Ella

Crítica de Lucas Rodriguez - Cinescondite

Aunque se perciba como una historia de amor atípica y totalmente extravagante, digna de un guión de Spike Jonze, Her es a la vez una aplastante crítica al aislamiento comunicacional que vivimos hoy en día. El quid de la cuestión -hombre se enamora de sistema operativo inteligente- tiene tantas lecturas, tantos matices trabajados al mismo tiempo que la cantidad de información barajada puede verse abrumadora, pero en manos de un director sensible como Jonze es imposible no sentirse inmerso en la aventura amorosa del protagonista, el afable Theodore Twombly.

Situada en un futuro demasiado cercano, Her nos presenta a Theodore, un hombre demasiado solitario. Se sabe que estuvo casado alguna vez, pero esa relación no llegó a buen puerto, y los ecos silenciosos de esa ruptura se viven en pantalla en los recuerdos fugaces del escritor de cartas personalizadas. Incluso con su pareja de amigos o con colegas del trabajo, la distancia que genera para con otros seres se palpa al instante. Por eso, cuando escucha de un nuevo y revolucionario sistema operativo inteligente, no duda en obtener una versión para sí mismo. Samantha, la versión femenina de dicho sistema, llega a su vida y arremete con fuerza con una personalidad cálida y una voz sensual y juguetona, motivos por el cual Theodore caerá rendido desde el minuto uno con esa voz virtual que lo conoce de pies a cabeza y no duda en hablarle con total franqueza.

La emotividad con la cual ambos se entregan a una relación es total e incluso cuando Samantha no cuenta con un cuerpo físico, las necesidades sentimentales de ambos se ven satisfechas -de momento, por supuesto. Quizás es la falta de madurez de Theodore o su incapacidad de mantener una relación física, pero el amor que se profesan el uno por el otro deja de lado todo prejuicio social que se presente. Y si bien está en las manos de Jonze llevar a buen puerto esta fábula de amor, también se agradece muchísimo escaparle a los clichés del género y producir conflictos bastante complejos que invitan a reflexionar una vez terminado el film sobre el lugar de la tecnología en la vida cotidiana del ser humano. ¿Realmente podemos llegar a depender tanto de algo que no es tangible, que no se puede tocar?

Joaquin Phoenix nació para interpretar papeles de este tipo y su Theodore tiene una fuerza emocional tan profunda como quebrada, y en sus manos se nota la ruptura tanto interna como externa. Quizás por separado no se note tanto, pero en la interacción con la voz de Scarlett Johansson se genera una caracterización de parte de ambos actores alucinante, creíble y compañera. Todos hablaban de la interpretación de la joven y verdaderamente es alucinante lo que la neoyorquina puede lograr con el suave raspado de su voz. La interacción de Joaquin y Scarlett es el centro neurálgico de la película, pero los secundarios de una sencilla y sensible Amy Adams, sumados a los trabajos sobrios de Rooney Mara y Olivia Wilde denotan un gran ojo para la puesta en marcha de un elenco apropiado y la mano de un director que sabe como sacarle provecho a sus actores. Y la visión de Spike no sólo se delimita a dirigir y escribir un libreto con varios substextos -ganador del Oscar a mejor Guión Original, que no es dato menor- sino que su visión de una Los Ángeles medianamente futurista es uno de los escenarios más ricos en texturas y detalles que se han visto en años. Antes de irse por las ramas y lograr un futuro pomposo, simplemente se arrojaron pizcas futuristas en los escenarios, en la tecnología, en el vestuario, en la musicalización -la banda sonora de Arcade Fire es honesta y orgánica para con el film- que por separado no dicen nada pero en conjunto son alimento para el alma.

Her es un triunfo visual, narrativo y romántico. Pocas veces se vive una película con emociones tan diversas en simultáneo, que genera amor, que divierte, que emociona y que acongoja, todo en un remolino imparable, que hasta el último minuto se siente verdadera. Un logro inmenso, gracias de nuevo Spike Jonze.