El viajante

Crítica de Roberto Iván Portillo - Cuatro Bastardos

El viajante: Matrimonio en demolición.
La ganadora del Oscar a mejor película de habla no inglesa se estrena en nuestros cines y nosotros te contamos qué tiene de especial.
El director Asghar Farhadi ya se consagró con la obra maestra de “Nader y Simin, una separación” (Jodaeiye Nader az Simin, 2011) pero los momentos cambian y debe mantenerse a flote con otras producciones para demostrar si es o no merced de su posición de autor, la actual categoría en peligro de extinción.
“El cliente” (The Salesman) cuenta la historia de Emad (Shahab Hosseini) y Rana (Taraneh Alidoosti) quienes tienen problemas estructurales en su departamento, el edificio está por derrumbarse, y son obligados a buscar otro hogar. Pero no todo será sencillo ya que la anterior inquilina de su nueva casa tendrá algún secreto, antiguos clientes, que será desvelado a través de la tragedia.
El primer plano secuencia de la escena inicial es absolutamente devastadora donde vemos a los protagonistas salir de sus hogares por el temor de no caer presas del derrumbe provocada por una nueva contracción cerca del edificio. Cada detalle se muestra de forma agónica y asfixiante para dejarnos secos antes del inicio de la trama principal.
Al llegar a su nueva residencia, la ama de casa comete un error garrafal (deja entrar a un desconocido a la morada por equivocación) que desencadena un largo duelo emocional y que llegará a su esposo mostrará su verdadera máscara. Pero la pareja demostrará todo su quiebre interno en los ensayos que realizan para una obra nocturna de Arthur Miller y la mirada de sus compañeros no se harán esperar.
Es entonces donde el profesor emprende una búsqueda desesperada para encontrar a este negligente que usurpó su vida metiéndose donde no le correspondía. La venganza como primera propuesta y salida del dolor.
El montaje del largometraje desempeña de noble manera para que la dirección de rienda suelta a expresión de los personajes y siempre confiando en las imágenes como en el campo afuera. Además, el guión que sin utilizar (ni abusar) de las palabras recrea el clima idóneo para la trama.
La convicción misma del film es la de demostrar una realidad tangente en el país de Irán. Sus descontroles, sus falsedades y en especial sus silencios. El talento del cineasta asiático recae en convertir una tragedia minúscula en un valor universal.
La propuesta funciona a la perfección aunque queda muy en discusión si le valía la estatuilla dorada en la última edición de los Oscars sabiendo que tenía a Toni Erdmann (2016) entre sus filas. Pero como ya nos tiene acostumbrando la Academia, la polémica siempre triunfa por estos prados.