Elsa y Fred

Crítica de Flor Salto - Loco x el Cine

Cuando la Dolce Vita llama a tu puerta.

Tan profundo caló en los corazones, que la historia de Marcos Carnevale (Anita, 2009- Viudas, 2011- Corazón de León, 2013) atravesó fronteras y se realizó en Hollywood. No voy a entrar en terreno de comparaciones porque ese trabajo no me compete en este contexto, así que sólo me enfocaré en la versión de Michael Radford que protagonizan la eterna Shirley MacLaine y el gran Christopher Plummer.

Polos opuestos se atraen. Pero atracción no es el verbo indicado, lo correcto sería decir que se complementan. En los tiempos que corren, nos acostumbramos a ver carteleras de películas románticas cuyas parejas las conforman actores muy jóvenes. Atrás quedaron guiones como en ‘Los Puentes de Madison’ (1995) o ‘Diario de una pasión’ (2004), y eso que al enterarnos de una noticia sobre algo parecido a: “una pareja de abuelitos muere con un día de diferencia” se nos emociona el pecho pensando en todo lo que habrán compartido juntos y en la necesidad de no soltarse las manos. Basta con chequear los primeros minutos de ‘Up’ (2009) y confirmamos todas las teorías…

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A un pasillo de distancia, Elsa recibe a un nuevo vecino. Ella, una señora mayor coqueta y llena de vitalidad, aunque también bastante mentirosa. Él, un renegón que ni quiere salir de la cama. Pero hay tanta verdad en eso de que, a cierta edad y/o bajo determinadas circunstancias, algunos ancianos empiezan a ser tratados como si fuesen niños otra vez, que lo mejor que puede pasarles es no tener a familias como la de Fred revoloteando permanentemente alrededor. En especial cuando se suman intereses externos (plata).

Por suerte para ambos, los inquilinos en cuestión no tardarán en entablar una tierna relación. Al principio sin demasiadas expectativas, pero sumamente significativa con el correr de los minutos. Un relato más que inocente, en el que medio siglo buscándole un sentido a la palabra ‘amor’, se resume en un par de instantes mágicos e irremplazables. Los sueños no tienen gracia, si no hay alguien con quien transitarlos. Elsa y Fred son el humor, la alegría, las tristezas propias de la vida, el sufrimiento necesario para entender muchas cosas importantes, las lecciones que aprendemos de los errores y demás cuestiones que listos o no, tocarán a nuestra puerta al menos una vez.

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La idea de contar una historia en donde el enamoramiento genuino proviene de dos personas que consideran estar en la recta final, es la manera de ver cómo el mundo de uno puede cambiar gracias al enfoque que le da el otro; ya sea manifestado en un paseo por el parque, en una cena sencilla en la cama y hasta en una pequeña locura que sólo tiene valor para ellos. Por donde se lo mire, el film tiene encanto, porque a medida que uno va entendiendo la raíz del comportamiento rebelde de ambos personajes, no hace más que encariñarse y hacer fuerza para que no se cumpla un final que está implícito ya desde los primeros instantes en que rueda la cinta.

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Con que hubiera más Elsas y más Freds a nuestro alrededor, pero en el universo real, de seguro maduraríamos queriendo experimentar un estilo que generalmente añoramos y alabamos de las ficciones.