El viajante

Crítica de Fernanda Gómez - CineFreaks

Todo queda en familia

Abordar el cine iraní no sólo resulta todo un desafío, sino que no siempre deja en el espectador la misma sensación al abandonar la sala. Ya estamos muy acostumbrados al cine pochoclero hollywoodense, por lo que el arribo de una obra como El viajante resulta un toque de aire fresco para la cartelera de hoy en día.

La historia es sencilla desde el comienzo: un matrimonio joven, él llamado Emad (Sahab Hosseini) y ella llamada Rana (Taraneh Alidoosti) trabajan junto a sus amigos en una obra teatral de bajo presupuesto, a la vez que deciden dar un paso más en sus vidas mudándose a un nuevo departamento para comenzar su propia familia. Los problemas empiezan cuando de un día para el otro descubren que la inquilina que habitaba ese lugar era prostituta y la comidilla de todos los vecinos, ya que a todos sus clientes los atendía en el departamento.

El guión, escrito por el mismo Asghar Farhadi, nos conduce dentro de un matrimonio, simple y sin complicaciones, cuyo objetivo no es más que encontrar un poco de paz en medio de sus vidas cotidianas. Si bien seguirle el ritmo a un film de medio oriente no es tarea fácil, podría decirse que narrativamente es llevado a buen puerto, ya que las dos horas que dura la película no se sienten tan tediosas como habitualmente ocurriría.

En cuanto a los aspectos técnicos, habría que tomarse un tiempo para observar que cada plano e incluso cada escena no tienen ningún tipo de pretensión artística, nada está diseñado como para atraer algún tipo de atención. Todo está filmado de manera simple, buscando retratar una vida que al principio se ve sencilla, hasta que luego el relato toma forma hacia un desenlace inesperado.

Hay que atravesar la experiencia para poder entenderla. El viajante no escapa a las reglas básicas de un drama, pero a la vez presenta tintes muy marcados del thriller tradicional. La cotidianeidad se rompe de un momento a otro, la vorágine en la que se ve sumergido el espectador va incrementándose conforme avanzan los minutos del largometraje, todo encaja donde tiene que estar, no hay personajes de más ni situaciones de relleno.

Pero más allá de todo lo que pueda decirse sobre la película, hay que hacer una salvedad en cuanto a su repercusión. Cabe destacar que no es ninguna casualidad que un film iraní se estrene en la cartelera porteña en estos días, de no haber sido por su nominación al Oscar. Eso es lo que hace replantear un poco qué tanta variedad se puede disfrutar en el cine, tiene que existir una nominación a un premio reconocido para que este tipo de películas se hagan conocidas y puedan tener una mejor difusión, lamentablemente es lo que se percibe.

De todas maneras, es un motivo para celebrar que esta historia haya llegado a hacerse conocida, nunca viene mal tener otra visión de lo que es el cine, sobre todo si puede ser contada por gente que no tiene el mismo prestigio ni la misma popularidad que todos los que ocupan el mainstream. Es simplemente diferente…sólo hay que animarse a atravesar la experiencia.