Ella

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

Her es, sí, la película hipster-indie del año y probablemente de toda la década. Pero también es un profundo estudio de las relaciones sociales (o anti-sociales, es discutible) en el Siglo XXI, donde tener un millón de amigos no significa escuchar la canción de Roberto Carlos, sino más bien ser un pobre diablo encerrado en una pantalla (de celular, computadora, tableta o TV). Es, en ese sentido, un film importante que se atreve a plantearse con seriedad el problema, sin cinismo ni ironías baratas. Sin embargo, a lo largo de sus 126 minutos de duración, la obra de Spike Jonze (Being John Malkovich, Adaptation) parece olvidar -o dejar de juzgar- el patetismo de sus personajes, y hasta empatiza con los mismos cuando, en el fondo, no han cambiado en absoluto y son los idénticos seres despreciables del comienzo.

Her comienza con un desamor, una separación que lleva al protagonista (un impecable Joaquin Phoenix) a una vida solitaria, triste y gris. La virtualidad existe en la vida de éste hombre mucho antes de que aparezca el primer punto de giro en el guión: lo vemos redactar cartas ficticias (su trabajo consiste en escribir cartas de amor para parejas que parecen no tener tiempo de sentarse a hacerlo, pero sí una tibia intención de), escuchar música no por artista ni por género sino por "feeling" (modo melancólico) y, finalmente, jugar un videojuego que le hace caminar con sus manos, aunque sus piernas permanecen estáticas e imperturbables. El personaje del juego, para colmo, es un ser aniñado que se goza del protagonista y hasta le insulta. Parábola del social gaming posmoderno.

Her plantea un futuro no muy distante, de hecho, algunos podrían argumentar que tristemente ya llegó, donde la delgada línea entre amistad/noviazgo retrocedió ante el avance del online/away/do not disturb. Dicho manifiesto se pone en evidencia cuando el protagonsta un día, así porque sí, adquiere un producto recién salido al mercado que parece revolucionar la tecnología inútil: un sistema operativo en forma de ipod que no sólo piensa sino que, además, tiene una consciencia y la capacidad de aprender. "Sentir" es una palabra mayor que la película planteará una buena cantidad de veces como interrogante, más allá de que el espectador racional, si tiene twitter apagado durante la función, conocerá bien en su verdadero significado. Aquí, nadie puede asegurar con firmeza de qué se trata ese verbo: el sistema operativo quiere entenderlo y no sabemos bien si lo logra, o en su lugar, encuentra algo aún más importante, y la persona (en adelante: "el usuario") cada día más desconoce.

El concepto de inteligencia artificial es erróneo, como en la mayor parte de las películas de Hollywood, pero no vale la pena detenerse en ello puesto que se trata de una licencia creativa para plantear el verdadero asunto de fondo.

El guión, fuera de algunas contradicciones intrínsicas, funciona a la perfección como radiografía de los tiempos que corren, al menos en las grandes urbes pobladas de usuarios alienados. Es completamente justificado el Oscar que recibió Jonze en dicha categoría. La dirección de arte, en cambio, es un tanto más cuestionable: si bien es asombrosa en su minimalismo y observación respecto a ciertas tendencias posmodernas (digamos, a la Apple), por momentos es demasiado forzada y extrema: representa únicamente ese 1% de cada país que domina/ignora el 99% restante. Así, todos visten y se ven como Buddy Holly, y nadie, ni siquiera en un segundo plano, pasa por detrás portando un atuendo de mal gusto. Y eso que el film se sitúa en Los Angeles.

Her es una película independiente que no se siente pequeña gracias a, principalmente, las enormes actuaciones de Joaquin Phoenix y Amy Adams (como una depresiva amiga de la juventud), y encuentra su punto justo en la voz de Scarlett Johansson quien interpreta al sistema operativo. Construye con éxito un analisis exhaustivo de la soledad en tiempos 2.0, pero se queda a medio camino cuando, en una escena sublime, encuentra su punto máximo y pierde la oportunidad de seguir ese camino. La escena, lamentablemente, aparece demasiado temprano, y puede pasar desapercibida: en el cumpleaños de su ahijada, el protagonista le cuenta a la niña de cuatro años que tiene novia y vive en una cajita metálica porque es una computadora. La niña ríe, siendo la persona más inteligente de la casa. A partir de ahí, la película se ocupa de los adultos que uno querría decir que se comportan como niños, de no haber notado en la escena anterior que afirmar eso sería faltarle el respeto a los mismos.