El valle del amor

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Isabelle Huppert y Gerard Depardieu son una extraña pareja de franceses que recorre hoteles y rutas del Valle de la Muerte en California. Qué hacen allí, es una pregunta que parecen hacérsela también ellos, cansados del calor intenso y en una búsqueda mística, inexplicable. Huppert y Depardieu se interpretan a sí mismos, como si hubieran sido pareja, muchos años atrás. En la actualidad, cada uno armó una nueva familia, pero el hijo único de ambos, Michael, acaba de suicidarse, y en una misteriosa carta dirigida a padre y madre les pide que se unan en el Valle de la Muerte para una última despedida.
Al principio escépticos acerca de la naturaleza sobrenatural de la carta, Isabelle y Gerard (ese es el nombre con que los alude el film) tienen tiempo de sobra para ponerse al día con la realidad del otro, con los recuerdos que cada uno tiene de la relación, y para hacer un mea culpa respecto al vínculo distante, casi el olvido, que tuvieron con Michael. En la superficie, la película es acerca del entendimiento y el cierre definitivo de algo, pero a medida que avanza, El valle del amor revela simbolismos, temores, fragilidades.
Mostrando su obesidad al desnudo en algunas escenas, a causa del calor, Depardieu, por primera vez en años torna su bizarra apariencia en pura humanidad, con su aspecto aludiendo al resultado de una enfermedad física. Huppert, por su parte, contrastando los roles distantes o retorcidos que suelen tocarle, representa a la madre dolorida, que busca desesperadamente señales de su hijo, superando su escepticismo respecto a lo paranormal.
Gillaume Nicloux (La monja, El secuestro de Michel Houellebecq) dota de un clima sobrecogedor al film, balanceando el acento puesto en la actuación que cabría esperar del calibre de la pareja. Música de Charles Ives, con largos travellings de espalda de Depardieu o Huppert, son la antesala para una segunda parte mucho más volada, de tonos casi lyncheanos. Las actuaciones del dúo son potentes pero sobrias, y calzan como un guante a las situaciones imaginadas por el director.