Ella

Crítica de Alejandro Castañeda - El Día

Poética, bella y conmovedora

Película bella, poética y conmovedora. Nos habla, desde un atalaya virtual, de las tristezas del amor y de sus viejas celadas. Theodore escribe cartas de emotivas por encargo, es un sabio en amores ajenos, pero cuando su mujer lo deja, se desespera. Anda triste, desolado, perdido, rehuye las citas y prefiere los juegos de la red. Un día se topa con un sistema operativo artificial (el filme está ambientado en un futuro cercano). Samantha, ella, la chica de la PC, es ocurrente, inteligente, de voz arrulladora. Y él se engancha. El filme dice que todo encantamiento tiene algo virtual y desde allí juega con los opuestos y los falsos espejos: si los hombre se comportan como máquinas (todos son individuos pegados al móvil) por qué las maquinas no pueden animarse a ser como ellos. La historia irreal echa luz sobre su torturada realidad para recordarnos que toda pasión amorosa necesita de la pura fantasía, y que estar enamorado –como dice su amiga- “es una locura socialmente aceptable”, pero también nos avisa que no hay máquinas que puedan curar las heridas que va dejando. Hecha con delicadeza, precisión y esmero, formidablemente ambientada (calles vacías, gente ensimismada, pantallas dominantes, enormes ventanales al vacío y un final de silencio total), “Ella” es en el fondo una inspirada historia sobre el amor, la soledad y las formas caprichosas que adopta cada pareja. Hay que saborear sus diálogos, ver cuanta realidad hay en ese amor virtual, dejarse llevar por este hombre apesadumbrado y confundido que se siente vacío porque cree “que ya he sentido todo lo que tenía para sentir”. ¿Es una apuesta extraña? Al final, como confiesa Theodore, “todos los enamorados se vuelven raros”. Pero un día el cuento se termina, la PC se apaga y allí tomará conciencia de que el amor virtual es un atajo que no lleva a ninguna parte y que ante la pérdida no queda otra que sufrir y empezar otra vez. Al final, rencontrará la piel de una mujer y la esperanza al abrazarse con esa amiga que lo iguala en tristeza y soledad.