El último cazador de brujas

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

La épica se construye con una serie de valores que se juegan a todo o nada. “El último cazador de brujas” construye paso a paso, y sin mucha sutileza, esa épica de justos contra villanos. La película, basada en un guión de Cory Goodman (“Priest: el vengador”), Matt Zasama y Burk Sharpless (“Drácula, la historia jamás contada”), recuerda en sus primeros minutos a “300” la novela gráfica de Frank Miller llevada al cine. Allí Gerard Butler, como el rey Leónidas, les dice a los soldados una frase épica de antología: “Espartanos, este día es nuestro para siempre”, sabiendo que iban a morir para evitar la caída de Grecia bajo el poder de Persia. El último cazador del título es una especie de Leónidas. Miembro de la Legión del Hacha y la Cruz, enfrenta en el Medioevo a la Bruja Reina que sólo puede morir “a hierro y fuego”. Lo hace, pero la villana, antes de arder, lo maldice con la inmortalidad y así se convierte en el último cazador de brujas durante los siguientes 800 años. Sin embargo, en la Nueva York actual, sus esbirros planean revivirla y restaurar su reinado. El director Breck Eisner tuvo un presupuesto generoso para su primera gran película. Y no solo eso. También contó con tres actores de primera línea como Vin Diesel como Kaulder, el inmortal; Elijah Wood, cuya expresión inextricable es ideal para su ambiguo personaje, y el gran Michael Caine que ilumina cada línea de su breve personaje de sacerdote y miembro de la cofradía. La inagotable fuente de recursos técnicos y efectos especiales muy bien utilizados curiosamente no atentan contra este relato que reúne acción, horror, magia y suspenso, y hasta se permite flashes de humor, al servicio de un relato clásico, con el viejo encanto del cine clase B, pero realizado con recursos actuales y al servicio de una historia de héroes épicos, aún a pesar suyo.