Elefante blanco

Crítica de Nicolás Kusmin - Leedor.com

Esto También es la Argentina.

“Elefante Blanco”, seguramente será considerada una de las películas más interesantes del cine nacional de los últimos años. Ante todo es incómoda, no hay manera de salir del cine tranquilo, sino más bien angustiado por toda la temática que trata sus casi dos horas de metraje.

Después de una carrera sostenida en el tiempo, y que va avanzando en riesgo y en apuesta, el director argentino Pablo Trapero –con el tándem de su mujer productora y actriz Martina Guzmán– obtuvo con “Leonera” y “Carancho” (también con Ricardo Darín de protagonista) el reconocimiento internacional, siendo ya un abonado a Cannes, donde por estos días está presentando su filme.

“Elefante Blanco” es llamado el esqueleto del edificio abandonado en Lugano, que habría sido el hospital más grande de Latinoamérica, y gobierno a gobierno, fue abandonado y dejado a su suerte, mientras era ocupado por familias de bajos recursos que a su alrededor fueron creando un asentamiento, que hoy es una gran Villa. Es allí donde va a parar Nicolás, un cura extranjero (interpretado por Jeremie Renier, el actor fetiche de los filmes de los hermanos Dardenne, los directores belgas más famosos del cine-arte) que luego de sobrevivir a una masacre en el amazonas –donde la trama ya comienza su escalada de violencia– termina siendo rescatado por Julián (Darín) el cura que tiene a su cargo el Elefante, y la tarea de evangelizar la Villa y alejar a los chicos de la droga.

Al igual que Nicolás, el espectador, llegará como un total extraño al lugar, y lo irá descubriendo en planos secuencias que Pablo Trapero, va utilizando mientras los estables del lugar (tanto Julián como Luciana, la asistente social en la piel de Martina Guzmán) dan un poco cuenta de cómo ese sitio terminó siendo lo que es al día de hoy. Puede haber en este intento, una pequeño dosis de tono pedagógico que pronto el relato, para bien de la cinta, abandona.

¿Pero qué existe en la Villa, aparte de familias trabajadoras que intentan salir adelante? Todo un mundo de violencia, donde bandas de narcotráfico se enfrentan día a día.
El filme, en este aspecto es muy crudo –más de lo que ya era “Carancho” como cuando con un fierro el abogado partía la pierna de una “víctima” – y generará un rechazo en el espectador muy fuerte. No es fácil ver, todo lo que Trapero tiene para mostrar. Eso también es la Argentina, pero posiblemente sea la primera vez desde la ficción, que se haya filmado de esa manera.
Trapero contó, no sólo con la ayuda de los lugareños, si no también, de la policía, para las escenas híper-realistas de los enfrentamientos de los villeros con la ley de afuera, ya que allí adentro, corren otras leyes como bien se verá.

Posiblemente sean demasiadas las subtramas que el filme plantea y tira en la cara del espectador, como la sangre que se derrama; desde el recuerdo al Padre Mujica, hasta las implicancias sociales y políticas, pasando por historias de amor prohibido, enfermedades y destinos inciertos.

También resulta una película muy extraña desde el lado político, ya que así como Trapero se mete con la jerarquía eclesiástica, mostrando la diferencia de estar en la cúpula que en el barro del día a día, se nombra a los punteros políticos al pasar, pero nunca se lo muestra, ni se señala cómo actúan. En ello “Elefante Blanco” es un filme que denuncia –y bien fuerte que lo hace– pero no se mete con el poder concreto que no hace demasiado para modificar algo de lo que allí, como en tantos otros lugares, ocurre. (será este un “aporte” de los guionistas de “El Estudiante”, que son co-responsables del guión de “Elefante Blanco”?)

Con estas luces y sombras, el nuevo filme de Trapero, un director al que el responsable del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, ha pregonado por sobre todo el cine argentino, ha logrado su filme más crudo, directo, y complejo. No es poco.

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Publicado en Leedor el 18-05-2012