Elysium

Crítica de Elena Marina D'Aquila - A Sala Llena

Inteligencia artificial.

El gran problema de la industria cinematográfica es cuando se le da más peso a la palabra industria, por sobre la cinematográfica. Un ejemplo claro es el nuevo trabajo de Neill Blomkamp, director de Sector 9.

Como ya dijeron mis colegas anteriormente, Elysium puede dividirse en dos mundos, ambos ubicados en el año 2154: el primero es un Los Angeles polvoriento, de colores tonales, sobrepoblado de latinos de clase baja que viven bajo el constante hostigamiento de robots que no tienen otro objetivo que poner orden en la Tierra o lo que queda de ella. El otro es la estación espacial Elysium -clara referencia a la de 2001: Odisea en el espacio- donde los más ricos gozan de todo el verde que puede haber en medio de las opulentas mansiones y de un sistema impecable de salud. Es tan impecable que cada mansión viene equipada con una camilla que puede detectar y curar en segundos enfermedades terminales. Todo esto queda establecido a los cinco minutos de metraje. Lo que sucede luego de esos primeros minutos, es que todo lo que parecía tener potencial para desarrollarse, lo que exigía ser explorado -esos dos mundos, los personajes, la posibilidad de crear metáforas visuales-, queda aplastado por la seguidilla de situaciones ridículas e inverosímiles y de clichés de culebrón mexicano –flashbacks del personaje de Matt Damon de niño recordando los sermones en español que una monja le daba sobre la vida-, todo esto con una melodía similar a la de Gladiador de fondo...