Ella

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Un cuento reflexivo sobre la naturaleza del amor

El inefable Spike Jonze ganó el premio Oscar por el guión original de Ella, que habla de los sentimientos en un futuro dominado por apabullantes tecnologías.

Uno de los síntomas de sanidad de la psique humana parece ser un cierto grado de temor a la pérdida. Esa sensación es la que nos hace mantener alertas y cuidadosos respecto del objeto de nuestro desvelo.

Ni el exceso ni la ausencia de ella sirven para mantener se en pie. Tampoco la negación al duelo cuando nuestros esfuerzos resultan insuficientes.

La pérdida del ser amado debe ser una de las causas más profundas de desequilibrio, y la manifestación de esta circunstancia, diversa.

En una sociedad altamente tecnologizada, Theodore Twombly (Joaquin Phoenix) transita la melancolía que sucede a la separación. La mujer que aparece en las escenas idílicas que recuerda, creció con él y era toda su motivación. Cuando el vínculo se quebró, su vida quedó sin sentido y, desde entonces, se limitó a trabajar como escritor de un servicio de cartas amorosas, y a llenar el resto del tiempo con las alternativas domésticas que le brindan las nuevas tecnologías. Su contacto humano más cercano se produce en el palier del edificio, con una pareja vecina.

Pero esa existencia impávida muda de tono cuando contrata a un novedoso sistema operativo, construido a partir de los conocimientos y experiencias de múltiples programadores. Este soporte, que Theodore prefiere con voz femenina (la de Scarlett Johansson) y se autodenomina Samantha, promete responder a todas las necesidades del usuario, para el caso, la de recuperar la maravillosa sensación de amar y ser amado.

Las preguntas son: ¿quién puede decir que el amor surgido de ese vínculo virtual no es un sentimiento real? ¿Acaso esta forma de amar es cura o agravante de una patología?, y luego, ¿quién puede garantizar que un sistema creado a partir de elementos humanos resulte infalible?

Autor de historias singulares como Quién quiere ser John Malkovich o El ladrón de orquídeas, Spike Jonze ofrece una narrativa profunda, perspicaz, tierna, y con un tiempo interno calmo, cómodo, necesario para internalizar la experiencia de los protagonistas.

Phoenix, desde el primer plano, y Johansson desde el off, logran una química fascinante, excelentemente secundados por Amy Adams, como el contrapunto necesario.