El volcán adorado

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Son el tesoro más preciado del Museo de Arqueología de Alta Montaña, a la vez que uno de los hallazgos más importantes de la disciplina en Sudamérica. Se trata de los cuerpos de tres niños perfectamente conservados por el frío durante miles de años en la cumbre del volcán Llullaillaco, en la provincia de Salta, a 6.700 metros de altura sobre el nivel del mar, descubiertos en 1999 por un grupo de especialistas estadounidenses, peruanos y argentinos.

Uno de esos especialistas fue Christian Vitry, quien en El volcán adorado rememora aquella hazaña a través de sus recuerdos y de diversas imágenes de archivo tomadas por él mismo durante la travesía. Años después, se dispone a iniciar una nueva aventura con el objetivo de tomar mediciones ambientales para entender por qué esos cuerpos lograron mantenerse en ese estado.

Ese viaje le sirve al realizador Fernando Krapp –codirector de Beatriz Portinari. Un documental sobre Aurora Venturini- para otro viaje centrado en la historia del pequeño pueblo de Tolar Grande, para quienes el volcán es un lugar sagrado.

Dueña de varias imágenes impactantes de la geografía puneña, El volcán adorado explora tanto la relación del hombre con la naturaleza como el peso de la historia comunitaria en el día a día de esos pobladores que sienten que les han robado un pedazo de su cultura. El resultado es un film que puede leerse tanto como una exploración etnográfica como un diario de viaje rumbo a lo desconocido.