El vicepresidente: Más allá del poder

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Subjetiva

“El vicepresidente: Más allá del poder”, de Adam McKay
Por Hugo F. Sanchez

El vicepresidente forma parte de ese creciente grupo de películas que podrían catalogarse como cancheras, con un alto componente irónico, llenas de guiños a los espectadores que están en el tema, alguna audacia visual y en general, un protagonista desconcertante -puede ser una figura de la televisión, un cómico- acompañado por gente con oficio, un buen elenco. El vicepresidente cumple con casi todas estas características pero eso no quiere decir que está mal, aun cuando la lista expuesta tenga una cuota de malicia tendiente a demostrar que la formula es bastante miserable. Aqui no es así o al menos no del todo.

Adam McKay que ya en La gran apuesta demostró que puede ser cool pero también desnudar las trapisondas del mundillo de Wall Street, vuelve a internarse en un universo poco conocido, esta vez el de la política estadounidense y en particular en un personaje fascinante como Dick Cheney, vicepresidente de George W. Bush entre 2001 y 2009, un burócrata oscuro como un agujero negro que sabía las miserias de Washington porque durante buena parte de su vida había transitado las distintas administraciones como un funcionario confiable, tan hierático como despiadado.

Vinculado a las petroleras y la industria armamentista de su país, en 2000 el Partido Republicano le rogó que volviera al ruedo luego de renunciar como secretario de Defensa de George H. W. Bush siete años antes. El partido del elefante necesitaba apuntalar al tarambana de Bush hijo con alguien que supiera de la administración pública y vaya que Cheney sabía. Así que el operador, lobbista y siniestro de Dick aceptó pero antes encontrólas grietas necesarias en la Constitución, en los reglamentos del funcionamiento del poder ejecutivo y el legislativo para poder gobernar en las sombras y no ser una mera figura decorativa, el papel reservado desde siempre al vicepresidente.

Y sí, la caracterización de Christian Bale como Dick Cheney es deslumbrante, por las toneladas de maquillaje pero también porque abajo de eso hay un buen actor, sin duda la otra interpretación a destacar es la de Amy Adams como su esposa Lynne, cerebro y férreo sostén de la pareja -parecido al rol que cumplió en The Master de Paul Thomas Anderson- y Steve Carell como el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, mentor de Chaney en sus inicios, tan despreciable como él.

El vicepresidente cumple con la maravilla de ubicar al espectador festejando al muchacho bueno para nada en su ascenso al poder, en cada una de sus manipulaciones, en las decisiones que significaron la muerte para miles de personas- como la intervención en Irak justificada en la mentira de que Sadam poseía armas de destrucciónmasiva-, en el regodeo de sus trastadas en los pasillos de la Casa Blanca, el Pentágono y el Congreso. Algo así como una excursión con un guía competente por la cocina de las decisiones.

No está mal, la película es entretenida, el timing es preciso, los actores hacen lo suyo con solvencia y el mal triunfa en toda la línea. Después de todo El vicepresidente se trata de asomarse a ese mundillo y lo logra satisfactoriamente.

EL VICEPRESIDENTE
Vice. Estados Unidos, 2018.
Dirección y Guión: Adam McKay. Intépretes: Christian Bale, Amy Adams, Steve Carell, Sam Rockwell, Alison Pill, Eddie Marsan, Justin Kirk, LisaGay Hamilton, Jesse Plemons, Bill Camp. Producción: Adam McKay, Brad Pitt, Will Ferrell, Kevin J. Messick, Jeremy Kleiner, Dede Gardner y Megan Ellison. Distribuidora: Digicine. Duración: 132 minutos.