Ella

Crítica de Lilian Lapelle - Cine & Medios

Los 90´s ya pasaron, pero seguimos siendo sensibles

Theodore Twombly (Joaquin Phoenix) es un hombre al que parece irle bien, tiene una linda casa, es muy bueno en su trabajo, y tiene un montón de adminículos tecnológicos de última generación. Sin embargo da la impresión de que ha sido feliz alguna vez, pero ya no.
Ambientada en un futuro cercano, en Los Angeles, tanto Theo como el resto de los transeúntes caminan alienados, hablando solos, ya no con celulares sino con dispositivos aun más pequeños que organizan todos los detalles de sus vidas; son agenda, despertador, soundtrack, y aún más: son compañía. Theo ha comprado un nuevo sistema operativo, la voz que lo recibe al instalar el software es la de Samantha (Scarlett Johansson) que no solo es una dulce voz desde un dispositivo, sino que va mas allá de eso, la tecnología es ahora tan inteligente que Samantha puede utilizar toda la información que se encuentra en internet, para no solo ser proactiva y eficaz, sino también graciosa, irónica y hasta sensible. Samantha no es solo agenda; es amiga, psicóloga, y con el tiempo se convierte en la compañera perfecta.
La historia es tan simple como compleja, va más allá de una fábula de ciencia ficción, donde en el futuro la gente se enamora de sus sistemas operativos, con un mensaje crítico hacia la tecnología. Va mucho más allá de eso, es una reflexión sobre las conductas humanas, sobre quienes somos, por qué nos relacionamos y por qué nos necesitamos. La tecnología está creada por el hombre, por eso la relación entre Theo y Sam termina teniendo las mismas etapas y situaciones que una relación entre dos personas reales. Nos distraemos con tecnología por el miedo a relacionarnos entre nosotros o por estar demasiado heridos, pero la película nos muestra cómo a pesar de todo siempre será lo mismo lo que nos una y nos emocione.
El guión es tan original como profundo, y con una estética nada futurista, sino minimalista y Aple, donde los colores de las camisas recuerdan aquellos originales videos con los que Spike Jonze comenzó en los años noventa, sumado a la música de Arcade Fire, y la hermosa interpretación de Joaquin Phoenix que da como resultado una obra de arte que no es perfecta, porque es humana.