Emilia

Crítica de Silvina Rival - Subjetiva

Emilia, ópera prima de César Sodero, exhibe la habilidad del director para construir narrativas breves y microhistorias que ponen el acento en los estados de sus personajes, antes que en la acción de los mismos. Una historia sencilla que no pretende edificar una épica sobre los obstáculos del pasaje de la juventud a la edad adulta.

La primera escena de Emilia, exhibe a su protagonista bajando de un micro de larga distancia en una esquina de Sierra Grande. La vuelta al hogar, y al pueblo de su niñez, es la que marca el contexto en el cual se despliegan una serie de acciones –pocas por cierto-, que tienen como fin hacer un reinicio en la vida de este personaje. Tras una fallida experiencia amorosa de la que poco sabemos, Emilia trata de arrancar de cero. Consigue un trabajo como profesora de educación física en una escuela, acompaña a su madre a arreglar la casa de la playa, se reencuentra con algunas viejas relaciones y construye otras nuevas. Emilia está improvisando y en este despliegue comete torpezas, pero la función de estos “kilombos” como los llama su madre, no cumplen en sí una función operativa para la trama, en el sentido que el relato no tiene que ver con pagar las consecuencias de estos “errores”. Antes bien, estas torpezas solo parecen tener el fin narrativo de servir a Emilia para un gesto de revelación del sentido de su existencia, si es que puede adjudicárselo alguno.

Este año hemos asistido a varias películas argentinas que parecen decidirse por una apuesta contra la épica, siempre desde una estética realista. Emilia, al igual que Paraíso, la ópera prima de Pablo Falá y Lejos de casa, de la realizadora María Laura Dariomerlo, son historias que giran alrededor de un personaje femenino que se traslada: Sierra Grande, Traslasierra, Pinamar respectivamente. Este traslado puede implicar la vuelta al origen –del pueblo en el caso de Emilia, de la figura materna en el caso de Lejos de casa-, o bien el traslado tiene el fin de cerrar un ciclo y la promesa de lo venidero, como sucede en todos los casos y también en Paraíso.

En principio hay aquí una coincidencia en la idea de traslado como proceso de caída y aprendizaje, pero también encontramos personajes femeninos desorientados en relación a sus expectativas y su destino de vida.

¿Cuál es la propuesta de Emilia y de estos otros casos emparentados? En un contexto en el que se reclama a la figura social de la mujer no solo emancipación sino a ésta como conducto para el éxito, presentar una película que tiene más relación con el fracaso que con los logros, es sin duda una apuesta que va a contrapelo del estilo de época. De alguna manera, la propuesta de Noah Baumbach en Historias de un matrimonio (2019) parece ser la perfecta contracara de estas narrativas. Allí se imponía la liberación del personaje femenino, subsumido en el deseo de hombre. La vuelta a Los Ángeles, no es exactamente la vuelta al origen. Se trata de un modo trayecto que en sí mismo no tiene grandes obstáculos, salvo el incómodo proceso de divorcio y la disputa por el hijo. Por supuesto, la película es maravillosa y fue particularmente apreciada por las generaciones que han atravesado la experiencia de relaciones largas. Pero lo cierto es que es una película complaciente con su época y resuelve según la demanda social imperante. Antes se construía una épica sobre el amor romántico, hoy se construye una sobre la emancipación y el éxito de la mujer. El personaje de Scarlett Johansson no solo se libera del deseo de su esposo, sino que además es bien recibida en el hogar materno, triunfa en poco tiempo en el contexto de los grandes estudios y se da el lujo de dirigir sus propios proyectos y no meramente ser una actriz que cumple su rol. Como coda, hay una escena de redención final hacia quien fuera su compañero de años y padre de su hijo.

Emilia no se encabalga en esta épica. Estas mujeres ya son autónomas, no necesitan liberarse de ninguna figura patriarcal, pero eso no implica que vivan en el esplendor ni que sus existencias resulten plenas. El problema de Emilia no es sostener una relación con Ana, su ex pareja, sino iniciarla. Aún percibiendo ese obstáculo, Emilia acciona con gestos que la empujan incluso un poco más a ese abismo de desastre vinculándose con dos personas del pueblo cuyo estatuto es el de “prohibido”.

Tomando en cuenta estos aspectos, no es difícil entender por qué la historia de César Sodero es un tanto incómoda. Es casi imposible entablar, desde el lugar del espectador, una relación de empatía con la protagonista. Casi podría decirse que resulta despreciable. Emilia –pero lo mismo sucedía con Florencia (Lejos de casa) y Sofía (Paraíso)- no es un personaje querible, afable. Sus acciones son incómodas, pero no solo desde un aspecto moral –“está mal hacer x cosa”-, sino que su propio estado de letargo y desolación perturban porque, obviamente, van a contrapelo de lo que socialmente se nos demanda como mujeres. El personaje ha fracasado y ese traslado literal de Buenos Aires a Sierra Grande, es una traducción de sentido de esa condición. Ahí está la revelación y, justamente, esa revelación no quiere ser escuchada.

Celebramos esta propuesta no complaciente con la demanda de época, que no pretende traernos respuestas a estos fracasos y, menos aún, soluciones. Y, lo más importante, no construye una épica que sirva de antídoto de males. Emilia resulta bella por esta apuesta, además de que está excelentemente ejecutada gracias a un trabajo impecable de fotografía, sonido y musicalización.

EMILIA
Emilia. Argentina, 2020.
Guión y dirección: César Sodero. Intérpretes: Sofía Palomino, Claudia Cantero, Ezequiel Díaz, Camila Peralta, Nina Dziembrowski. Montaje: Sebastián Schjaer. Dirección musical: Mariana Debenedetti. Dirección de fotografía y cámara: Pigu Gómez. Dirección de sonido: Emiliano Biañ, Marcos Zoppi. Producción: Juan Pablo Miller. Productora: Tareafina.