Elefante blanco

Crítica de Federico Cobreros - Alta Peli

Pocas veces uno tiene la oportunidad de experimentar la genialidad de una peli presentada por su director in situ. Eso nos paso a nosotros ya que Alta Peli tuvo la suerte de ser de las primeras personas en Argentina en ver “Elefante Blanco”. Pudimos disfrutarla en el evento VISTA, gracias a Ultracine.

La peli arranca fiera, fiera! En el corazón del Amazonas en el medio de una matanza que parece étnica-social. Alguien sobrevive a la matanza arrastrándose en el barro, algo que a la postre se le hará carne. Es el Padre Gerónimo (Jeremie Renier), quien tras ser rescatado del medio de la nada por el Padre Julián (Ricardo Darin) y “terminada” su labor eclesiástica en el amazonas, comenzara su trabajo inserto en la parroquia de la Villa 31.

Elefante Blanco es un hospital diagramado, aprobado, semi-construido y abandonado por varios gobiernos argentinos, y es quien provee cierta sombra y refugio a la Villa 31, territorio exclusivo no de las drogas, no de la marginalidad, si no del Padre Mujica. Difunto padre militante cuyo asesinato nunca fue esclarecido, una especie de santo local en todo sentido. Luz de esperanza donde aparentemente no la hay.

Completa el triangulo (¿amoroso?) Luciana (Martina Gusman), trabajadora social y amiga del Padre Julián, quien tiene una visión especial de los problemas de índole social. Tendrá una relación poco común con el Padre Gerónimo que extrañamente se sentirá orgánica y para nada incomoda.

La peli nos plantea que Julián se está muriendo, algo que queda claro en el primer plano de la peli, no les estoy espoileando nada. Y como la frase de la peli dice, “sueño con morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos” es exactamente lo que el Padre Julián hace. El tema como siempre está en el cómo. La peli es cruda y fuerte por donde se la mire, mostrando la dinámica de la villa en carne viva y en primer plano, pero ¡ojo!, hay mucha diferencia con otras películas que abordan esta temática. Generalmente no se hace más que reproducir lo que los noticieros nos muestran, porque es a lo que la gente que no vive o convive con la villa está acostumbrada.
No, acá Pablo Trapero, nos mete ahí, y se siente orgánico, fluye. La vida en la villa es un organismo en sí mismo, y con sus cosas malas, buenas, deplorables, maravillosas y repudiables simplemente fluye, vive, esta ahí. Y grita por atención, y clama de dolor, y está harta de no ser vista por las verdaderas razones, y está harta de ser vista por las razones equivocadas.

Quizás una de las escenas que más me impacto, es una escenita muy chiquita pero genial. Julián, Gerónimo y un tercer párroco rezan el rosario, en la calma de la noche, cuando nada pasa, cuando hay un minuto de tranquilidad. Suponemos que es porque es de noche, pero no. Un paneo nos va a mostrar la amodorrada noche de la villa con un sonido uniforme en cada casa, no hay tiros, no hay gritos, todas las casas ven la televisión y se escucha a un conocido conductor televisivo, llevar adelante su programa. Ese es el culto de la villa, ese es el momento de rezar, para Julián, para los habitantes de “la 31?.

Nos va a meter no solo en el camino de Gerónimo a ser quien va a terminar siendo, si no que nos lleva de paseo por las necesidades y pequeños milagros que la villa necesita. Gente bañada en la ¿infinita? Fé de Julián y Gerónimo, el ¿infinito? coraje y empuje de Luciana. Donde las buenas intenciones están a la orden del día; grupos de ayuda a adictos al paco, gente construyendo y levantando sus propias casas, financiadas por el gobierno y la curia. Se van a ver envueltas en el tifón de la burocracia, los manejos propios de las bandas que manejan la droga en la villa y las recaídas. La Fé no alcanza, el coraje no alcanza. La villa 31 requiere acciones. Tomar posiciones incomodas y muchas veces no del todo correctas.
Gerónimo va a dudar, Julián va a dudar, Luciana va a dudar, es que este Elefante Blanco es casi imposible de llevar para los hombros de solo tres personas, es demasiado pesado.

Realmente no quiero ahondar demasiado en la trama, porque es una experiencia única a nivel cinematográfico argentino. Una película que retrate una realidad social de esta manera, tan real, tan cercana, tan humana vale la pena verla y vivirla junto con los personajes. Al tiempo que los personajes la viven. Trapero no nos lleva de la mano, nos empuja y nos mete de prepo en estas calles. Y es su mayor logro. No somos espectadores a salvo de lo que pasa del otro lado de la pantalla, estamos metidos emocionalmente con lo que pasa, tenemos fe, la perdemos, sufrimos, tenemos miedo. Y por sobre todo, no estamos para nada a salvo. Porque Pablo Trapero nos metió allí.

Técnicamente la película para mi es brillante, una producción excelente y una fotografía aun mejor hacen que uno se encuentre disfrutando de un atardecer bañando los techos de la villa.
La actuación de Darin, es obviamente, brillante. Solida, real, convincente. y además habla un perfecto francés.
Jeremie Renier también cumple con creces su rol, para nada simple y bien complicado, y hasta se me antoja ajeno a su idiosincrasia, cosa que sin dudas ayudo a construir el rol. Martina Gusman completa el trio principal sin defraudar, y quizás opacada por sus compañeros de reparto, no porque no sea bueno lo de ella, todo lo contrario, si no por lo genial de Darin y Renier.
Por otro lado la gente que habita “la 31? es real, se siente real, y lo mejor es que no cae en lugares comunes y estereotipados. Y eso es genial.

CONCLUSION
No puedo enfatizar lo suficiente cuanto NECESITAMOS ir a ver “Elefante Blanco”, es casi anecdótico que esta sea la primer película argentina con el sello de “Alta Peli”. Es una Alta Peli con todas las letras, y eso esta bueno, pero lo realmente importante es no perdérsela, no dejar de verla y recomendarla. Porque necesitamos ver esta parte de nuestro espejo, esa que no nos gusta o no queremos ver. Y acá es donde necesito aclarar que no soy para nada adepto a las películas argentinas de corte social. Pero “Elefante Blanco” es OTRA COSA, es más que eso, no es un refrito de diarios o canales sensacionalistas.
“Elefante Blanco” es el otro, parado frente a uno, mirándonos a los ojos, para nunca, nunca más apartar la mirada. Cuesta mantenerle la mirada, y justamente de eso se trata… de devolverle la mirada… Es lo menos que podemos hacer…