El valle del amor

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

El valle del amor: olvidable duelo de dos eternos

Isabelle y Gérard, actriz y actor franceses divorciados y distanciados, se juntan por pedido epistolar de su hijo en común, suicidado unos meses atrás. El muerto ordena el lugar de la cita: el Valle de la Muerte, en California. ¿El mandato fantasmal es un plan de unión, de duelo, de conexión?

La película, que junta a Huppert y a Depardieu por tercera vez, es, aunque sea sólo por esto, un acontecimiento. Claro, los films anteriores (1974 y 1980) fueron de Bertrand Blier y Maurice Pialat, nada menos. Aquí no estamos en esas alturas, y lo que hay en este desierto son algunos matices autobiográficos (el lugar de nacimiento de Depardieu, la muerte de un hijo), algo de misterio y juego con la posibilidad de lo sobrenatural, apuntes sueltos lyncheanos en el hotel patético y la presencia de la chica deforme en la noche, y la propia animalidad sufriente y deseante de Depardieu, más algunos comentarios sobre lo ramplones que pueden ser ciertos norteamericanos, charlas sobre comida, diversas catarsis y una fotografía diurna cortante, deslumbrante.

Huppert, por su parte, no brilla como en los dos estrenos de este año, El porvenir y Elle. Si a estas alturas de un texto corto se escribe sobre fotografía y actuaciones es probable que no estemos ante una película consistente, sino más bien ante una propuesta de tono fallido (tanto que por momentos parece que va a dar lugar a la farsa), pero no: es un duelo olvidable que junta a dos figuras eternas.