El último verano de la boyita

Crítica de Nicolás Sorrivas - Cinevivo

La hora de la siesta

Tarde de verano. La hora de la siesta. Mientras los adultos duermen, los niños se divierten en una de las habitaciones más alejadas de la casona del campo. Libros con aroma aventurero, gigantescos castillos de cartas, excéntricos zigzags de piezas de dominó. Juegos de niños en un ambiente ideal para las fantasías: donde reina el silencio y un ruido apenas perceptible es el culpable de que el mundo mágico se rompa y vuelvan a aparecer los más grandes: los padres.

En este espacio de transición transcurre gran parte de la trama de El último verano de la Boyita, la nueva película de Julia Solomonoff que llega a nuestros cines esta semana. Jorgelina se va de vacaciones al campo. Allí conoce a uno de los hijos de los peones, un niño salvaje y solitario con quien entablará una bella amistad cinematográfica, donde las palabras sobran y todo es dicho con un pequeño gesto en primer plano.

Lo que Jorgelina no sabe es que su nuevo amigo guarda un secreto que lo avergüenza. Un secreto que de revelarse romperá con toda la magia de su niñez. Es que en estos cuentos de iniciación, entre la inocencia y el ser adulto, ya no hay lugar para príncipes y princesas.

Con El último verano de la Boyita, Julia Solomonoff nos regala un relato de sutilezas, donde la sexualidad es expuesta solo como excusa ante los ojos del espectador, sin necesidad de caer en golpes bajos ni en cursilerías. Exactamente a la inversa de lo que ocurría en XXY, donde el hermafroditismo ensombrecía la narración hasta volverla completamente oscura.

En Solomonoff lo que reina es la melancolía por lo que, a diferencia del film de Lucía Puenzo, su paleta de colores se aleja de la oscuridad para definirse dentro de una gama de tonos sepia. XXY es noche e invierno, El último verano de la Boyita, estío y siesta.

Con un logrado reparto, donde sobresalen las actuaciones de los niños protagonistas, Guadalupe Alonso y Nicolás Treise, una fotografía que nos ofrece la perfección del cine digital made in Argentina y una banda sonora, sutil e inteligente, El último verano de la Boyita se convirtió en una de las propuestas más interesantes del Bafici que ya pasó y que, tras la gripe, puede estrenarse finalmente. La hora de la siesta terminó.