Elysium

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

El hombre radioactivo

Si Elysium, nueva incursión en la ciencia ficción con bajada de línea de crítica social del sudafricano Neil Blomkamp hubiese evitado la alegoría facilista que contrapone el mundo de los excluidos y parias sociales ante la frialdad e indiferencia de las clases dominantes -ya explotado en la original Sector 9- estaríamos hablando de una simpática y atractiva película para disfrute de espectadores poco exigentes.

Pero lamentablemente esta premisa se derrumba dado el tono y registro solemne tomado por el realizador para el subrayado grueso y sin sutilezas de esta suerte de reivindicación de la fuerza de lo colectivo ante el incipiente avance del individualismo, en un futuro (año 2159) que parece destinado a que el bienestar se concentre en una estación espacial alejada de la marginalidad de la Tierra a la que sólo llegan los blancos y ricos para vivir una existencia atravesada por el consumismo, donde las enfermedades se han erradicado y bajo la tutela de una dictatorial Secretaria al estilo Margaret Thatcher (Jodie Foster) que no duda en aplicar la fuerza para mantener el orden y alejar a la pestilente turba que pretende invadir su territorio y utilizar sus recursos no renovables.

Dialéctica binaria y poco profunda ubican a nuestro héroe, representante de la clase obrera en la piel de Matt Damon a quien el papel de pobre lo excede a pesar del maquillaje y gestos ampulosos, quien como todos sus congéneres padece las injusticias de la patronal y sufre en la fábrica de armas, cuyo dueño (William Fitchner) no puede ser otro que un empresario que guarda secretos en un chip cerebral,obediente de los caprichos de la señora dictadora, un accidente que lo condena a la muerte por haber sido abandonado en una instalación con radioactividad.

Claro que siempre hay una solución en el anhelado paraíso artificial y la utopía no se evapora como las líneas de este guión chato y sin vuelo, que no hace otra cosa que redundar más allá de reservar en la construcción del villano la brutalidad y violencia adecuada para el enfrentamiento donde prevalece lo maquinal, la estética del video juego que se contagia peligrosamente de la misma lógica de avanzar niveles de dificultad para terminar en un absurdo discurso que hace gala del sacrificio altruista y despierta más que un bostezo cuando el pochoclo ya huele a rancio.

Alcanzaba con Sector 9 y con la lucidez de administrar pocos recursos en una puesta en escena diferente que en este caso en particular no deslumbra, cansa y aburre, aunque el televisorcito en la nuca de Damon resulta agradable.