El útimo Elvis

Crítica de Juan Carlos Di Lullo - La Gaceta

Por amor al rock and roll

Carlos es un obrero, está separado de su mujer y se encuentra esporádicamente con su hijita. Los únicos momentos en los que alcanza la felicidad son aquellos en los que personifica a su ídolo, Elvis Presley. A punto de cumplir 42 años, dice estar planificando "algo grande".

Armando Bo (nieto del legendario realizador argentino) es uno de los directores de comerciales más cotizados del país. Escribió, además, el guión de "Biutiful" (junto con Nicolás Giacobone, que también lo acompaña como guionista en esta producción). Con estos antecedentes (entre muchos otros) se lanzó a retratar la vida y los padecimientos de Carlos Gutiérrez, un trabajador metalúrgico que se "transforma" en Elvis Presley para cantar en clubes de barrios o aniversarios de geriátricos. Pero Carlos no imita a "El Rey"; se convierte en el fallecido cantante cada vez que se viste con los característicos atuendos de Elvis y se contonea en los escenarios estrechos y mal iluminados en los que le toca actuar. La trama lo va a mostrar tratando de sobrevivir mientras intenta recuperar el cariño de su pequeña hija, a la que ve con intermitencias hasta que un accidente que sufre su ex esposa lo obliga a convivir con la pequeña. En esa etapa de reconstrucción del mutuo afecto, le confesará a la niña que está preparando "algo grande", y se encaminará a un desenlace angustiante, a tono con el clima general del filme.

Bo adopta deliberadamente una estética oscura e imprime a su relato un ritmo lento, que administra con inteligencia y sobriedad. El resultado es una trama interesante que discurre entre climas muy bien logrados y que atrapa al espectador sobre todo por el magnetismo del personaje protagónico (John McInery, sorprendente como Elvis y menos convincente en su faceta estrictamente actoral). El director incluye los números musicales en los momentos precisos, y no cede a la tentación de mostrarlos a cada instante, sino cuando contribuyen al desarrollo de la narración. Con paciencia y sentido dramático, va encaminando al personaje hacia el desenlace, y abre una posible reinterpretación del remate con la última toma; el final, entonces, es abierto, y le suma un detalle de interés a la producción.

Construida con cariño y respeto hacia el "imitador" de Elvis y con enorme admiración por la figura de "El Rey", la película interesa y atrapa al espectador, y abre un interesante debate sobre los ídolos, los fanáticos, y las contradicciones inherentes a la propia naturaleza humana.