El último duelo

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

En el clásico “Rashomon”, Akira Kurosawa contaba los pormenores de una violación y un asesinato desde los puntos de vista de los distintos testigos del hecho, incluyendo el del fantasma de la víctima del homicidio. En el clásico épico hollywoodense “Ivanhoe”, de Richard Thorpe, lo más memorable eran las formidables batallas medievales, pero que estaban brillantemente unidas por una trama dramática contra la intolerancia y el antisemitismo con una joven Elizabeth Taylor encarnando a una princesa judía, acusada de brujería, por cuyo honor se batían a duelo dos caballeros. La nueva película de Ridley Scott, “El último duelo”, es como “Rashomon” pero sin el fantasma, y como “Ivanhoe” pero sin batallas memorables. Además, tanto los dos clásicos citados rondaban razonablemente la hora y media de metraje, mientras que esta superproducción no ahorra en tiempo con sus dos horas y media de duración.

Entendiendo que, así presentada, “El ultimo duelo” no parece muy prometedora, lo cierto es que Ridley Scott es un director capaz de soslayar los momentos más torpes del guion del protagonista Matt Damon, junto a su amigo Ben Affleck –quien seguramente debió reprimir las ganas de hacer de caballero medieval ya que el público se habría reído al verlo dentro de una armadura-. Basada en una novela de Eric Jager, a su vez inspirada en una historia real del siglo XIV, la sorprendente tesis del guion es que en la Edad Media había mucho machirulismo. La trama gira en torno a la rivalidad entre dos amigos escuderos, Matt Damon y Adam Driver, que escala a su máximo nivel cuando la mujer de uno de ellos, ya nombrado caballero, asegura haber sido violada por el otro. Como la mujer no tiene entidad como persona jurídica, para pedir justicia debe intervenir su marido, sin otra opción que reclamar ante el rey Carlos VI el “juicio de Dios”, o sea un duelo de caballería.

La historia esta contada al estilo “Rashomon” en tres partes con el punto de vista primero de ambos guerreros y luego de la mujer violada. Si bien Scott marca sutiles diferencias visuales, en los dos primeros relatos del mismo hecho no hay demasiadas cosas distintas, que recién aparecen en la versión femenina. Lo que por supuesto deriva en gran pérdida de tiempo narrativo; por suerte, cuando Scott maneja un gran presupuestos como éste, siempre habrá cosas atractivas para ver, y aquí brillan las descripciones de la corte y sus costumbres cortesanas, más los exteriores con castillos magníficos.

Las actuaciones del trío estelar, Damon, Driver y Jodie Comer son buenas, y ayudan a sobrellevar los momentos desparejos de este épico melodrama que no podrá ensombrecer la memoria de aquella extraordinaria opera prima de Ridley Scott sobre una rivalidad perdurable, “Los duelistas”.