El último verano de la boyita

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

El descubrimiento del otro

Aquel atisbo de buena directora de actores y de gran conocedora del universo femenino que despuntaba en su ópera prima Hermanas, protagonizada por Ingrid Rubio y Valeria Bertuccelli, se acrecienta y confirma en este segundo opus (estrenado en el último BAFICI) de Julia Solomonoff. También esos rasgos estilísticos, que mezclan la sutileza narrativa -acompañada de un preciso despojo de la verborragia- en línea directa con el recurso visual del cine para evitar subrayados inútiles, son los principales elementos que se destacan en El último verano de la boyita. La directora, en este caso, vuelve a contar una historia de dos hermanas, pero esta vez concentrando la atención en la etapa de la pubertad, donde el desarrollo del cuerpo y las primeras inquietudes sexuales generan tanto deseo como miedo. Esa es básicamente la historia de Jorgelina (Guadalupe Alonso, revelación absoluta) y Luciana (Mirella Pascual), dos niñas que se separan durante el periodo de vacaciones –una se va a la playa con la madre y la protagonista al campo con su padre –como parte de una eventual solución a los conflictos entre hermanas: Luciana comienza a preocuparse por los muchachos desplazando a su hermana menor Jorgelina, quien se lleva el gran protagonismo en el film, dado que prevalece su punto de vista como eje narrativo. Acompañar a su padre (Gabo Correa) a la casa de campo familiar significa no sólo para ella volver a un lugar de infancia sino también retomar contacto con Mario (Nicolás Treise), un niño-peón, quien encierra un misterio que pronto ella descubrirá. Además de soportar el maltrato constante de su progenitor, el cuerpo de Mario desarrolla hormonas femeninas, anomalía que para el seno de la familia resulta más que vergonzante. Si bien el antecedente inmediato de este film no sería otro que XXY de Lucía Puenzo, Solomonoff, quien además escribió el guión, encuentra un enfoque diferente al plantearlo en un contexto sumamente distinto y en una realidad atravesada por un manto de ignorancia, prejuicios, y pautas culturales contradictorias. Un relato de iniciación y de búsqueda, donde se plasman de manera inteligente los contrastes entre el mundo adulto y el infantil al mostrar cómo entre los chicos se puede aceptar la diferencia con la misma naturalidad conque se comparten los juegos, aunque a veces los roles que toquen no sean los mejores en suerte.