El último amor

Crítica de Marcelo Cafferata - Revoleando Butacas

Sol de Otoño

Es dificil no caer en la tentación de una receta que tenga como ingredientes el protagónico de Michael Caine como un delicioso profesor de filosofía retirado, recientemente viudo + que se encuentra instalado en París (qué ciudad!) + que conoce en el colectivo a Pauline, una mujer mucho más jóven que él que también es docente ... pero de Cha Cha Cha!

Sobre la típica base de opuestos que se atraen, dos mundos completamente diferentes confluyen en "El Ultimo Amor" una comedia de amor, pero no en el sentido más convencional, sino una película que habla de las relaciones amorosas en diferentes intensidades y en diferentes vínculos: una amistad profunda, el dolor de un amor perdido, el amor de padres a hijos, el amor en las cosas simples...

Dos mundos que aparentemente son diametralmente opuestos, como los de Pauline y el Sr. Morgan (Michael Caine) se irán entrelazando como un aprendizaje para ambos, tomando cada uno del otro lo que necesita: ella parece encontrar en él una figura paterna que la atrae, la contiene, la hace sentir interesante; mientras que él parece estar tironeado entre la seducción que representa para él esa jóven tan ajena a su mundo que se detiene y lo tiene en cuenta y los recuerdos fantasmáticos que aparecen permanentemente con su esposa de toda la vida (un delicado personaje a cargo de Jane Alexander, un regreso a la pantalla que se disfruta desde la platea).

Pero el eje del conflicto estará desplazado de esta relación que va creciendo en toda la primera mitad del filme.
Sobre la segunda parte, el guión elige dar como un "volantazo" y el peso de la trama recae sobre la relación que tiene el Sr. Morgan con sus dos hijos (a cargo de Justin Kirk -un muy buen trabajo del protagonista de Weeds- y de Gillian Anderson -más conocida como la agente Dan Scully en X-Files) y la aparición de sus hijos dejarán planteados no solamente añejos conflictos con el padre sino también aparecerá una especie de triángulo amoroso que se irá formando entre el Sr. Morgan - su hijo - Pauline.

De todos modos, el tono del film nunca deja de ser amable aún cuando los conflictos subyacentes son fuertes, pero la directora elige siempre contar la historia sin caer en el melodrama ni en el tono trágico sino más bien dejar que sus personajes se vayan dejando llevar por lo que sienten, naturalmente.

La directora es Sandra Nettelbeck quien ya había demostrado su habilidad para manejar este tipo de tonalidades en la hermosa "Bella Martha" comedia alemana que luego fuera inspiradora de su remake hollywoodense en "Sin Reservas" con Catherine Zeta-Jones y Aaron Eckhart.
En este caso, Nettelbeck saca provecho de un Caine completamente deslumbrante con sus 80 primaveras encima quien queda a cargo prácticamente de la totalidad de la película y que entrega, una vez más, un trabajo delicado y con matices.

Su cámara, de primeros planos, de detalles y de hermosas postales parisinas, tiene la complicidad necesaria con Caine pero por sobre todo también se nutre de la belleza natural de Clémence Poésy y convierten a "El Ultimo Amor" en una de esas películas a la que uno inclusive les perdona sus tránsitos por lugares comunes porque está bien contada, no peca de pretenciosa y va directo a los sentimientos sin complicaciones.

Una comedia dramática que habla sobre segundas oportunidades, sobre la posibilidad de redefinir los vínculos que parecían no tener solución (quizás éste sea su costado más simplista y donde el guión se vuelve más complaciente) y sobre la mirada de los hechos de acuerdo a diferentes cristales.

Fundamentalmente en "El Ultimo Amor" pueden encontrarse muy buenas actuaciones (todo el elenco cumple perfectamente cada uno en su papel) con un protagónico absoluto de Caine que es imperdible, con tintes muy simpáticos como cuando el Sr. Morgan va a visitar a Pauline a sus clases de baile y con un plus que es siempre el marco incomparable e inigualable de la brillante París de fondo, cobijando a estos personajes.
¿Qué más se puede pedir?