El último mago O Bilembambudin

Crítica de Ayelén Turzi - La cuarta pared

Es muy difícil escribir una reseña sobre una película basada en un libro sin caer en comparaciones con dicho libro todo el tiempo. Sobre todo si el libro en cuestión es El último mago o BilemBamBudín, de Elsa Bornemann (Socorro, entre otros), relato que te acompañó en los últimos 20 años de tu vida, y la película no es precisamente de lo mejorcito que el cine de animación argentino ha producido en los últimos tiempos.

Aldana llega al reino y descubre chimeneas con humos de colores,
una de las locuras del rey Tasilo 99 que ataca a la naturaleza

Película concebida por el “debutante” (el entrecomillado refiere a que es nula la información sobre sus proyectos en la internet) Diego Cacíque Rodríguez, se estrenó sin trailer, sin piezas publicitarias y sin un afiche en alta definición en ninguna página web. Se sabía de la existencia del proyecto, pero de un día para otro apareció programada en varias salas, entre ellas Hoyts. Así y todo, tras su estreno el 27 de noviembre de 2014, sigue en cartel en el Gaumont por si quieren verla. Pude hacerlo el Domingo pasado y la sala estaba llena en más de la mitad.

Cuasifocus, uno de los hijos de Doña Naturalia,
en una de las pocas imágenes de la peli que hay en la web.

Empecemos por lo peor: la calidad de la animación. Cuando uno lee el libro (¿ves? Ya estoy comparando, no hacerlo no es sólo difícil, es casi imposible) el reino de BilemBamBudín es descripto como "la fiesta de las texturas y los colores". La película en cambio hace gala de una gran economía de texturas: el pelo de Aldana, la protagonista, es igual de liso que las praderas llenas de pasto, las paredes rocosas o la piel del dragón. Ojo, las nubes y el humo son aceptables. Y es una pena, porque el reino construido tan maravillosamente por Bornemann se desdibuja un montón. Y aunque fuera un reino creado exclusivamente para la película, lo mismo remitía mas a un juego de Play 1 que a un reino de fantasía en peligro.

Sobre la trama en sí, se mantiene la idea original: Aldana, una niña que aún cree en la magia, es elegida por el viejo mago Jeremías para salvar al lejano reino de BilemBamBudín de las locuras del Rey Tasilo 99, quien en sus absurdos delirios atenta contra la naturaleza todo el tiempo. Algunos ajustes de guión hacen a la historia más dinámica: los hijos de Jeremias a quien Aldana recurre en busca de pistas para hallar a Doña Naturalia son cuatro en vez de siete, pero se ven más involucrados en la historia, más activos en el plan para convencer a Tasilo del lío que está haciendo, e incluso se le da un cierre feliz al personaje de Babilotus, eternamente perseguido por una nube de hollín. También evitan el “Momento Mufasa del Día” al eliminar la muerte del mago Jeremías, golpe bajísimo del libro.

Los gigantes Ortilia y Cocoliso en lo más parecido a un afiche que encontramos.

El enfoque es otro. Apuntan a construir una historia donde el objetivo se logra trabajando en equipo y mediante la razón (acá no entendemos: ¿por qué la llaman a Aldana por su cualidad de aún creer en la magia, si finalmente los problemas se resuelven hablando?). Queda flotando la enorme pregunta de si las cosas sucedieron o sólo fueron producto de la imaginación de Aldana durante una aburrida función de Opera a la que fue llevada casi a la fuerza. Pero el mensaje original, el de Bornemann, se mantiene firme pese a las falencias técnicas: “Este es mi reino y no importa si existió o me lo imaginé. Ahora descubrí vos el tuyo antes de que crezcas.”

El último mago o BilemBamBudín daba para mucho más, sobre todo a nivel visual, teniendo en cuenta los últimos avances que hubo en animación en el país. De todos modos, la sala la recibió con risas e incluso aplausos al final. ¡No todo está perdido!