El valle del amor

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

Entre el abandono y la culpa

Debe haber pocas situaciones más dolorosas en el ámbito cinematográfico que ver cómo se desperdicia a dos actores de la talla de Gérard Depardieu e Isabelle Huppert: esto es precisamente lo que ocurre en El Valle del Amor, una película que gira sobre sí misma sin agregar nada novedoso a la vieja temática del duelo ante la muerte de un ser querido…

Siempre que parece que por fin quedó superado -léase completamente en el pasado- ese cine arty de eterno destino festivalero y pocas o nulas ambiciones comerciales, luego de un tiempo de letargo termina asomando la cabeza una vez más desde los recovecos menos pensados de la industria. Hablamos de esa típica dialéctica formal centrada en tomas fijas, tiempos muertos, diálogos lacónicos, algo de improvisación, locaciones desérticas, poca información general sobre el devenir de la trama, etc. Lo curioso del caso es que los propios festivales paulatinamente incluyen más y más propuestas de género y obras alternativas a los representantes de este combo, el cual por cierto en otras épocas fue sinónimo de contracultura y hoy, luego de décadas de estandarización, está homologado a una doctrina del shock que -de manera bastante trasnochada- pretende causar un “impacto publicitario”.

Lejos de tales golpes de efecto pero bien cerca del resto de los ingredientes del cine arty, El Valle del Amor (Valley of Love, 2015) es en esencia el tercer bodrio seguido de Guillaume Nicloux, un realizador que pareciera intentar recuperar compulsivamente ciertos detalles de Michelangelo Antonioni y Robert Bresson. Al igual que La Religiosa (La Religieuse, 2013) y El Secuestro de Michel Houellebecq (L’Enlèvement de Michel Houellebecq, 2014), el film en cuestión no llega al desastre absoluto aunque falla en su pretensión de construir un “discurso inteligente” sobre el tema de turno, derivando de inmediato hacia el campo de la desidia narrativa, el aburrimiento y la ausencia de ideas valiosas a nivel visual. A pesar de que la película baja retóricamente unos cuantos cambios con respecto a aquellas (es mucho más moderada en función del tópico tratado), aun así desaprovecha a sus dos protagonistas.

Nicloux no tuvo mejor idea que reunir a dos bestias sagradas del cine francés como Gérard Depardieu e Isabelle Huppert en otro de sus pantallazos sobre la nada misma: el dúo interpreta a una ex pareja de actores que se dan cita en el parque nacional del Valle de la Muerte, en California, para acatar al pie de la letra las instrucciones que les dejó su hijo antes de suicidarse, a quien ambos abandonaron de pequeño para seguir con sus respectivas vidas/ carreras. El joven les envió cartas a ambos en las que afirma que si respetan un itinerario de horarios y lugares precisos dentro del parque eventualmente podrán volver a verlo, ya que se les aparecerá una última vez de forma física cual fantasma torturado. Muy a su pesar, la dupla deberá convivir a lo largo de una semana en la que evocarán parte de su tiempo juntos y tratarán de entender todo el asunto desde distintas perspectivas de análisis.

Lamentablemente ni siquiera la presencia de Depardieu y Huppert alcanza para levantar el guión escuálido y redundante del propio director, un trabajo en el que la mayoría de las escenas agregan poco y nada al desarrollo de personajes. Nicloux coquetea con la culpa de los protagonistas por haberse desentendido de su vástago pero jamás profundiza del todo el sustrato dramático y cuando -llegando el desenlace- por fin se decide a acentuar la tragedia mediante un intento de redención, ya el cansancio del espectador está instalado y el tiempo propicio para tales menesteres quedó en el pasado. De hecho, por momentos se siente que los intérpretes están a la buena de Dios y la tendencia a improvisar del realizador no genera frutos porque la historia de base no aporta ni un gramo de originalidad a esa larga tradición de “relatos de duelo”: sólo la profesionalidad de los actores nos rescata del colapso total…