El vicepresidente: Más allá del poder

Crítica de Hugo Zapata - Cines Argentinos

Durante estos primeros meses del año la cartelera de cine suele ser invadida por las biografías que son un clásico de la temporada de premios en la industria de Hollywood.
Dentro de un género que a menudo ofrece propuestas convencionales hay que darle el crédito al director Adam McKay por hacer el esfuerzo de encarar esta producción con un tratamiento distinto.
McKay es un realizador asociado por sus colaboraciones con Will Ferrel que brindaron comedias populares como Anchorman, Talladega Nights (la mejor de la dupla) y The Other Guys.
En El vicepresidente se mete de lleno en el terreno de la sátira política para narrar la historia de Dick Cheney, el controversial mandatario que acompañó a George Bush hijo durante sus dos períodos de gobierno entre el 2001 y el 2009.
A través de una especie de documental ficticio el director describe la carrera política de este hombre que es retratado prácticamente como una mezcla entre Rasputín, Darth Vader y Thanos.
Es muy difícil tomarse en serio esta película porque parece el gran sueño húmedo de los liberales de Hollywood, quienes pretenden manifestar su compromiso social con estas producciones pensadas para pescar nominaciones en los premios Oscar.
El relato de McKay divide el mundo y la vida en dos bandos específicos. Los demócratas son los ángeles que están con los buenos y los republicanos conservadores, los villanos ineptos que buscan arruinar a los Estados Unidos y el resto de la humanidad.
El ambiente de la política es mucho más complejo que eso y esta película tiene una mirada tendenciosa a mostrar una sola campana ideológica.
Eso no significa por supuesto que las acciones de Cheney en la Casa Blanca sean defendibles, todo lo contrario, pero el mundo no es blanco y negro como lo retrata el director. Muy especialmente en los círculos de poder de Washington.
No hay ninguna hazaña transgresora en realizar una película de este tipo sobre una figura que tiene una pésima imagen negativa dentro del propio partido donde desarrolló su carrera.
Pegarle a Bush y Cheney lo hace cualquiera, construir una película que explore con profundidad las políticas internas de la Casa Blanca y sus repercusiones en el resto del mundo es otro tema.
El vicepresidente funciona coma una sátira graciosa del período de Bush hijo en el poder pero no hay mucho más que eso. El tratamiento del humor, que es la especialidad del director, funciona muy bien y no recuerdo haber visto otra película que generara situaciones graciosas en torno a un ataque cardíaco.
McKay utiliza una narración no lineal para desarrollar diversos períodos de la vida de Cheney.
La primera mitad de la película es la más interesante porque se describe muy bien como un burócrata oportunista tuvo la habilidad para llegar a la cumbre del poder político en el país más poderoso del mundo.
En la segunda hora del film, que se enfoca en la vida del vicepresidente ya consolidado en Washington, el director abre varias líneas argumentales y su relato se vuelve un poco caótico.
Una producción que fue construida con un reparto de personajes que son caricaturas de las versiones reales, donde en algunos casos se percibe una sobreactuación importante.
El mejor ejemplo lo encontramos en el exagerado presidente redneck que compone Sam Rockwell. La versión de Josh Brolin en la biografía de Oliver Stone fue más creíble.
Christian Bale, con un gran trabajo de caracterización, es la figura destacada que carga en sus hombros el relato de McKay y consigue que la película al menos sea llevadera.
Sin embargo su papel tampoco tiene una gran profundidad emocional y queda limitado a una buena imitación de esta figura política. El trabajo de Bale sobresale en aquellos momentos donde abandona la interpretación del Cheney Vader para concentrarse en los aspectos más humanos del personaje.
En el caso de Amy Adams, quien consiguió una inexplicable nominación al Oscar por el rol de la esposa del protagonista, resulta bastante desaprovechada en el film y no aporta demasiado.
En resumen, el director Adam McKay hizo un trabajo contundente a la hora de expresar su odio hacia el ex vicepresidente norteamericano y el pasado reciente de su país, pero la película en términos generales es una obra bastante superficial que no relata nada nuevo que no se haya visto en otras producciones.