El útimo Elvis

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Así como sucedió con “Vaquero” (2011), de Juan Minujin, la producción que abrió el BAFICI 2012, “El ultimo Elvis”, denotó aspectos interesantes como para creer en las buenas ideas, independientemente del modo en que son llevadas a cabo en términos presupuestarios.

Carlos (John McInerny) es un empleado de fábrica, separado y con una hija, cuyas horas transcurren de forma tan parsimoniosa como decidida. Lo vemos callado, cansado, y a la vez con una actitud meticulosa. Como si cada acción estuviera cuidadosamente planificada. Poco a poco nos vamos acercando a su personalidad. Si hay algo en su vida funcional a lo que recurre para escapar de una realidad rutinaria y vacía es la música. No sólo escucharla, sino interpretarla.

Como fanático de Elvis Presley tiene una banda, como un tributo con el que va girando por distintos eventos, bares y otros lugares. También se nos va revelando que su fanatismo lo lleva a mimetizarse cada vez más con su ídolo, al punto de caminar, hablar, y hasta vestirse como él. De todo esto se desprende una subtrama en la que la hija (obviamente se llama Lisa Mary) se halla en proceso de conocer a su padre, y éste, a su vez, la recibe como el golpe que lo devuelve de tanto en tanto a la realidad.

El hallazgo del director con su protagonista es haber encontrado a alguien que responde a las necesidades del guión. John McInerny no es actor, sin embargo lleva años en el escenario, los suficientes como para entender algunos códigos y subirse cómodamente a la propuesta.

Armando Bo (nieto de quien formara exitosa pareja cinematográfica con Isabel Sarli) construye una historia en la que se permite jugar a no ser uno en desmedro de querer ser alguien.

En los rubros técnicos, la dirección de arte se lleva grandes méritos, así como la dirección de fotografía. Ambos crean una relación simbiótica con la cámara logrando una atmósfera de espacios chicos y lúgubres en los interiores de la vida cotidiana de Elvis, o luminosos, hasta oníricos, cuando el protagonista actúa en vivo.

Como si quisiera mostrar la vida como un circo, y recordar aquello de Charly García de que “cada cual tiene un trip en el bocho, difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo”, Armando Bo rodea la vida de su Elvis cruzándolo con el propio Charly, Iggy Pop, Nina Hagen o Kiss.

La vida cual universo de estrellas y más abajo, en la tierra, la gente con sus sueños y frustraciones. “El último Elvis” vale como un gran espejo de todo aquello.