Elefante blanco

Crítica de Luis María Fittipaldi - RosarioCine

Así en la Villa como en el cielo

“Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no. Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede hacer huelga con su propia hambre. Señor, quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos. Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz.” (Padre Carlos Mugica)

La última producción de Pablo Trapero cuenta una historia de amistad basicamente pero también de fé y lucha cotidiana en el marco de una inmensa Villa de emergencia, en la cual el personaje de Darín instala su prédica cristiana totalmente cercana a los pobres y olvidados como postulada herencia político-social de aquél magnífico sacerdote argentino llamado Carlos Mugica, tempranamente desaparecido en 1974 al morir acribillado a balazos.
En esto el filme homenajea marcadamente el tema de los sacerdotes tercermundistas.

Lo que ficciona Trapero con sus guionistas es que al cura Julián (Darín) le ocurre un suceso imprevisto y decide ir a buscar a la selva amazónica a su compañero Nicolás (el importado actor belga Jerémie Renier), pero éste comienza a descreer de algunos criterios en el proceder de su amigo, y comete el error de involucrarse con las cocinas de droga instaladas en el corazón del asentamiento, o dudar de sí mismo y enamorar a una asistente social (Martina Gusman).

Con algunas escenas duras, donde el realizador no hace más que copiar la realidad nacional, y un gran trabajo cinematográfico de diseño, acá hay excelente fotografía, creibles actuaciones, sostenido ritmo en las escenas cruciales, una notable dirección de arte, y hace que el espectador se introduzca en la hostilidad (persecuciones con balaceras) como a veces en la alegría del ambiente (una celebración nocturna), el barro parece salpicarnos y hasta la sangre nunca pareció tan genuina.
Ese "elefante blanco" instalado hoy en el centro de la villa, que alguna vez pudo ser por sueño del socialista Alfredo Palacios el policlínico más grande de latinoamerica, yace silencioso, inmóvil, como testigo infinito del drama en consecuencia.