Ella

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

No es bueno que el hombre esté solo

Hace muchos años atrás, allá por las décadas de los ’70- ’80, uno de los parámetros de diagnostico de psicosis era ver una persona hablando sola por la calle, tal cual el personaje de Cate Blanchett en “Blue Jazmín” (2013) de Woody Allen, por el cual la actriz gano reciente y merecidamente el premio de mejor actriz protagónica de la academia de Hollywood.
Pero esta variable de lectura sobre el filme ganador del Oscar al mejor guión original en la última entrega de los premios antes mencionados, lo dejaremos para otro momento, pues si bien al personaje se lo ve hacer eso, hablar solo, sin discriminación de espacios, la calle, su lugar de trabajo, su casa, etc, no aparece como primera aproximación a ser el tema a desentrañar.
El filme de Spike Jonze, el mismo director de “Quieres ser John Malcovich” (1999), esta ambientado en la ciudad de Los Ángeles en un posible futuro próximo, esta cuasi atemporalidad en que se desarrolla es la apuesta más arriesgada, estéticamente hablando, con un diseño de vestuario de hace 40 años, ¿puede ser mañana?
La historia se refiere a la vida de un hombre más triste que mediocre transitando por una vida gris. Theodore Twombly (Joaquin Phoenix) es presentado como alguien que vive y siente a través y para los otros. Su trabajo es el de escribir emocionantes, conmovedoras, tiernas, cartas de todo tipo de amor, pero para los demás.
Luego, por arte del cine, sabemos que es un personaje con el corazón espinado, Catherine (Rooney Mara), su amor de toda la vida, se canso de su estado afectivo catatónico y hace un corte abrupto de la vida en común. Si Theodore (éste personaje no podría hacerlo) cantara…. “Ay, ay , ay, como me duele el amor”… no desentonaría.
Pero no hay mal que dure cien años (algunos ya peinan canas, lo se, lo se) y nuestro héroe en medio del proceso de duelo, melancólico, abúlico, se muestra intrigado y al mismo tiempo atraído por un nuevo y avanzado sistema operativo que promete ser una entidad intuitiva, creada a imagen y deseo, pero no a semejanza del consumidor, algo esta por ser descubierto.
Luego de testearlo eligiendo una voz femenina para que lo guíe, Theodore queda arrebatado al conocer a «Samantha» (Scarlett Johansson), una brillante voz femenina que es sagaz, perceptiva y prodigiosamente divertida, que acompañará a Theo a todas partes, encerrada en una especie de Bluetooth.
Mientras los deseos, las necesidades de él crecen, no se puede dar cuenta que su “amistad” se va transformando en una relación de amor.
Pero la narración presenta un quiebre inesperado cuando el protagonista comparte su secreto con Paul (Chris Pratt), el compañero de oficina, y luego con sus vecinos, la pareja conformada por Amy y Charles (Amy Adams y Matt Letscher, respectivamente).
Hay un axioma que dice no contradigas a un loco, su respuesta podría ser impredecible, terapéuticamente hablando negarle a un psicótico que su delirio es real no tiene en principio ningún sentido.
Desde este lugar es que la realización puede presentar aristas más profundas que las meramente visualizadas, bastante superficiales, casi de denuncia, del mundo de mañana hoy, la era de la comunicación con personajes totalmente desconectados entre si y con sus propias emociones. Distinta a la apreciación que hace más de 40 años presentaba la producción que da título a esta nota, en la que el motor era la insatisfacción sexual y no el retraimiento social.
Estructurada narrativamente de manera clásica, termina siendo casi un tour de forcé magistralmente compuesto por Joaquin Phoenix, con la invalorable ayuda de la voz sensual de Scarlett Johansson, que si bien sólo escuchemos su voz, produce imágenes corpóreas en el espectador. ¿Habrá sido esta la razón de la elección de la actriz para el personaje?. Inicialmente iba a recaer en la no tan conocida popularmente Samantha Morton.
Desde la apuesta sobre el diseño de arte, la jugada de mostrar una ciudad desolada, fría, tan deshumanizada como la relación de los personajes, acrecentado esto por el diseño de sonido, por momentos lejano, por momentos en sordina, o la música que hace gélida empatia con la misma imagen.
Un filme que da más para pensar, que limitarse a verlo como un entretenimiento pasatista.