena fábula, todos terminarán siendo aceptados con sus diferencias, pero siempre adaptándose al sistema. Por lo pronto, con Emoji: La Película, los más pequeños terminaran subyugados por la sola imagen de los emoticones, quienes brincan alterados de un lado al otro de la pantalla, mientras que los más grandes sabrán apreciar la poca dimensión artística de este producto marketinero carente de alma.