El último duelo

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Este épico relato histórico protagonizado por Matt Damon, Adam Driver, Jodie Comer y Ben Affleck cuenta tres versiones distintas de los hechos que llevaron a dos caballeros medievales a enfrentarse entre sí.

Una película épica bastante más íntima de lo que parece en función de las pocas pero espectaculares escenas de acción que tiene diseminadas a lo largo de sus extensos 150 minutos, EL ULTIMO DUELO es un drama de traiciones y engaños, una obra de revisionismo histórico que reposiciona a los caballeros del siglo XIV como las versiones medievales de los hombres tóxicos de ayer, de hoy y de siempre. Una mezcla del RASHOMON de Akira Kurosawa con LOS DUELISTAS, del propio Scott, salpicada por la iconografía de las campañas bélicas de la época, la película protagonizada por Matt Damon, Adam Driver y Jodie Comer tiene el suficiente atractivo ‘old school‘ como para fascinar a los espectadores más interesados en la fiereza y brusquedad de GAME OF THRONES que la más plástica y anodina acción del cine dominado por los efectos visuales.

No es que EL ÚLTIMO DUELO no los tenga pero aquí los «efectos» más llamativos están ligados al un tanto absurdo peinado de Damon, al teñido de rubio de Ben Affleck (coguionista con su amigo Matt y con un rol por suerte tan solo secundario aquí) y a planos de miles de personas que claramente no estuvieron tan juntas y sin respetar la distancia social durante una película que fue filmada en plena pandemia. Pero no hay dragones, ni superhéroes. Eso, de por sí, ya es una rareza en una película de multimillonaria producción.

Es que, como comentaba al principio, en realidad no es una película de acción. Empieza, sí, como si fuese a serlo, con un flash-forward al duelo en cuestión que enfrenta al caballero Jean de Carrouges (Damon) con su más joven escudero Jacques LeGris (Driver) por alguna disputa relacionada con Marguerite (Comer), esposa del primero, que mira con angustia como los dos tipos se miden las lanzas. La película intentará narrar cómo la situación escaló hasta ese brutal enfrentamiento pero lo hará a partir del conocido recurso de visualizar la versión de cada uno de los involucrados.

El primero en contarla será Carrouges y en su versión él será el héroe de la historia. Un soldado hosco, duro e intenso, el tipo combate sacrificadamente en diversas campañas a las órdenes del jovencísimo Rey Carlos VI (Alex Lawther), que ya daba indicios de los problemas mentales que lo acecharían a lo largo de su vida. En paralelo, entabla una muy buena relación con el tal LeGris, a quien ayuda y salva en medio de violentos combates más de una vez.

Pero LeGris empezará a transformarse en el elegido del Conde D’Alençon (Affleck), primo del rey, pasándolo de largo a Carrouges, lo que generará su previsible fastidio. Y eso se agrandará cuando, al casarse con Marguerite, descubra que parte de las tierras que el hombre esperaba tener incluidas en la dote le han sido otorgadas a LeGris. Y cuando todo empiece a calmarse un poco entre ellos sucederá lo peor: Marguerite le dirá a su marido que el tipo la ha violado. Para Carrouges, que ya venía enojado y con varias amenazas de juicio, será hora de un reto a duelo.

La película, a partir de ahí, volverá a contar la historia dos veces más, desde los otros puntos de vista de los involucrados. No se repetirá escena por escena: algunas serán nuevas, otras mostrarán partes no vistas de las anteriores y, sobre todo, lo que habrá es un cambio de perspectiva respecto a héroes y villanos, sobre qué pasó y cómo pasó. Lo «nuevo» que veremos en estás versiones es la supuesta violación, que para LeGris –en una versión que se extendió mucho más allá del medioevo de la idea de «consenso»– no fue tal y para Marguerite, claramente sí.

El film del director de GLADIADOR, que se basa en un caso real recuperado en el libro de Eric Jager «The Last Duel: A True Story of Crime, Scandal, and Trial by Combat in Medieval France», logra ir entrelazando cuestiones históricas, políticas y hasta económicas desde una perspectiva indudablemente moderna. Cuando llega la versión de Marguerite (el trío de guionistas lo completa Nicole Holofcener, que se ocupó del punto de vista de la dama), la película no duda en dar a entender que esa es la manera verdadera en la que sucedieron las cosas. Y su pintura de estos caballeros desagradables, agresivos, celosos y miserables representa esa relectura de los códigos de la época que de caballerosa no parece haber tenido mucho.

Y si bien es cierto que, en algún punto, EL ULTIMO DUELO es más que nada un drama con elementos de intriga política, Scott se reserva momentos para escenas de acción de alto impacto. Además de las que involucran los enfrentamientos bélicos –quizás más convencionales–, el duelo final entre Damon y Driver bien vale la espera: es realmente impactante. Como la trama en sí, es una pelea brutal, violenta y desaforada, mucho más sucia y agresiva que las que existían en las novelas sobre caballeros que leíamos de niños.

Más allá de su absurdo corte de pelo que le da un look de guitarrista de banda de death metal, Damon logra convencer con este personaje ensimismado y tenso, un experto en las batallas que no tiene mucha elegancia ni ductilidad a la hora de moverse en la vida civil. Por el contrario, al siempre «gallardo» Driver le queda a la perfección este soldado entre arrogante y refinado, un galán que deja a las chicas del condado suspirando, un tipo opuesto a su rival ya que se mueve mejor en los pasillos y eventos sociales que en el frente de batalla. O eso parece, dependiendo de las versiones.

Comer, en tanto, domina la última parte del relato con sus experiencias de abusos varios, hasta entonces pasados por alto. Y si bien su personaje está creado de un modo un tanto ambiguo (algunas de sus actitudes son casi feministas para la época, otras son mucho más tradicionales y fieles a las costumbres medievales), la actriz de KILLING EVE logra darle entidad a una Marguerite que es más una construcción teórica que un personaje real. El que tiene que lidiar con los límites de su talento actoral, otra vez, es Affleck, que por momentos se parece más a un padre actuando en una obra escolar de su hijo que a alguien que se dedica a esto profesionalmente. A algunos les podrá resultar divertida su interpretación un tanto camp del personaje, pero queda fuera de contexto en una película que se toma muy en serio (demasiado, acaso) a sí misma.

Quizás por su espesor físico, por la sensación de materialidad que emerge en casi todas sus escenas, EL ÚLTIMO DUELO aparenta una solidez y asume una seriedad que pocas superproducciones actuales tienen. No posee el ingenio ni la creatividad visual de la asombrosa THE GREEN KNIGHT pero tiene una presencia y una fisicalidad tal que la hacen creíble aún con su relectura en clave moderna de un hecho que seguramente fue tratado de otra manera en su época. Y aunque el brillo de las gestas de antaño esté opacada al mostrarse su oscurísima naturaleza, la esencia y brutalidad de la época está capturada a la perfección. Así en el campo de batalla como en la alcoba.