El vengador del futuro

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Era mucho mejor “El vengador” del pasado

Durante el primer tercio de esta nueva «El vengador del futuro» casi da la sensación de que realmente el director Len Wiseman («Inframundo», «Duro de matar 4») tiene algo serio para aportar al desquiciado mundo del escritor Phillip K. Dick. Lamentablemente, el estilo light, la falta de rigor del guión, y la insistencia del director en darle un papel estelar al personaje secundario que interpreta su mujer, Kate Beckinsale (en el rol que hacía Sharon Stone), terminan confirmando que esto es sólo otra de esas remakes que nadie necesitaba.

Con todo, la película tiene sus momentos, y la elección de Colin Farrell como el obrero futurista que sueña con ser un superespía, y tal vez lo sea, ayuda a esbozar un futuro más oscuro y nihilista que el del film original.

Es que con Arnold Schwarzenegger como protagonista, necesariamente hacía falta un estilo más irónico, ultraviolento y caricaturesco a la medida de un director tan audaz como Paul Verhoeven, responsable de modificar los límites de autocensura de los grandes estudios hollywoodenses con hitos como «Robocop» o «Bajos instintos».

Gran película la «Total Recall» de 1990, llena de humor negro, incorrección política, imágenes asombrosas y, sobre todo, un buen guión con algo que decir. La nueva versión no incluye viajes a Marte, y en cambio inventa un futuro postapocalíptico, donde lo que queda de Europa explota a lo que queda de Australia y Oriente, con una clase obrera esclavizada, grupos terroristas y mucha represión por parte de un estado policial. El look es tan sombrío como estilizado, publicitario, tanto que de golpe estos barrios bajos digitales calcados de «Blade Runner» no parecen tan temibles ni ominosos, sino bonitos sitios pintorescos para ir de vacaciones.

La parafernalia visual deslumbra al espectador en las escenas culminantes de acción, pero al tercer tiroteo donde mueren docenas de personas sin que se vea nada de sangre, seguido de obsesiones pasionales sin detalles romántico-sexuales que las justifiquen, y las múltiples incoherencias argumentales de todo tipo no ayudan para nada. Quien no haya visto la película de Verhoeven quizá pueda apreciar más los puntos fuertes del film, pero hasta el público menos exigente terminará notando los agujeros negros del guión, que se acumulan horriblemente hacia el obvio y estiradísimo final.

A los fans de la película de Verhoeven hay que avisarles que aquí no sólo falta Marte, tampoco hay gore, sexo, Michael Ironside ni Sharon Stone. Al menos, hay algunas imágenes y situaciones dignas de Phillip K. Dick, que la hubiera detestado más o menos igual que a todas las demás películas que adaptaron su obra.